Ceguera, de Fernando Meirelles

La civilización en tinieblas

Por: Oswaldo Osorio

Cierra los ojos y verás, decía  el pensador francés Joseph Joubert. Pero está sugerente máxima, que hace referencia a la lucidez y al entendimiento, está muy lejos de ser asumida debidamente por todas esas personas que en esta película quedan ciegas. Aquí, no ver, es sinónimo de oscuridad total, de la vista y el entendimiento. Esa oscuridad en la que están sumidos todos es tomada por Fernando Meirelles (en su adaptación de Ensayo sobre la ceguera, del Nobel José Saramago), tanto como para crear una trama contada en clave de dramático thriller, como de alusión a la vulnerabilidad de la naturaleza humana y su civilización, la física y la moral.

La verdad es que el esquema que propone, tanto la fuente literaria como el filme, es harto conocido, esto es, poner a un grupo de personas, representativas de la sociedad, en una situación extrema y luego dejar que se desarrolle el drama producto de la tensión existente entre esas otras dos máximas, una que dice que el hombre es malo por naturaleza (Hobbes) y la otra que afirma que es bueno pero la sociedad lo corrompe (Rousseau). El señor de las moscas, de William Holding, es el referente más cercano, pero con el drama adicional de tratarse de niños.

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Azuloscurocasinegro, de Daniel Sánchez Arévalo

La vida de un pan

Por: Oswaldo Osorio

Cuando el cine no se ocupa de grandes temas, es cuando más posibilidades tiene de ahondar en la naturaleza humana. Las historias más simples y que dan cuenta de la cotidianidad o de los problemas comunes de sus personajes, pueden atrapar de igual forma el interés del espectador, pero incluso de una manera más reflexiva. En esta película ocurre justo eso, pues se trata simplemente de la vida de un joven que se encuentra en un momento de su vida en que tiene que tomar decisiones fundamentes, y son esas decisiones las que conforman la esencia de esta encantadora cinta española.

Atrapado en la portería de un edificio de apartamentos, atrapado en el cuidado de su padre y en una vida que no le permite avanzar, ni profesional ni personalmente, Jorge asume su existencia con una entereza y una nobleza que casi lo hacen parecer tonto o pusilánime. Pero en realidad su aparente naturaleza blanda (por eso su amigo, refiriéndose a esto, dice de él que es un pan) es sólo para comprender a los demás, incluso para echarse encima las cargas de otros. Durante todo el metraje el espectador sigue a Jorge en su vida llena de reveses y dificultades cotidianas, pero que para él se van acumulando como un destino trágico.

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Persépolis, de Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud

La técnica hipnótica

Por: Oswaldo Osorio

Ésta es una de esas películas que se esperan con ansia para verla en cine. Desde hace muchos meses está disponible en video, pero ante las referencias de su belleza visual, se hacía imperativo esperar a verla en la gran pantalla y con la textura del celuloide. Y efectivamente, resultó ser un estimulante espectáculo visual, el cual, sin embargo, no tiene una correspondencia con lo que propone y cuenta en esos trazos creados con ingenio y gracia. Es decir, se trata de otra película más cuyas virtudes llegan sólo hasta su propuesta formal, que en este caso, por su belleza, resulta casi hipnótica.

Pero al chasquear los dedos y despertar de la hipnosis formalista, de la muy personal y atractiva propuesta gráfica, sólo es posible ver una historia esquemática en su argumento y en su tratamiento narrativo. Tal vez este esquematismo haya sido heredado de la novela gráfica que le dio origen, donde sí puede ser justificable por la falta de movimiento y banda sonora propios del cómic, pero en la película es una carencia más que evidente. La autora de la novela gráfica es Marjane Satrapi, quien hace en ella historia autobiográfica y, por la fidelidad de la película, aparece como codirectora de la cinta.

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Tropa de élite, de José Padilha

De la favela como género

Por: Oswaldo Osorio

La cinematografía brasileña, como la colombiana, siempre ha estado muy abocada a retratar su realidad, más aún si ésta es conflictiva y violenta. Esta película de José Padilha nos llega precedida de una fuerte polémica en su país, tanto por su tema, las prácticas de un grupo élite policial en las favelas, como por la manera como lo abordó, que ha provocado discusiones entre izquierda y derecha, cada cual atacando la cinta y confirmando con esto lo complejo que es el asunto de que se ocupa. Además de la polémica, también viene coronada por el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlin, lo que le da una cierta legitimidad de calidad que trasciende su, también, enorme éxito de taquilla.

