The Breadwinner, de Nora Twomey

Un lienzo de sueños pintado con duros trazos de realidad

Por: Mario Fernando Castaño 

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Basada en la novela infantil homónima de 2002 y escrita por la autora canadiense Deborah Ellis, esta película, producida por Angelina Jolie, ha sido dirigida por Nora Twomey y adaptada en formato animado en 2017 por su equipo de animación irlandés Cartoon Studios, responsables de las aclamadas Secret of Kells y Song of the Sea. The Breadwinner ha sido nominada en 2018 al Oscar a mejor película de animación y fue galardonada como mejor película en los Premios Annie, en donde se hace este reconocimiento a las cintas animadas.

Esta historia rompe como pocas los parámetros establecidos en el cine de animación, que está reservado casi que exclusivamente a un público infantil. Si bien muchas películas contienen un mensaje que puede ser interpretado de diferentes maneras según las edades, The Breadwinner o El Pan de la Guerra trata temas que pueden llegar a ser más adultos en el momento en que estos tocan la realidad, una que es muy latente y cruda, que busca identificar al público con ella, sensibilizando hasta los más pequeños al percibir cómo puede ser la vida de un niño en un entorno cultural muy diferente al suyo, envuelto en un relato que no solo es oscuro sino también muy real.

Esta es la historia de una niña afgana llamada Parvana, quien al ver como su padre es hecho prisionero por talibanes, se ve forzada a sacar adelante al resto de su familia, que es conformada por su madre, su hermana mayor y su pequeño hermano. Para ello debe disfrazarse de hombre y así poder continuar con la labor de comerciante que tenía su ausente padre.

El sutil equilibrio del mito es llevado a la pantalla que se comporta como un lienzo de sueños que es pintado con trazos de verdad, reflejando en ellos la cultura de estos pueblos en un lenguaje visual diferente, llevando al espectador dentro de sus analogías y relacionándolas con las duras vivencias de sus protagonistas.

Todo esto sucede bajo el marco dictatorial del régimen talibán en Kabul, Afganistán, en donde la interpretación errónea de sus creencias religiosas, la discriminación de la mujer, la violación de los derechos humanos y la pobreza se convierten en razones de peso para que una convicción pueda lograr grandes cambios, aunque estos sean personales. Una bella mezcla entre fantasía y cruda realidad que lastimosamente va a estar vigente en el tiempo y presente en varias partes del mundo.

Programación VARTEX 8

Del 11 al 14 de agosto se realizará VARTEX 8: Muestra de Video y Experimental de Medellín, esta vez en su versión online. Este año traemos una programación diversa que reúne cuatro muestras de exhibición, dos talleres de formación, una master class y una VJ Jam Session Online.

El programa de exhibición se compone de 80 piezas de video que están divididas en 4 muestras: la muestra local que reúne la más reciente producción del video experimental de Medellín, la cual fue el resultado de una selección de entre un centenar de obras recibidas por convocatoria; la muestra nacional y la muestra internacional  “Otros paisajes”, es un proyecto curatorial del artista pereirano Andrés Cuartas, y en las cuales se exploran las relaciones entre el paisaje, el cuerpo y el territorio; y la muestra de videoclip “Influjo experimental”, una curaduría de SoundieClub.

Para la sección de formación se abrieron dos cursos virtuales los cuales agotaron sus cupos. El taller de video glitch: destruye tus archivos de video, dictado por Andrés Cuartas y el curso de Apreciación del video experimental, dictado por el crítico de cine Oswaldo Osorio. Además, tendremos la master class “Arte, Video proyección y luz”, dictada por la artista y VJ Laura Ramírez – OPTIKA.

Como novedad para la muestra, tendremos una VJ Jam Sessión con tres artistas VJ; Laura Ramirez- OPTIKA, Carol Tuberquia y Paula Vélez; allí conversaremos sobre los procesos de creación en el VJ y su relación con el lenguaje experimental, además mostraremos algunos de las últimas exploraciones de estas artistas.

Les compartimos la programación general y los invitamos a que se conecten a través de las páginas de facebook y youtube de Cinéfagos.net para la transmisión en vivo de toda programación.

