Souvenir, de Andrés Cuevas

Una tarde de domingo

Por: Oswaldo Osorio


Un hombre que tiene un encuentro con cinco mujeres diferentes, pero viviendo la misma situación y -puede decirse- el mismo día, podría ser una propuesta original, incluso audaz, y tal vez daría lugar a interesantes reflexiones sobre las relaciones sociales y afectivas, entre muchas otras cosas. Esta película parte de esa premisa, sin embargo, en general apenas se salvan las buenas intenciones, porque el que parece un ingenioso esquema, se vuelve inconsistente y poco interesante a causa de solo dos pero esenciales elementos: la construcción de personajes y los diálogos.

El relato también está ligado, prometedora o pretensiosamente,  al esquema propuesto por Richard Linklater en su trilogía de Antes del amanecer/atardecer/media noche, esto es, una pareja conversando de ellos y de las cosas de la vida de principio a fin de la película. No importa que por un recurso narrativo o de la ficción ella sea, al mismo tiempo, cinco mujeres diferentes y también una sola, pero se trata del mismo esquema, el cual implica, por supuesto, que a partir de diálogos exclusivamente vamos a conocer a los personajes.

No obstante, lo que se puede ver de ellos resulta poco atractivo, ya para ser personajes de cine o para encontrárselos en la calle. Resultan personalidades más complicadas que complejas, un poco superficiales y, casi todos, harto sensibleros. Él está confundido, es inseguro, fracasado profesionalmente y nada original ni espontáneo para tratar y conquistar a las mujeres; mientras ellas son lugares comunes de tipologías femeninas. el espíritu libre, la arpía, la “bacana”, etc.

La mayoría de películas son sobre cosas extraordinarias que le pasa a gente ordinaria, también viceversa, igualmente ambos factores extraordinarios, pero para contar una historia de gente ordinaria haciendo cosas ordinarias, el esfuerzo tiene que ser mayor, o de alguna manera lo que se cuente debe ser significativo, pero no es el caso de esta cinta, donde el paseo en una tarde de domingo no dice mucho más que los temas de conversación.

En cuanto a los diálogos de esa conversación, que son lo que soportan todo el relato, hay de todo un poco, eso como consecuencia de la variedad de personalidades en las mujeres, pero en últimas tienen el mismo talante, eso a causa de la sosa personalidad del protagonista. El amor, la familia, las relaciones afectivas, la vocación profesional, los planes a futuro, en fin, todos esos tópicos que conversaría una pareja que se está tandeando y conociendo en clave de flirteo (extrañamente falta el sexo, que dada la ocasión podría ser más recurrente, lo cual resulta muy aséptico y hasta ingenuo).

El problema es que estos dos elementos, que son interdependientes, no funcionan muy bien porque los personajes no son muy interesantes y tienden al lugar común, mientras que los diálogos no dicen nada nuevo ni de forma diferente, pues están en un punto medio entre dos extremos más atractivos que ya le hemos visto a este esquema: la simpleza de lo cotidiano o la complejidad de lo intelectualoide. Aquí no hay lo uno ni lo otro, solo cháchara de enamorados.

Después de poner en entredicho sus dos componentes esenciales, no sé qué tan pertinente sea mencionar que, por lo demás, en aspectos visuales, narrativos y de puesta en escena, es una película sólida y bien concebida, hecha con cuidado y profesionalismo. Pero ese es un problema del cine nacional actual, que mientras está muy afinada ya la forma de decir las cosas, lo que se tiene por decir todavía le falta bastante.

Al filo del mañana, de Doug Liman

Siempre el mismo día

Oswaldo Osorio

El loop temporal es una variante argumental del esquema de viajes en el tiempo que tiene la particularidad de reiniciar el tiempo una y otra vez, de distintas formas, ya sea repitiendo una rutina, al despertar cada día o con la muerte. Es una trama recurrente desde hace décadas en la literatura de ciencia ficción, pues permite no solo crear envolventes historias, sino también reflexionar sobre asuntos serios, como las consecuencias de las acciones, el futuro, el destino y hasta el sentido de la vida.

