La propuesta, de Anne Fletcher

Matrimonio por conveniencia

Por: Iñigo Montoya

Rara vez una comedia romántica, y en general una película de género, podrá sorprenderlo a uno. Ésta no es la excepción. Se trata del esquema de siempre: chico encuentra chica, uno o ambos mienten u ocultan algo y al final terminan felices. Así mismo, el argumento es el de “matrimonio por conveniencia”, que ya tanto hemos visto antes y cuyo mejor ejemplo, y aún sin superar, es la película con ese título protagonizada por Gerard Depardieu y Andy McDowell.

Pero si bien se trata de una historia que poco sorprende, esto no es obstáculo para que, en general, termine siendo una película entretenida y divertida. Si lo general no es original –no siempre es necesario serlo-, son los detalles y la particularidad de las situaciones lo que hace de esta comedia romántica una historia con chispa e ingenio.

Sandra Bullock demuestra nuevamente su total entrega para hacer el ridículo, y aún así, verse bella y simpática, incluso sensual. Con esta película queda demostrada la naturaleza incombustible de las comedias románticas, eso claro, si sus realizadores saben mezclar bien sus ingredientes, como efectivamente ocurre en esta cinta.

Up, de Pete Docter, Bob Peterson

¿Qué tan alto se puede llegar?

Por: Iñigo Montoya

La última película de Pixar demuestra que si bien no siempre puede llevar más arriba sus propuestas, generalmente se mantiene a la altura de la ya lejana y fundacional Toy Story. Sin crear las historias pretenciosas o alejadas de lo que debería ser el cine infantil (Shrek 2 y 3), las de Pixar suelen ser cintas encantadoras, divertidas, sólidas y entrañables.

Todas esas cualidades se pueden ver en este nuevo filme, en el que sobresale la pericia para elaborar narraciones envolventes y precisas, así como un humor fresco e ingenioso que no tiene que recurrir al mal gusto o al doble sentido. Así mismo, sus personajes en pocos minutos ya se ganan la simpatía del espectador y consiguen ser construidos con una complejidad que parecería excesiva para una cinta infantil, pero que funciona perfectamente para ser entendidos por todos.

Visualmente la animación en 3D es ya poco lo que sorprende, y ahora cualquiera puede hacerla, por eso es que ya la competencia entre productoras y películas no es en la técnica sino en la habilidad para contar historias, transmitir sensaciones y construir universos. El plus lo pone la otra tercera dimensión, la que proporcionan las nuevas gafas con las que se consigue tal efecto y que, si bien cada vez es una experiencia más común, definitivamente hace una gran diferencia con aquellas películas (o teatros) que no cuentan con esta tecnología.

El último gran mago, de William Armstrong

La ilusión de una buena historia

Por: Iñigo Montoya

Una recreación de la vida del Gran Harry Houdini, el más grande ilusionista de su tiempo. Toda la historia se centra en la obsesión que este hombre tenía por comprobar científicamente la existencia de la vida después de la muerte, para lo cual reta a todo tipo de espiritistas, aunque con la secreta intención de desenmascararlos.

Hasta aquí resulta un planteamiento llamativo y con muchas posibilidades, sobre todo cuando una bella espiritista y su hija caen en gracia del gran escapista y empieza un juego entre el amor y el reto profesional que emociona e intriga aún más.

La suerte que tendrá la espiritista ante el reto de Houdini y la forma en que ambos deberán lidiar con la atracción que existe entre ellos, trae la ilusión de una emocionante e ingeniosa historia que sorprenderá y hasta algunas cosas significativas dirá. Pero unos minutos más y nada de eso pasa. Todo el relato se empantana en una ambigua relación entre los protagonistas que no lleva a nada.

Todo el encanto de una época (finales de los años veinte) y el misterio de una personalidad histórica de este calibre, prometen mucho en la primera media hora, pero luego languidece en un melodrama romántico sin fuerza alguna, para finalmente esfumarse cual truco de ilusionista principiante.