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El Faro, de Robert Eggers

“Nada bueno puede pasar cuando dos hombres quedan solos en un falo gigante.”

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Por: Mario Fernando Castaño

Sí, “un falo gigante”, esta es la clara y directa definición que el director Robert Eggers da a su película, resumiendo así la historia de dos fareros del siglo XIX que viajan a una isla misteriosa alejada de las costas de Maine para cuidar un faro durante 15 días. Sus planes se frustran debido a una tormenta y se ven forzados a quedarse por un tiempo indefinido, dando como resultado que la locura se haga presente y la convivencia en el aislamiento forzado se vuelva insostenible al chocar sus diferencias personales como ola contra la roca.

Ya Eggers viene imponiendo una forma alternativa de apreciar el terror con La Bruja (2015), creando diferencias en un público que está más acostumbrado a otro tipo de estéticas y argumentos. El Faro (The Lighthouse) en esta ocasión se desarrolla sin pretensiones, definiendo su propio estilo y en dónde todo tiene un propósito. Esto lo apreciamos desde su inicio en un claustrofóbico formato 4:3, que hace ver la pantalla casi cuadrada y con una maravillosa fotografía en blanco y negro que alude al cine expresionista en los albores del cine, creando una atmósfera fría, desolada y amenazante, en donde hasta las gaviotas se convierten en una señal de malos presagios y todo esto ambientado bajo las notas que más bien son sonidos oscuros realizados por el maestro Mark Korven en la banda sonora, acompañando nuevamente a Eggers, esta vez siendo su cómplice directo en llevar al espectador a sentirse incómodo y a pasar por un mal momento que solo los que degustan este tipo de géneros disfrutan con morbosidad cinéfila.

La dupla de actores no podría estar mejor, ellos van de la euforia a la más descarnada de las locuras. Willem Dafoe, por su lado, expone acá una de sus mejores interpretaciones, aludiendo a esos viejos lobos de mar con su jerga, gestos, actitudes y líneas casi teatrales. La larga experiencia del personaje le da el poder de tener acceso exclusivo al faro, con el que guarda una singular relación y que refleja de alguna manera la luz del conocimiento que Zeus guardaba celosamente hasta que Prometeo la robó para los hombres. A su sombra está su compañero, interpretado por un maravilloso Robert Pattinson, un actor que no deja dudas de su calidad, dando vida a una persona que está escapando de un oscuro pasado que lo encuentra hasta este inhóspito lugar, a medida que va acumulando la frustración que se cierra cada vez más al recibir la presencia imponente de su tutor que no para de dar órdenes y comportándose con él de la peor forma, a menos que estén servidas las copas y se pierdan en la bebida, como si así pudieran ignorar y ahuyentar a sus demonios.

El faro, casi como un tercer personaje, se hace sentir, siendo el centro de la discordia y el canal de la locura, su sirena a veces asemeja a una gigante criatura que invoca con su incesante llamado a seres que habitan durante tiempos sin tiempo la profundidad de los océanos. El terror psicológico casi roza con lo Lovecraftiano, llevándonos a dudar de lo que estamos viendo, siendo cómplices del desenfreno, de esa caída hacía lo más oscuro de la naturaleza humana.

Una historia que pasó fugazmente por nuestro país a finales de 2019 y que, al no tener un reconocimiento público, no significa que esta no sea una nueva obra maestra del género del thriller psicológico, sí así la quisiéramos encasillar. Este es un viaje sin retorno a las más retorcidas y maliciosas actitudes del ser humano, en donde no importa que tan lejos queramos escapar del pasado, este siempre nos encontrará y cobrará lo suyo, como si fuera una de esas criaturas milenarias que habitan el plomizo mar y que sin importar el tiempo acuden al llamado de un faro en una isla alejada del mundo.

Fellini años 50 + Kinetoscopio 128

De neorrealista a felinesco

La edición 128 de la revista Kinetoscopio está dedicada al centenario del nacimiento del maestro italiano Federico Fellini. Un completo dossier que recorre su vida y obra de manera informativa, cinéfila y reflexiva. Este es el texto que se ocupa de sus siete películas rodadas en la década del cincuenta.