El más célebre ejemplo es El día de la marmota (1993), que ya ha alcanzado el estatus de película de culto. Esta cinta protagonizada por Bill Murray ilustra muy bien la forma en que el loop temporal es la perfecta excusa para abordar cualquier reflexión existencial. En especial funciona eficazmente para sintetizar y acelerar la transformación de un personaje por vía de la experiencia. En este caso esa experiencia, que no tarda años sino numerosos bucles de ese loop, da cuenta de esa transformación en razón de la purificación del espíritu, el conocimiento y la redención.

Hay otras películas como El efecto mariposa ( 2004), un thriller sicológico cargado de dilemas éticos y traumas emocionales; 8 minutos antes de morir (2011), un thriller de acción que además pone en juego asuntos ideológicos y existenciales; y Una cuestión de tiempo (2013), una bella comedia romántica en la que se reflexiona sobre el amor, la familia, la experiencia y el destino.

Sin embargo, Al filo del mañana (2014), que está basada en una novela de manga de Hiroshi Sakurazaka, infortunadamente no tiene los alcances de estas películas citadas en relación con las ideas y los temas que supieron derivar del esquema. En esta no hay tal reflexión sobre el amor, la muerte, el futuro o la vida, como bien lo pudo haber hecho según los ejemplos citados y la historia que desarrolla. Tal vez sea la vertiginosidad con que fue concebido el relato, que no le da tiempo de detenerse más que a explicar y hacer avanzar la trama, todo lo demás es puro cine de acción.

Es buen cine de acción, claro, como casi todo proyecto en el que está involucrado Tom Cruise, y con el atractivo adicional propio del cine de ciencia ficción, pero en últimas es solo una “película de trámite”, es decir, un título más en la carrera de esta estrella de Hollywood, un producto de consumo más de la uniforme cartelera y dos horas más de entretenimiento para el espectador que luego pronto se olvidarán, pues fue una película que no supo aprovechar las mencionadas posibilidades que brinda el esquema y solo deja una molesta sensación de deja vu, donde creemos recordar que fue mejor cuando sucedió las otras veces que la hemos visto.

X-Men: Días del futuro pasado, de Bryan Singer

X-Men: Días del futuro pasado, de Bryan Singer

Más que una película de acción

Por: Oswaldo Osorio


Las sagas de súper héroes son las gallinas de los huevos de oro de la actual industria del cine. Incluso con prácticas absurdas que no respetan tiempos y continuidades (como ocurrió, por ejemplo, con el Hombre araña), solo se preocupan por sacar una película tras otra sin mucho que las diferencie, salvo el aumento en publicidad y en productos de merchandise.

Batman y los X-Men son las franquicias más explotadas en términos de secuelas, precuelas y capítulos nuevos que a veces no tienen mucha relación con los demás. No obstante, esta nueva entrega de los X-Men hace su mejor esfuerzo por conectar las películas originales (las tres como grupo y las dos de Wolverine) con la última estrenada (X-Men: primera generación, 2011), entre las cuales había una diferencia de décadas, a pesar de tratarse de los mismos personajes. Incluso se preocupa por corregir contradicciones argumentales que había entre las unas y la otra.

La posibilidad de un viaje en el tiempo de la consciencia de Logan es el pasadizo que une el relato ubicado en 1973 con el oscuro y amenazante futuro en el que sobreviven los X-Men adultos. Con esta excusa argumental es posible no solo crear un complejo y entretenido argumento, sino también ahondar en las relaciones que hay entre los tres personajes más fuertes: Magneto, Charles Xavier y Mystique.

Estas relaciones van más allá de simples discrepancias de caracteres, pues el origen de sus diferencias es nada menos que la definición misma de lo que debería ser la ética de los X-Men y su actitud frente al mundo. Optar por la paz o la guerra sin cuartel entre humanos y mutantes, usar la fuerza y la venganza o procurar por la tolerancia y convivencia pacífica entre las dos especies, esas son las dos grandes opciones que dividen a los protagonistas y con ellos a todos los mutantes que toman uno u otro partido.

