Donnie Darko (Rchard Kelly, 2001), es el título de una sugestiva película y también el nombre de su protagonista, interpretado por Jake Gyllenhaal. Aquí lo vemos en el cine, con su novia y su gigante conejo imaginario. Están concentrados mirando la pantalla, pero pronto ella se dormirá, el conejo le dará una orden a Donnie, y éste saldrá a incendiar una mansión, pero volverá antes de que se termine la película…
Familia de conejos
Es todo un misterio, así como lo es casi la mitad de toda la película, esta escena de la cotidianidad de una familia de conejos que aparece de tanto en tanto en Inland empire (2007), la más extraña y turbadora cinta de la ya extraña y turbadora obra de David Lynch. Los conejos departen en su casa y ven televisión. ¿Y qué es lo que ven? Pues la misma película que el espectador está presenciando…
En español de españa esta película se llama El gran salto (1994). Porque en español de Colombia no existió, pues nunca llegó a nuestra cartelera. Tal vez es la más escasa de las magníficas cintas de los no menos magníficos hermanos Coen.
The Hudsucker Proxy, como es su título original, empieza justo con el pobre hombrecito que en esta imagen está a punto de atravesar el alto ventanal, quien parece no encontrarle sentido a su fructífera vida como rozagante capitalista. Los momentos previos no son menos insólitos y fascinantes: su carrera por encima de la larga mesa de reuniones, con todos esos majos hombres de negocios, atónitos, haciéndole una paródica calle de honor.
La historia del ingenuo que llega a salvar la empresa con la invención del Hula-Hula, ya pertenece a la trama de la película, no a este fotograma.
O.O.
A la boda de la pobre Patricia (Frédérique Feder) llegó un grupo terrorista y la secuestró. El grupo se hacía llamar “Acción Mutante”, una tracamanada de subnormales, feos y deformes que anarquizaron a una sociedad de ricos y bonitos. Patricia era la bella hija de un acaudalado comerciante, es decir, el perfecto objetivo militar para la banda.
Ella cometió el error de no parar de hablar y gritar ni por un instante durante su cautiverio. Pues entonces Ramón, el cerebro del encantador grupillo, ¡zas!, que le manda a coser la boca. Y es que aunque por feos y deformes lo han tenido que soportar todo en la vida, la incansable perorata femenina estaba más allá de sus límites.
Acción mutante (1993) es el debut cinematográfico del más genial y extravante director del cine español: Alex de la Iglesia. Aunque parece un inofensivo y guarro cine de excesos y entretenimiento, sus películas siempre aprisionan en su cerrado puño una verdad.
I.M.
¿Qué hace ese gigantesco barco a vapor subiendo por una montaña? Parece una película de fantasía o un absurdo sueño. Pero en realidad esa imagen ocurrió. Aunque lo más sorprendente, es que no sólo ocurrió en la ficción, reconstruida por algún efecto del mentiroso cinematográfico, sino que, efectivamente, ese barco escaló una montaña y llegó al otro lado, en busca de un río.
Esto ocurrió en la película Fitzcarraldo (1982), la delirante historia del hombre que quiso llevar la opera a la selva, realizada por otro hombre, esta vez real, no menos delirante, el cineasta Werner Herzog. Lo que su personaje hizo en la película, las insólitas empresas en que empeñaba su vida, el director alemán lo hizo en el rodaje de sus filmes, especialmente en éste.
Junto a esos dos locos había uno más, el actor Klaus Kinski. Las crónicas del rodaje hablan de una filmación tan tormentosa y pantagruélica como la película misma. Muertos hubo: pobres indiecitos de la Amazonía peruana colonizados por el cine y los dólares, algunos murieron subiendo el barco, esa desbocada nave conducida por tres delirantes.
O.O
Esta impactante imagen es de la película que muchos consideran la mejor de la década del ochenta: Toro Salvaje (Ranging Bull, 1980), de Martin Scorsese. Aunque lo impactante aquí está dado por el escandaloso rojo de la sangre, es una película rodada en un blanco y negro que es una de las virtudes del filme. Aún así, de golpes como el de la imagen está azotada esta cinta.
Pero en realidad lo menos impactante del filme son los golpes, porque más dolorosa y demoledora resulta la historia de Jake La Motta, un boxeador del Bronx que, durante la década del cuarenta, fue campeón mundial de peso medio, pero también pecador y hombre de familia y esposo obsesivo y animal salvaje.
Igualmente, fue una película muy célebre por la transformación física que tuvo que hacer Rober De Niro. Aumentó 30 kilos, ganó un Oscar e inició el mito del mejor actor norteamericano de los últimos tiempos.
O.O
Después de esta “estirada”, Ida Lowry (Katherine Helmond) quedará más joven que su hijo Sam, el atribulado y soñador protagonista de Brazil (1985), esa obra maestra de Terry Gilliam.
En la sociedad distópica y mounstruosa en que viven, en ese futuro-retro dominado por la burocracia y castigado por otras aberraciones sociales, tenía que haber una alusión al enfermizo culto al cuerpo, a la grotesca superficialidad de los que persiguen la juventud y la belleza eterna. Al final, un ataúd lleno de una colada de carne, víceras y huesos, que contiene lo que queda de otra mujer también sometida a constantes cirugías plásticas, parece ser el futuro que igualmente le espera a la vanidosa Ida Lowry.
I.M.
Empezamos por el fin esta sección. O mejor con The End, esa palabra que ya hace parte de la nostalgia del cine porque nunca se volvió a ver. Esa palabra que, al mismo tiempo, era la última imagen que veíamos de una película, el último fotograma después del cual sólo quedaba levantarse de la butaca y salir felices o abatidos del teatro.
El fin de El Fin llegaría, durante la década del sesenta, con la decadencia de los grandes estudios, los cuales se acostumbraron a dar sólo algunos créditos al principio de la película y terminar la historia con el redundante The End, que incluso llegaba a ser contradictorio cuando se trataba de un final abierto.
Ahora es posible ver, al finalizar cada película, una larga lista donde se encuentra hasta el nombre del último carpintero. Y esperamos a que pase, con las luces ya encendidas y ante la impaciencia del proyeccionista, para ver los temas musicales o terminar de escuchar la canción final. Pero en realidad también nos impacienta la infinita lista, y es ahí cuando anhelamos aquella época en que todas las películas acababan, de un tajo, con la imponente imagen que decía The End.
O.O