Australia, de Baz Luhrmann

La pasión sin pasión

Hasta esta película director australiano Baz Luhrmann era uno de mis favoritos. Había hecho tres excelentes películas (Bailando en tu piel, Romeo+Julieta y Muolin Rouge), una cada cuatro años. Por eso esperaba de ésta una propuesta igual de original y fascinante. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario, una cinta esquemática, predecible y sin el atractivo visual de sus antecesoras.

Era una película sobre Australia con sólo australianos. Por eso prometía ser apasionante y reveladora. Algo así como poder saber de aquel país-continente algo que sólo quienes nacieron allí supieran. Pero nada, sólo ofrecieron una película de aventuras y romance como cualquier producto salchicha manufacturado en Hollywood.

Llena de clichés (empezando por la pareja protagónica), con un componente mágico fantástico que no convence, un villano que da pena y no pone a nadie a hacer fuerza, convencionalismo visual y estético, y con más finales que una historia de amor entre obsesos. Espero que dentro de cuatro años este director canguro se reivindique y nos cuente otra historia sobre “amor”, “Belleza”, “Verdad” y “Libertad”, como lo ha hecho con todas, sólo que en esta última no le funcionó.
I.M.

Ladrón que roba a ladrón

Internacionalidad latina en lata

La tendencia del mercado en el mundo globalizado es la de hacer menos productos pero dirigidos a un público más amplio. Que eso ocurra con una Coca Cola o un automóvil se puede entender, pero que ocurra con la llamada industria cultural, siempre será peligroso por el tipo de “productos” que resulten de esta política.

Ya las telenovelas llevan aproximadamente una década haciéndolo, es decir, unificando la cultura latinoamericana en una sola mezcolanza de acentos, tradiciones regionales y términos, aunque uniformada en la misma historia trillada y melodramática. Eso mismo ocurre ahora con cierto cine gringo hecho por latinos, y la película Ladrón que roba ladrón (Joe menedez) es el ejemplo perfecto de ello.

Se trata de una historia obvia y predecible desde el mismo momento en que se reclutan a los ladrones y se conoce a la víctima. Lo demás, es decir, el ochenta por ciento del metraje, es carpintería, esto es, esperar a que las cosas que sabemos ya que van a pasar pasen. La única sorpresa la da la motivación que tiene el personaje de Miguel Varoni para robarle al magnate de las televentas, pero es una sorpresa más que inverosímil y cursi. Ahora, si se piensa en la saga de La gran estafa (Steven Soderberg), es casi obvio todo lo que esta cinta quiso copiar el esquema, pero, inevitablemente hay que aceptarlo, con la lógica de un subproducto del tercer mundo.

Esa película no es cine, y mucho menos cine latinoamericano, es más bien un producto planificado con muy poca inteligencia y originalidad, con la mentalidad de la industria norteamericana del entretenimiento, y dirigida al sub-continente que ahora no sólo quiere ser conquistado por los gringos, sino que, peor aún, por los latinos que viven en el país de la cultura artificial y empaquetada al vacío.
I.M.

Sex and the city, de Michael Patrick King

Monumento a la Banalidad y al mal cine

Uno de los momentos más emotivos de esta película es cuando la protagonista le regala a su asistente una cartera de marca. La música, los planos, los diálogos y las actuaciones,  dan cuanta de lo emocionalmente significativa que era la situación. Y así toda la película gira en torno a las posesiones materiales, más que al sexo, que poco de eso hay, o al amor, que estas cuatro mujeres escasamente saben qué es.

La célebre serie televisiva de HBO, que tuvo seis exitosas temporadas (1998 – 2004), en la pantalla grande no se ve ni célebre ni exitosa, es más bien un monumento a sí misma, a la superficialidad de sus protagonistas en particular y de las mujeres norteamericanas en general. Porque no es una cosa que tenga que ver con tener poder adquisitivo o no, pues a esa mujer que le regalaron la cartera, con su sueldo de aspirante a asistente alquilaba carteras de marca, lo cual de por sí ya es una monumental aberración.

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