Y es que hay que recordar que, de fondo, el universo de ficción de los X-Men sostiene la alegoría de la tolerancia o intolerancia a los que son diferentes como la base de un mundo en paz o en conflicto. Además, a estas discrepancias éticas y existenciales se suman los matices de las emociones y sentimientos más propios de su parte humana, entonces la confrontación entre ellos alcanza unos niveles de complejidad que sobrepasan la simple lucha entre el bien y el mal o entre la fuerza y la tolerancia. Es por eso que aquí las secuencias de diálogos y de desarrollo de la trama, a diferencia de casi todas las demás películas de súper héroes, no pierden interés e intensidad en comparación con las secuencias de acción.

En cuanto a estas secuencias de acción,  bueno, en realidad es una película que no tiene ni más ni menos de lo que tienen las demás cintas de su tipo. Estamos en un momento en que la tecnología digital permite hacer absolutamente todo lo imaginable, es por eso que ya la diferencia, aun con estas películas, la debe hacer es la originalidad de la historia, la construcción de personajes y las ideas que de fondo pongan en juego, y se puede decir que esta película tiene todo eso.

Walesa: La esperanza de un pueblo, de Andrzej Wajda

Un retrato generoso

Por: Oswaldo Osorio


Antes de que la célebre periodista Oriana Fallaci, con sus aires de diva, empezara su entrevista a Lech Walesa, este le preguntó: ¿En esta entrevista yo gano o pierdo? Ella respondió que no sabía, que todo dependía de sus respuestas. Por otro lado, con esta película no ocurrió lo mismo. De entrada, su director ya tenía todos los datos para decidir cuál iba a ser el rol de este importante personaje de la política y la historia polacas: Walesa definitivamente gana en esta película.

El líder del Movimiento Solidaridad, que desde su humilde posición de electricista y sindicalista contribuyó significativamente a la caída del bloque socialista a finales del siglo XX, es retratado aquí con generosidad por quien es el cineasta más importante de la historia del cine polaco: Andrzej Wajda. El director de Cenizas y diamantes (1958), Danton (1983) y Katyn (2007) pone en esta película todo su prestigio de cineasta político al servicio de la buena imagen de este líder sindical.

El relato cubre los veinte años clave de la lucha de Walesa por conseguir reivindicaciones para los trabajadores y como opositor del gobierno comunista de su país, es decir, las décadas del setenta y ochenta. Y este es el primer reto del director, pues concentrar dos décadas en dos horas, teniendo en cuenta la gran cantidad de sucesos comprendidos en este tiempo, era un reto narrativo y el riesgo de hacer una biografía episódica y sin continuidad.

Sin duda el relato tiene un carácter episódico, pero no sin continuidad, pues Wajda se asegura de que esto no suceda recurriendo a una serie de recursos que le funcionan eficazmente. El primero de ellos es apenas obvio: centrar toda la atención en la fuerte y carismática personalidad de su personaje, así como en la convincente interpretación de quien lo encarnó, el actor Robert Wieckiewicz. No hay una sola secuencia sin su presencia y, además, está construido de forma hipnótica, esto es, que el espectador nunca pueda desprender su retina del constante accionar de Walesa y su voz segura con palabras llenas de sentido común.

Otro recurso es la entrevista de la Fallaci, con la que amarra el relato buena parte del metraje, dándole así sentido y cohesión narrativa, pero también haciendo las veces de comentario en off, poniendo en contexto la situación política o el pensamiento de este líder. Así mismo, la estructura episódica es unida más finamente con otro par de elementos formales: el uso de imágenes de archivo, que imperceptiblemente tenían continuidad en la reconstrucción de ficción; y la música, que servía como fondo de unas transiciones visuales, casi a manera de video clip, lo cual era reforzado por el hecho de ser todas tonadas de punk o post punk, muy sintonizadas en su actitud con el espíritu de aquellos sucesos.