 

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Oswaldo Osorio

El periodo cuando Federico Fellini hizo un cine que todavía no era felinesco, es tal vez el más sólido y orgánico de toda su gran obra. Su conexión directa con el Neorrealismo italiano puede verse como la principal razón de esta unidad que cruza los espacios, personajes y temas presentes en los siete títulos que firmó desde su ópera prima en 1950 y hasta antes de que realizara La dolce vita (1960), su más célebre película y la que significó el cambio de rumbo de su cinematografía en su viaje hacia lo felinesco.

Antes de debutar tras la cámara, Fellini había estado muy cerca del Neorrealismo, incluso desde la misma película fundacional del movimiento, Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, 1945) apoyando a Roberto Rosellini, con quien seguiría colaborando durante los años siguientes. Pero también en esa época, que se hace extensiva a toda la década del cuarenta, su verdadera vocación se decantaba por el periodismo y el dibujo. Escribió para la radio y los periódicos y, con una habilidad cultivada desde niño, dibujó caricaturas e historietas. La comedia, el mundo del espectáculo, las mujeres, la cultura popular y la cotidianidad citadina eran la base de su material.

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Érase una vez en el Oeste, de Sergio Leone

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Por: Mario Fernando Castaño

Once Upon in Time in the West es una película de 1968 dirigida por Sergio Leone y escrita en compañía de Sergio Donati, Bernardo Bertolucci y Dario Argento. Mientras el sol implacable calienta el desierto, un hombre solitario y sin nombre, identificado solo como Armónica, busca una venganza personal que está reflejada en el pétreo rostro del inigualable actor Charles Bronson, que con su mirada fría y verde contrasta con el calor y el color del desierto; un villano despiadado encarnado por un inesperado Henry Fonda, que siempre había sido “el bueno” y una hermosa, sensual, pero no intachable mujer interpretada por Claudia Cardinale, que encuentra un futuro incierto al ser la heredera de una fortuna producto de la sorpresiva muerte de su futuro esposo, debido a oscuros intereses que están relacionados con el amanecer industrial, simbolizado en la construcción de un pueblo y la nueva ruta del tren.

Estos destinos se van relacionando entre la esperanza, el amor y el desazón del tiempo vivido, en donde el silencio es el artífice del suspenso, del momento esperado que igual es inesperado cuando es atravesado por una bala o por los compases magistrales del señor Ennio Morricone en su icónica banda sonora, evocando romance, misterio, soledad y sangre fría, creando momentos épicos en la pantalla que se van cocinando al fuego lento del sol que es testigo del gran final y de cómo esas eternas miradas se cruzan sin palabras diciéndolo todo y nada antes de que el ineludible final inicie.

Una historia de la que bebería hasta la saciedad el cine de Tarantino mucho años después. Esta es la gran despedida de Leone a su Spaguetti Western, dejándonos en el cine una obra de arte en cada uno de sus fotogramas antes de ir a contar otra inolvidable historia, esta vez en occidente con Érase una vez en América.

Hecho en casa (varios autores)

O el confinamiento creativo

Oswaldo Osorio

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Los curadores y críticos ya nos estábamos preparando para esa avalancha de películas caseras y sobre el confinamiento que se avecinaban. Pero no se acaba aún la pandemia y Netflix ya empezó este ciclo temático y narrativo que durará al menos dos años. Se trata de una serie de 17 cortometrajes realizados por cineastas de todo el mundo y convocados por el director Pablo Larraín.

La colección tiene una obligada variedad ante tal diversidad de estilos, miradas y orígenes: sobresale el documental, por supuesto, aunque también hay un buen número de ficciones, solo uno de corte experimental y se echa en falta la animación. Hay mucha introspección, naturalmente, observación de la cotidianidad y la rutina, y reflexiones sobre el mundo, las relaciones con las otras personas y sobre la condición humana, todo esto consecuencia de experimentar el aislamiento, el confinamiento y de ser testigos de un mundo en crisis. A continuación, la reseña de tres de los cortos.

