DIARIO DE ÍÑIGO

Septiembre 8 de 2008. La ciudad sin cine continuo. Interior. Día y noche.
A los cinéfilos más jóvenes les resultará, más que ajena, insólita la posibilidad de que hace apenas un par de décadas la usanza para la exhibición de películas era el llamado “cine continuo”: de 11 de la mañana a 11 de la noche se presentaban dos películas “en rotativa”, es decir, empataban una con la otra. Lo insólito es que el público no se programaba, sino que iba a cualquier hora y empezaba a ver una cinta por la mitad o hasta en su final, para tener que esperar a ver la otra y luego el inicio de la que se perdió (había quienes se repetían la segunda). Una práctica nada ortodoxa que quedó inoculada en los genes de imperfectos cinéfilos, quienes siguen haciendo lo mismo con la televisión. Yo me niego a ver una película empezada. Me he devuelto de la puerta del teatro por haberme perdido los primeros minutos.

Podría empezar una secta cinéfila, fundamentalista, por supuesto, para erradicar esas sacrílegas prácticas: ni películas empezadas, ni crispetas, ni celulares, ni opiniones torpes al salir del cine, ni comentarios como de abuelita viendo la telenovela. Erradicar las expresiones como “Qué película tan lenta” o “Qué buena fotografía”. Todo esto sería una buena base para la nueva doctrina cinéfila, y los templos, pues están por doquier, sobre todo en los centros comerciales.

DIARIO DE ÍÑIGO

Agosto de 2008. La ciudad de las películas dobladas. Interior. Día/Noche.
Por estrellécima vez recibí hoy la queja de un pobre espectador que padeció a Batman: el caballero oscuro doblada. Los únicos que no entienden que es una flagrante traición doblar las películas son los exhibidores. Las atolondradas niñas de las taquillas y los acomodadores zombies ni se enteran. Ante el reclamo, no entienden qué se les está reclamando, porque para ellos la felicidad consiste en no tener que leer subtítulos y nunca echan de menos las voces originales de los actores, que en la película en cuestión, había un especial interés en la del Guasón, con esa voz cavernosa y sicóticamente pausada que usó el ya finado y por los gusanos devorado Heat Ledger. En la España de Franco usaban el doblaje para censurar, para cambiar las palabras y mensajes que para el régimen eran inmorales o subversivos. En nuestras salas de cine no hay tanta maquiavélica premeditación, es simplemente ignorancia y estupidez.

DIARIO DE ÍÑIGO

Julio 24 de Julio de 2008. La ciudad de los estudiantes tontos. Interior. Día.
Hoy padecí a otra estudiante pintándose las uñas en clase. En el futuro será jefe de comunicaciones de alguna gran empresa y tendrá a su cargo a muchas personas más inteligentes que ella. Salvo por un leve comentario para que quedara constancia pública de lo que hacía, no le increpé nada. Ya nunca lo hago. Recuerdo mi indignación cuando, hace muchos años, por primera vez una de ellas se las pintaba mientras veíamos El ciudadano Kane. Ahora entiendo que el problema no es mío sino de ellos, de los estudiantes que llegan a un curso de cine diciendo de antemano que no les gustan las películas en blanco y negro. El cine mudo, por supuesto, lo detestan. Ya no me indignan, me dan un poco de lástima. Les doy acaso una mirada, sintiendo pena por ellos y sus futuros subalternos, y me concentro en los otros estudiantes, en los que les interesa el cine y que serán mejores profesionales y personas viendo películas con y sin color. 

DIARIO DE ÍÑIGO

Junio 23 de 2008. La ciudad del cine de verano. Exterior. Día.

LA cartelera está hecha un asco, puro cine de vacaciones, el cine de verano gringo. Spielberg sigue ordeñando a Indiana Jones, Narnia es la peli fantástica diseñada para hipnotizar con crispetas y efectos especiales a los infantes y adultos infantilizados del mundo, mientras Sex and the City y el Agente 86 son la prueba de que Hollywood, cada vez más, tiene que recurrir a refritar lo que ya se ha quemado en la TV.

De todas formas, voy de mala gana al cine, aunque sea a ver al vejete de Harrison Ford hacer de duro y a la cara de caballo de Sara Jessica Parker (como le dijeron en Ed Wood) a dárselas de sexy. Yo sé que es pura basura de Hollywood. Pero me traiciona mi espíritu vagabundo y reciclador. Algo bueno puede salir de tal bazofia, suele suceder, porque de eso está lleno el cine de aquel vano imperio, de polvo de estrellas que se hace pantano o de basura que, bien mezclada, termina contribuyendo a esa mitología que tanto nos gusta y que nos pone a escribir diarios en blogs donde no nos pagan nada.

DIARIO DE ÍÑIGO

Junio 10 de 2008. La ciudad sin Cine Centro. Exterior. Día/noche.
LA ÚNICA forma de volver a entrar a Cine Centro es abjurando de mi ateísmo y volviéndome cristiano. Porque ese lugar donde tantas buenas películas pude ver, es ahora una iglesia cristiana, como ocurrió con el Odeón y el Capri. También pudo ser un teatro porno, pero sus dueños tuvieron que elegir entre dios y la carne. Aunque yo creo que en realidad fue una decisión por cuestiones prácticas más que morales. Porque si hay algo inmoral, es que se estén muriendo una a una las salas de cine del centro (como ocurrió con las de los barrios ya hace años y con los teatros Junín hace unos meses), pero en cambio estén aumentando las panaderías-lavanderías, los centros comerciales y las tiendas de “todo a mil”. Para ajustar, el último reducto de cine en el centro, las salas del Centro Colombo Americano, peligran en su reconocida calidad por la literal falta de seso de quienes ahora las regentan… Esto no parece un diario, sino un panfleto de denuncia, pero es que el tema calienta la sangre. La puedo enfriar con tres padrenuestros o tomándome una cerveza y viendo porno en internet… Abro la nevera y prendo el computador.

DIARIO DE ÍÑIGO

Mayo 28 de 2008. La ciudad sin cine. Exterior. Noche.
NO hay cine para ver, porque esta ciudad no lo permite, lo tiene restringido a sólo dos o tres películas por semana, como si se tratara de un crimen, de un vicio que se debe limitar. Sólo admite una dosis personal semanal: una superproducción de Hollywood, un filmecito europeo semidecente y algún otro bodrio protagonizado por la estrella (sin aristas) de turno. Y el cine colombiano es como un poste de kilometraje en la carretera: lo vemos cada no sé cuántos kilómetros. Voy más bien a alquilar una película. Pero no cederé a la tentación de siempre, no dejaré que me irrite una vez más mi archi-enemiga: La chica de la video tienda. Fingiré indiferencia y, por dentro, sólo un ligero desprecio. 

 

123