A pesar del personaje y su director, es una película que puede tener las limitaciones propias de un relato biográfico y político, sin embargo, el retrato del hombre y el periodo histórico que aquí se desarrollan, resulta convincente y envolvente en lo narrativo, además de revelador en lo que es esa relación del líder con todas las esferas en que se mueve: la política, la familiar y la pública.

Casi un gigoló, de John Turturro

El hombre que le gustaba a las mujeres

Por. Oswaldo Osorio


Esta película está a mitad de camino entre Gigoló americano (Paul Schraeder, 1980) y Un  gigoló por accidente (Mike Mitchell, 1999), es decir, entre la sugerente reflexión sobre este oficio y su más burda explotación por vía de la comedia. Y es que en ella se evidencia la intención de darle un tratamiento serio al tema, incluso con un aura de misticismo, pero al mismo tiempo de tomárselo a la ligera y aprovecharlo para hacer algunos chistes y proponer situaciones jocosas.

Pero independientemente de sus más y sus menos, solo por ver actuando a Woody Allen vale la pena ver esta película. Aunque es dirigida (también escrita y protagonizada) por el reconocido actor John Turturro, sin duda el personaje de Woody Allen, quien es ya un arquetipo de sí mismo, fue pensado para él: judío, neurótico, siempre descontento con algunas prácticas sociales, cobarde y, por supuesto, divertido.

John Turturro crea e interpreta con dignidad a su personaje de gigoló: no es muy atractivo, pero es caballeroso, con mística y misterio. A partir de este personaje, como es natural, se habla fundamentalmente del amor, el sexo y las mujeres. El amor siempre en estos casos es un convidado de piedra, pero aun así presente; el sexo aquí, particularmente, tampoco es muy visible, aunque lo está, sugerido de distintas formas, desde las perversas hasta las espirituales; mientras que las mujeres son mostradas de tres formas: la reprimida misteriosa, la libertina sofisticada y el sensual animal sexual (interpretado por Sofía Vergara, por supuesto, razón por la cual  alcanzó a llegar esta película a nuestra cartelera).

A lo reflexivo y cómico del tratamiento se suma un cierto tono emotivo y entrañable, esto por vía de la relación de amistad (disfrazada de negocio) entre los personajes interpretados por Woody Allen y John Turturro. Sus encuentros y diálogos tal vez son lo más original y atractivo de todo el filme, así como Fioravante, el personaje que crean entre los dos, es decir, el gigoló, que por la forma atípica como es concebido, resulta interesante como personaje y realmente seductor en la lógica argumental que propone.

Entre ligera y juguetona o entrañable y reflexiva, Casi un gigoló (Fading Gigolo, 2014) se puede ver con el desprendimiento de quien gusta tener las comisuras arqueadas durante toda una película, sin comprometer mucho su intelecto pero tampoco su mal gusto.

VARTEX 2014

II Muestra de video arte y experimental

Por segundo año consecutivo se presenta en la ciudad de Medellín la muestra Vartex,  dedicada a la divulgación del video arte y experimental que a pesar de ser una forma expresiva del arte y el audiovisual y que goza de una creciente aceptación entre artistas, realizadores y el público iniciado, no existía un evento regular que sirviera de espacio para su divulgación y reflexión.

Por ello Vartex II se propone continuar con la difusión y reflexión sobre el video arte y el experimental, además pretende abrir los horizontes hacia otras prácticas y expresiones de las artes electrónicas y los nuevos medios. En esta edición contaremos con la presencia de tres  invitados con amplia trayectoria: Marta Lucía Vélez quien dirige la página www.ladiferencia.org, web que contiene la memoria del cine y el video experimental en Colombia; la artista Luciana Ponte, estudiosa de los memes y de la patafísica web; curadora e ideóloga de www.lalulula.tv y Andrés Burbano quien estudió Media Arts and Technology en Universidad de California en Santa Bárbara.