Viaje al final de la noche (Paolo Sorrentino)

La reina Isabel se queda atascada en el Vaticano durante la cuarentena y el corto es un largo diálogo a través de los días entre ella y el Papa. Ya este es un planteamiento singular y un poco inusitado, pero más lo es la forma como Sorrentino los representa y la clase de diálogos que crea: los personajes son interpretados por sendos souvenirs con la figura de cada uno y sus conversaciones empiezan por lo cotidiano, pasando por insólitos coqueteos, hasta sutiles reflexiones sobre la naturaleza de su labor y lo que representan. Es una historia que tiene la virtud de trivializar lo más solemne y concebir un universo posible lleno de ingenio y humor que contrasta con los aciagos tiempos a los que hace referencia.

Última llamada (Pablo Larraín)

El artífice de esta colección, el mejor director chileno de la actualidad, propone un corto simple y tremendamente cómico. Un hombre ya viejo llama al amor de su vida desde el hospicio en que se encuentra y le declara su eterna pasión por ella, insuflada por la febril emoción de final de los tiempos que le produce su edad y la pandemia. Y lo que parece una emotiva y honesta carta de amor, termina siendo el desenmascaramiento del machismo y elementalidad de la condición masculina ante la inteligencia, fortaleza y empoderamiento de las mujeres. Es prácticamente un chiste de diez minutos, pero no por eso deja de ser una pieza inteligente y cargada de connotaciones existenciales.

Penélope (Maggie Gyllenhaal)

La protagonista de Secretary (2002) y de Histeria (2011), esta vez tras la cámara, crea un sugerente y circunspecto relato sobre un hombre que sobrelleva el duelo y la soledad en una época cuando el sistema solar es atacado por un virus. Más que una historia es una situación: el diario vivir de este hombre en su casa del bosque haciendo tareas cotidianas. Pero esta rutina, eventualmente, es cruzada por acontecimientos tanto anodinos como insólitos y hasta milagrosos. Es una película que logra construir un tono con una extraña mezcla de pesadumbre y esperanza, que mantiene intrigado al espectador todo el tiempo y con un final con varias y agradables lecturas. De todos los cortos, es el que más se parece al cine de siempre.

Her, de Spike Jonze

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Por: Mario Fernando Castaño Díaz

Esta es una película estadounidense de 2013 escrita y dirigida por Spike Jonze (Donde viven los monstruos) y protagonizada por Joaquin Phoenix. Theodore es un hombre de mediana edad, introvertido, que escribe cartas personales para una empresa y que aún no puede superar el trauma de su divorcio. Con el tiempo conoce a alguien que cambia el rumbo de sus días y es la presencia de Samantha, la entidad de un desarrollado sistema operativo que se comunica a través de la hermosa voz de Scarlett Johansson, de quien Theodore se enamora al sentir día a día que no tiene cabida en la sociedad que lo rodea y al vivir constantemente en el pasado, “una historia que nos contamos a sí mismos”.

Esta es una cinta romántica y de ciencia ficción en donde los dos géneros tienen una cabida muy lógica y factible, puesto que las relaciones personales cada vez se pierden más en la falta de confianza, la frialdad y en el que la ausencia del “sentir la vida” es cada vez mayor.

Sin grandes pretensiones presupuestales, la sencillez de Her en medio de su manejo del color, su exquisita fotografía y su atmósfera tan personal nos deja un mensaje sobre el cómo llevamos nuestras vidas, nos invita a reflexionar acerca de cómo las palabras pueden dibujar un universo de sensaciones y en donde el mismo sexo puede ser algo más que el lenguaje corporal. Es una historia en la que el amor se abre camino en medio de circunstancias que para muchos no es concebible, pero que sí lo es para esos seres que viven inmersos en la soledad de un mundo que no los comprende, en la necesidad de amar y ser amados sin importar la raza, el género o en este caso (y por qué no?) en una inteligencia artificial.