Esta cinta bien podría ser un capítulo más de un género cinematográfico que podríamos llamar “cine de favelas”, del cual también harían parte la popular Ciudad de dios (Fernando Meirelles, 2002) y la premiada Orfeo (Carlos Diegues, 1999). Son películas que se ocupan esencialmente de retratar el universo y la lógica de las favelas, lo barrios marginales de Brasil. Estos filmes generalmente hacen un recuento de los personajes y leyes de este submundo, dando cuenta de la jerarquía del crimen y el vicio. Todo regido por una moral donde la corrupción y las reglas de supervivencia son las que imponen sus valores. Además, también hay sugerida una estética, definida por el colorido, también por el calor, el kitsch y/o la fealdad de la pobreza, la cámara en mano (por los espacios reducidos y sinuosos) y la muchas veces inevitable vertiginosidad (por la violencia y la acción).

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Batman: El caballero oscuro, de Christopher Nolan

Las horas más oscuras de un héroe

Por: Oswaldo Osorio

Con Batman inicia (2006) nació el mejor Batman del cine, aun contradiciendo la regla que afirma que casi nunca las secuelas de una película son buenas y mucho menos la quinta. Las apuestas acaban de subir con ésta, la era Christopher Nolan, cuando su segunda cinta sobre el hombre murciélago sostiene un nivel jamás alcanzado. Esto parece una herejía, porque implica pasar por encima del gran Tim Burton y sus dos primeras entregas, pero es que frente a esta nueva versión se encuentra el talentoso director de Following (1998), Memento (2000) e Insomnia (2002).

Los superhéroes salidos de los cómics casi siempre han sido explotados por el cine para crear películas de acción y aventuras y para hacer alarde de los últimos avances en efectos especiales. Por lo general, después de una primera e impactante entrega viene una seguidilla de filmes menores que sólo buscan capitalizar el éxito inicial. Ocurrió con Supermán en los ochenta y con Batman en los noventa. Esta última saga llegó a un nivel casi indignante con las versiones de Joel Schumacher (Batman eternamente y Batman y Robin), que fueron esquemáticas en su tratamiento argumental, así como chillonas y superfluas en su tratamiento visual.

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Yo, tú y todos los demás, de Miranda July

Soledad, intimidad y mirada perpleja

Por: Oswaldo Osorio

Película inclasificable. De esas a las que realmente se le ajusta el ya tan manoseado término de cine independiente. Pero su independencia no sólo es de un gordo presupuesto o de un gran estudio, sino que es una independencia de espíritu y de las convenciones del cine, que en últimas, es la independencia que importa y la que merece el apelativo. Tal vez eso es lo que pasa cuando una artista del video y el performance decide hacer una película, que no tiene que obedecerle a los esquemas del cine y se puede aventurar a explorar otras formar de expresar y comunicar a través de la imagen en movimiento, y Miranda July, efectivamente, lo logra con esta película fresca, desenfadada y al mismo tiempo sensible y profunda.

Se trata de una película coral, donde no sólo Christine (la misma Miranda July) la protagoniza, sino un grupo de personas de todas las edades conectadas entre sí de distintas formas. Pero la verdadera conexión no está en que sean parientes o amigos, sino en ese sentimiento de soledad que parece cruzarlos a todos, y consecuentemente, en ese deseo de tener compañía, ya sea amorosa o sexual, porque incluso tienden a confundir estas dos cosas. Por eso la “trama” de esta cinta se concreta en las erráticas interrelaciones entre ellos, llenas de búsquedas, confusión y salidas en falso, lo cual a veces acentúa la soledad.

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La desconocida, de Giuseppe Tornatore

Un relato a migajas

Por : Oswaldo Osorio

Desde Hollywood es que nos viene la medida de cómo debe ser un thriller. De Hitchcock a Brian De Palma están planteados los recursos, recetas y hasta el tono en que se ha desarrollado este género cinematográfico que tiene como principal recurso el suspenso, un término que el público ha tomado como el nombre genérico de este tipo de cine. Pero cuando aparece un thriller europeo, muchas veces tiene unos elementos diferenciales que refrescan al género. Y si quien lo hace es un maestro del cine emotivo y hasta ternurista, el resultado es verdaderamente interesante.