Vartex II Muestra de video arte y experimental comenzará con el laboratorio Guerrilla Ociosa: El remix revolucionario desde la comodidad de tu casa, a cargo de Luciana Ponte (Argentina) los días 12 y 13 de mayo en el Parque Explora. La artista argentina  también dictará el día 13 la conferencia “Lolwar” El arte de la memética como arma en el auditorio del mismo parque. La muestra continuará con la conferencia titulada Cine Experimental en América Latina, que estará a cargo de la  curadora Marta Lucía Vélez en el Centro Colombo Americano el día 14 de mayo, y el jueves 15 se llevará a cabo el taller Exploración al espacio cercano: Diseño de una misión, a cargo de Andrés Burbano en el Museo de Arte Moderno de Medellín.

Además, los días 12 y 14 tendrá lugar una proyección dedicada a una temática diferente en el Centro Colombo Americano, la primera será una muestra del video arte en Medellín con curaduría de Julián Bedoya ‘b2x’ y la segunda será una muestra de cine experimental colombiano y latinoamericano  curada Marta Lucía Vélez . Para terminar, el día 16 de mayo se proyectará una muestra de los proyectos de investigación y creación realizados por Andrés Burbano en el Museo de Arte Moderno de Medellín.

Toda la información se puede encontrar en www.vartexmedellin.com

Para cualquier inquietud no duden en contactarnos en e-mail:

vartex@cinefagos.net

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12 al 16 de mayo.

Museo de Arte Moderno de Medellín, Centro Colombo Americano y Parque Explora.

Wakolda, de Lucía Puenzo

Un thriller sin suspenso

Por: Oswaldo Osorio


Las tres características más inmediatas de un thriller son el suspenso, la intriga y la tensión. Claro, otra de las características es que se trata de uno de los géneros cinematográficos más medidos y calculados en su construcción, todo en función de los efectos que producirá en el espectador, en especial a partir de los tres efectos ya mencionados. Esta película es un thriller que, extrañamente, carece de esas cuatro características, lo cual podría ser muy interesante si se explotara bien ese carácter atípico, pero también puede resultar bastante contraproducente, como a la postre ocurrió con este relato.

Y es que este filme de la directora argentina Lucía Puenzo (XXY, El niño pez), es un thriller en sus componentes, pero en su narración desatiende las reglas y elaboración propias del género. Es por eso que se trata de un thriller sin suspenso ni tensión y con la intriga apenas insinuada por la presencia de un (no del todo) enigmático personaje y unas leves pistas de que algo fuera de lo común ocurre en la población de Bariloche y con algunos de sus habitantes.

De frente a este personaje y en medio de lo que se pueda estar urdiendo en aquel pueblo, hay una familia desde cuyo punto de vista se cuenta la historia, así como una niña, la hija del medio, que funge como narradora. (A partir de aquí se cuentan datos reveladores del argumento). De manera que la trama se empieza a desperdigar por las distintas relaciones que tiene el personaje en cuestión, un médico alemán, ya con la familia, con la niña o con los otros alemanes del pueblo.

Solo paulatina y tímidamente se le va develando al espectador la conexión del pueblo con los nazis y la posibilidad de que aquel personaje sea el mismísimo Josef Mengele, el llamado Ángel de la muerte, tristemente célebre por sus experimentos con prisioneros en busca de un mejoramiento de la raza. Ante este panorama, en lugar de presenciar una tensionante historia sobre nazis en la clandestinidad, experimentos mortales, cazadores de nazis y la vulnerabilidad de una familia en medio de este escenario, la directora se decide por un tibio thriller que no hace ningún tipo de énfasis, ni en sus temas ni en sus personajes ni en su narración.

Desde el mismo título de la película (Wakolda, el nombre de una muñeca que tiene la niña), la directora (quien también escribió la novela sobre la que se basa el filme) elude los mencionados énfasis, confiando en que la situación por sí sola tendría el interés suficiente para enganchar al espectador. Pero la verdad es que, aun siendo una película cuidada y con todos los elementos necesarios para ser un buen relato, en últimas termina siendo una historia con mucho potencial pero desaprovechada en casi todos sus aspectos.