Un tal Alonso Quijano, de Libia Stella Gómez

El Quijote punk

Oswaldo Osorio

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Una película universitaria es ya de por sí una quijotada. Si bien Libia Stella Gómez tiene la experiencia de haber firmado ya tres largometrajes, uno de ellos documental, este proyecto se desarrolla con el apoyo de la Universidad Nacional y sus estudiantes. Y tal vez por eso es que esta película tiene un cierto espíritu de búsqueda y riesgo en sus componentes y tratamiento. Con una premisa atractiva por los cruces que propone, construye un relato lleno de variables y connotaciones tanto intimistas como de contexto.

Un viejo profesor de triste figura y un escudero que cuida vacas y caballos tienen una amistad forjada por el amor al Quijote y por cierta naturaleza marginal que los define. Son soñadores, por evasión el uno y por voluntad el otro. Tratan de mantener vivo el universo de Cervantes en medio de la indolencia de nuestro tiempo, abriéndose paso entre tanta violencia y el ruido de los nuevos afanes.

El contraste entre lo elaborado y sensible que puede ser el Quijote y lo básico y rabioso que puede ser el punk es el contrapunto que sostiene el ritmo del relato. La Dulcinea es una joven punkera y un profesor es el mismísimo Alonso Quijano. Pero la identificación con esa joven tiene unas implicaciones más profundas en la historia, ella es la imagen que, para el protagonista, conecta con el violento pasado del país, convirtiéndolo en una víctima más que, como los todos demás, lidia a su manera con esa carga.

Aunque este contrapunto parece lo más visible de la película, en realidad el relato es movido por ese sancho gentil y despistado. Él termina siendo el hilo conductor y el punto de vista. Es el escudero de la trama, quien desenrolla la adversa vida de Quijano y arroja luz sobre los detalles de la historia. Paralelamente, hay una línea narrativa del pasado que está construida inteligentemente, desde el envejecido acabado de la imagen, hasta ese extrañamiento de verla entrometiéndose en el relato, sembrando la intriga en el espectador, a quien le anuncia que esa no solo es una historia de locura y amor a los libros.

Pero, en general, sí es una película sobre la locura, la de un hombre y la de un país sumido en décadas de conflictos y violencia. Y entre la una y la otra el relato juega con distintos tonos: comedia, drama, intriga, película juvenil, farsa y fábula. Algo que no todas las películas que lo tienen logran capitalizarlo, pero aquí no molesta, porque todos esos códigos están orgánicamente integrados en la narración y esta combinación se convierte en una de sus principales virtudes.

A pesar de que a su clímax tal vez le faltó intensidad y que por momentos la puesta en escena parece resentirse del largo y discontinuo proceso de rodaje (con la muerte de su actor principal incluida), se trata de una película entrañable y estimulante, con muchas imágenes bellas y poéticas, como la del Quijote y Sancho cruzando la ciudad en Vespas. Una quijotada como tantas del cine nacional, que también da cuenta de la consolidación de la obra de una de las pocas directoras que tiene el país.

 

Pickpocket, de Robert Bresson (1959)

O cómo recordar el olvido de lo no-ocurrido

Por: Andrés Felipe Zuluaga

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Esta película fue escrita y dirigida en los calores de una revolución histórica del cine, la Nueva Ola Francesa. Discurre la historia de Michel, un joven desempleado con una aparente capacidad de producción conceptual en materia sociológica. Juega a ser un ladrón carterista. Acá Bresson viene con su peculiar expresión del robo de carteras, manos rápidas, planos lentos. Sus personajes, con una consciencia crítica en la mayoría de sus películas, tienen el valor de enfrentarse a un mundo recién modernizado por las industrias capitalistas, aunque ese no sea su más “mínimo” interés en esta película.

Es difícil aprender el arte del carterista, es casi como mágica. Al cabo de unos movimientos ilícitos realizados conscientemente termina en prisión. A la mujer que siempre estaba con su madre, Jeanne, una rubia de cariz tranquilo, sumisa, objetivizada como lo propone una típica sociedad capitalista, de ateísmo reciente, y de heteropatriarcado sin igual. Michel no termina de rechazar su vida de criminal y aprende nuevas habilidades; cuando se entera de que Jeanne está embarazada. Este hecho le hace visibilizar a Jeanne como humano y “enderezar” su conducta hacia un bien social: Al verla sola en un mundo de relaciones de utilidad ilegal como el que proyecta Michel sobre el mundo, participa en la realidad afectiva del otro robado.