Porque si bien a Giuseppe Tornatore todo el mundo lo conoció con la entrañable Cinema paraíso (1988), en su película anterior, que también es su opera prima, Il camorrista (1986), ya se había ensayado en el cine de género, porque se trata de una película de gangsters. Luego vendrían películas como Todos estamos bien (1990), El fabricante de estrellas (1995), La leyenda del pianista en el océano (1998) y Malena (2000), con ese tono cargado de emotividad e inocencia y un dejo de nostalgia que creíamos que era su estilo personal y definitivo.

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El fin de los tiempos, de M. Night Shyamalan

Ensayo de apocalipsis

Por: Oswaldo Osorio


El director de El sexto sentido vuelve con una historia con características similares a las de sus otros filmes, aunque sin el mismo impacto y efectismo, y esto es lo que muchos no le perdonan. Gracias a su gran sentido para el suspenso y su habilidad para contar historias, se le ha llamado el nuevo Hitchcock y el nuevo Spielberg, juntos, lo cual no es nada desdeñable si se tiene en cuenta que esta última es apenas su séptima película. Se trata de una cinta con muchas de las cualidades que han definido su obra, aunque menos vistosa y contundente. Aún así, es una pieza más de una de las carreras más interesantes del Hollywood reciente.

Sus historias son protagonizadas por seres comunes y corrientes y generalmente nobles; la presencia de niños y/o la inocencia, al tiempo que aumenta la tensión, suele ser la fuente de la solución del conflicto; además, son relatos cruzados por un gran misterio, en el cual se basa buena parte de la intriga y el suspenso; y por último, siempre hay una moraleja de fondo, una idea de tono humanista, a veces con tintes espirituales, que termina dándole el sabor final a lo que parecía un simple thriller de puro entretenimiento. A todas sus películas se les puede aplicar este esquema: Señales, El protegido, la aldea y La dama en el agua.

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A través del universo, de Julie Taymor

Todo lo que necesitas es amor

Por Oswaldo Osorio 

Ésta es una película para los amantes de The Beatles, pero también para quienes se entusiasman por los idealismos y luchas de los años sesenta, así como para los que gustan de un cine colorido, apasionado y estimulante. No se trata tampoco de una obra maestra del lenguaje cinematográfico, de hecho, más bien es una pieza imperfecta en su elaboración, sobre todo en su guión y construcción de los personajes, pues tanto el uno como los otros están condicionados por las letras de la música del cuarteto de Liverpool. Pero es justamente esta música y la época que la produjo, la razón por la que un cinéfilo, más aún si es melómano, debería ver esta cinta.

 

Con esta descripción, por supuesto, se está hablando de un musical, pero uno realmente singular, porque está precedido por un mito casi tan grande y popular como el cine mismo, la banda más famosa de la historia del rock, tan famosa como Jesucristo, como alcanzaron a afirmar ellos mismos en su momento y, de paso, a escandalizar a susceptibles ciudadanos que corrieron a quemar sus discos.

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4 meses, 3 semanas, 2 días, de Cristian Mungiu

Los límites de la imagen

 
Por: Oswaldo Osorio

Nuestra cartelera de cine ciertamente es sensacionalista. Que una película gane el máximo galardón del cine mundial, la Palma de Oro del Festival de Cannes, no es condición suficiente para que llegue a los circuitos de exhibición del país. Esto es posible si, además del premio, es un filme rumano sobe el aborto y tratado de forma dura y casi descarnada. Podría decirse, entonces, que una película con un tema polémico, así como su tratamiento y perteneciente a una cinematografía exótica para nuestro medio, tiene más posibilidades de ser traída, como efectivamente ocurrió con ésta.

 

Esta introducción es más por el resentimiento con que, inevitablemente, se debe ver la caprichosa distribución de cine en Colombia, que por la falta de virtudes de la película  de Cristian Mungiu. Porque se trata sin duda de una cinta con una propuesta importante, sobre todo por la forma como plantea su tema y por lo que dice del contexto en que se desarrolla su historia. Aunque de hecho, no es una película fácil, incluso se puede antojar tediosa hasta para los espectadores cinéfilos. Seguramente el boca a boca, la más eficaz de la formas de promoción de un filme, no la beneficiará mucho.

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