De la comedia populista en Colombia

Sábados felices va al cine

Por: Oswaldo Osorio


Es un lugar común decir que el buen humor es un arte difícil de hacer, pero esto es para afirmar que en Colombia, salvo algunas excepciones, no hay tradición de buen humor, esto es, un humor elaborado, inteligente y que trascienda el chiste ligero y verbal, de doble sentido o circunstancial. Lo que ha funcionado siempre muy bien es la comedia populista, es por eso que en la televisión colombiana ha pervivido durante 42 años un programa como Sábados felices o en el cine los más exitosos realizadores han sido Gustavo Nieto Roa y Dago García.

Aunque es un tipo de cine necesario para la industria y que se puede hacer dignamente, la historiografía y la crítica del país siempre lo han tratado despectivamente. Es así como a la serie de películas realizadas por Gustavo Nieto Roa y el Gordo Benjumea -juntos o por separado- a finales de los años setenta y principios de los ochenta (El taxista millonario, El inmigrante latino, Padre por Accidente, etc.), se les ha designado como el nietorroísmo o benujumeísmo, términos utilizados la más de las veces de forma despectiva para usarlo como sinónimo de humor ligero y para el consumo masivo, lo cual en realidad es más un descripción, la misma que se puede hacer sin necesariamente hacer juicios de valor sobre estas características.

Incluso recientemente se ha tratado de aplicar la misma lógica para usar, un poco injustamente, el término trompeterismo, para referirse al cine de Harold Trompetero, desconociendo que la mitad de sus películas no se ajustan a las características del humor populista. Incluso, sería más consecuente crear un término similar para el cine del escritor, director y productor Dago García, quien lleva poco más de una década aplicando la fórmula que tan bien les funcionó a Nieto Roa y al Gordo Benjumea en su momento.

Esa fórmula está ligada a los conceptos de lo popular y lo populista, dos términos que tienen relación pero que son muy distintos a la hora de ser incorporados en un relato cinematográfico. Mientras lo primero tiene que ver con la cultura popular, que se refiere a todo aquello que crean o consumen las clases populares (La estrategia del caracol o La pena máxima son dos ejemplos que en general se ajustan a esto); lo populista se refiere más a un tipo de discurso, el cual puede valerse de la cultura popular, pero que lo define es su énfasis en el tratamiento de los temas, lo cual hace apelando al chiste fácil, el melodrama y el sentimentalismo, los estereotipos y un humor accesible, más verbal que físico o visual.

La recién estrenada película Nos vamos pal mundial (Fernando Ayllón, Andrés Orjuela Bustillo, 2014) es un buen ejemplo de este cine, el cual seguramente tendrá una considerable asistencia en la taquilla, que no tiene más pretensiones que las de hacer reír a un público no muy exigente y que entra a la sala con disposición para hacerlo, pero que en últimas es una comedia de usar y tirar, que perderá rápidamente su vigencia y se olvidará.

Una cuarta parte de las películas realizadas en Colombia en los últimos veinte años son comedidas y muy pocas las que no están por esta vena del humor populista: La gente de La Universal y El Colombian Dream (Aljure, 1993, 2006), con su humor negro, pero solo como componente de una propuesta más compleja; Diástole y Sístole (Harold Trompetero, 200), una comedia romántica con interesantes variaciones; Bluff (Felipe Martínez, 2007), que mezcló comedia de enredos con thriller; Te amo, Ana Elisa (Robinson Díaz y Antonio Dorado, 2008), que con sus excesos se acerca mucho al humor de aquel género llamado esperpento; Nochebuena (Camila Loboguerrero, 2009), que propuso una “comedia seria” sobre un tema que trascendía la anécdota; Sofía y el terco (Andrés Burgos, 2012), que propuso un humor inteligente y sutil que no se había visto antes en el cine nacional.

No se trata de juzgar si es mala o buena la comedia populista, sino de describir y categorizar un tipo de cine que existe y que su producción frecuente es sana para la industria. El verdadero problema es que sea -salvo las excepciones del anterior párrafo y algunas otras cosas que aquí no se mencionaron- prácticamente la única forma de humor en la televisión y el cine colombianos.