Michel asimiló el deber ser de padre y esposo protector. Involuntario desde el punto de vista de la “intención masculina”, puesto que esa “psicodinámica visibilizadora de una relación machista innegable” se le presenta como una posibilidad coherente socialmente (machismo latente, cínico, acrítico e irreflexivo), y hasta cierto punto, descentrado de su matriz de intención principal (El robo, su práctica psico-fisiológica diaria con las manos y su dilema ético).

Por ello no me parece adecuado referir una direccionalidad clara y concisa hacía el feminismo, pero era 1959, sus resonancias se sienten. Quizá juega más con una pregunta existencial intensa que vuelve a los personajes fríos, tan al borde su aburrimiento y su “exceso emergencia de acción” que se vuelcan a lo “ilícito”. O quizá más precisamente el juego de lo extrajudicial y una locura-consciente, cierta capacidad de construir una realidad existencial-conceptual sobre la marcha podría dotar de una cualidad extrajudicial a cualquiera. Pero estos son sueños de postmodernos.

La sexta película de Bresson le deja al mundo entre-pandémico una sospecha respecto a la relevancia, o afección del azar, de lo no planeado, del caos que al fin aceptamos apropiar a nuestra consciencia pre-experiencial de la mañana. Casi adelantándose al olvido de lo no-ocurrido para sumergirlo en sí mismo. El pasado es otra dictadura de la técnica y la vida, lo decía W. Bejamin y Shinji Ikari.

Sumercé, de Victoria Solano

“Cuando será que el pueblo llegue a reinar”

Oswaldo Osorio

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En un país como Colombia el cine de resistencia y denuncia debería ser más frecuente. Con tanta desigualdad social, corrupción política, legislación injusta y crímenes de los violentos es para que cada gran problema fuera un documental. Pero suele presentarse la amenaza de la censura y la supresión por la fuerza, lo cual limita siempre esta vocación en los documentalistas y apenas unos cuantos mantienen ese espíritu del cine del compromiso que alguna vez fue lo que más caracterizó al cine latinoamericano.

Ya Victoria Solano se había aventurado hacia este tipo de cine con su documental 970 (2013), una denuncia contra la resolución que regula el uso de semillas en el país, en detrimento de las semillas de uso ancestral y de los pequeños productores. Ahora, con el lema “Vinieron por las semillas, ahora vienen por el agua”, la directora hace la transición con este nuevo documental a un problema no menos acuciante, el del riesgo en que están los páramos colombianos por regulaciones que, muchas veces, benefician a las transnacionales mineras.

Para exponer el problema de los páramos y los campesinos que habitan las zonas circundantes, Solano les hace seguimiento a tres personajes: Eduardo Moreno, un veterano activista que quiere concientizar a la gente sobre lo que significaría esta gran pérdida para los ecosistemas; César Pachón, un líder campesino que intenta llegar a la gobernación de Boyacá; y Rosita Rodríguez, otra activista defensora de los páramos que trata de apelar a las vías legales.

La mirada que propone el documental guarda un equilibrio entre la cercanía que puede lograr con sus personajes en su cotidianidad y las causas que estos defienden y por las que luchan. Este equilibrio es la base de su propuesta ética y temática, pues con él logra una historia humana pero también de resistencia. Incluso puede llegar a una simbiosis con imágenes de elocuente potencia, como la soledad de una mujer en medio de esa plaza que representa a todo un Estado, o la de un viejo limpiando con su saliva una hoja moribunda, o un fundido a negro justo cuando aparece la primera lágrima.

Con sus tres puntos de vista, el relato da cuenta de diferentes formas de lucha y va presentando los distintos argumentos de una problemática que parece solo significar algo para quienes la tienen cerca. Por eso es importante el estreno de un documental como este, el primero que se hace de una película colombiana en la virtualidad de estos tiempos, en este caso en la plataforma mowies. Se trata, entonces, de cine nacional, relevante y accesible.