Ángeles y demonios, de Ron Howard

De best seller a carrera  de observaciones

Por: Iñigo Montoya

Otra película cuyo máximo valor es haber sido un libro vendido por millones, una razón que, la más de las veces, resulta ser más bien digna de desconfianza. Lo que es masivo, por lo general, está hecho de fórmulas probadas, esquemas y estereotipos, adosado con algo de sensacionalismo. ¿Y qué más sensacionalista que un complot en el seno del Vaticano o la muerte de un Papa, más aún si hay sospecha de asesinato?

Esta película es un thriller policiaco en el que la intriga, los crímenes y los espacios en que se desarrolla tienen el atractivo adicional de estar relacionados con la historia de la Iglesia Católica y todos sus secretos y leyendas, un suculento material para crear una historia policiaca y darle un contexto que la haga parecer muy sesuda y muy profunda.

Pero nada de eso. Apenas la superficie de esa historia, sus diálogos y causalidades, están construidos a partir de ese complejo material, pero el corazón de la historia, lo que le importa a su director, es contar un relato de intriga y misterio a partir de un esquema harto elemental y conocido: Un asesino que deja indicios de sus futuros crímenes y un investigador que siempre va un paso atrás y que sólo en el último momento consigue llegar a tiempo.

Por eso la dinámica dramática y narrativa es tan simple como el hecho de que después del primer crimen sigue el segundo y después el tercero, como una carrera de observaciones, mientras los héroes y espectadores recorren el camino ya trazado y conocido hacia el predecible final, donde siempre tratan de hacer un giro insólito, al que es fácil de adelantarse, simplemente es desechar las falsas pistas obvias y pensar en el menos pensado.

En definitiva, es una gran producción, llena de todo eso que bien sabe hacer Hollywood: persecuciones, explosiones y grandes efectos, creada para entretener y cautivar la atención mientras ocurren las cosas, pero al empezar los créditos finales, ya nada queda en el seso del pobre espectador, eso a pesar de la palabrería y referencias históricas con que se arropó este simple thriller de “Sigo las pistas que el asesino me dejó para capturarlo, y lo capturo.” 

X men los orígenes: Wolverine, de Gavin Hood

El arma X diseñada para los fans

Por: Iñigo Montoya 

Secuelas, precuelas, viruelas y triquiñuelas. La industria del cine no se cansa de exprimir una veta que le dio éxito y fortuna. Pocas sagas han hecho que realmente valga la pena su existencia, por el bien de su historia, sus personajes y sus creadores, pues muchas de ellas terminan por cansar al espectador que, cuando ve cada entrega, se siente como cuando sucumbe en la televisión a esas telenovelas a las que les alargan el final para mantener la caja registradora contando.

Guardadas las proporciones, algo así ocurre con la saga de los X-Men. Muy interesante la primera parte, realmente buena la segunda y ciertamente decepcionante la tercera. Ésta nueva entrega, que si bien llega de cuarta su historia sucede antes de lo que cuenta la primera (por eso se llama precuela), sin ser la gran cosa ni  otra cosa desastrosa, sólo viene a reciclar esquemas y fórmulas que ya bien conocemos de sus tres hermanas, y por eso, termina siendo más de lo mismo sin ningún plus que llame la atención.

Woverine aquí hace de chico rudo y solitario, justo y políticamente correcto. Por eso se parece más al estereotipo del héroe de acción que a la naturaleza ambigua e intrigante de todo X-Men. Y encima pasa lo predecible, con la chica, con su hermano, con el coronel que los manipula, en fin. Por eso se trata de una cinta que, para los que no son fans, sólo alcanza a ser entretenida y con la cuota necesaria de secuencias de acción y efectos especiales.

Antes que el diablo sepa que has muerto, de Sidney Lumet

Hermanos de sangre

Por: Iñigo Montoya

Hay directores con los que no se debe pensar dos veces ir a ver sus películas. Lumet es uno de ellos, por muchas razones: ha hecho poco más de cuarenta películas, aún a los 83 años sigue siendo lúcido y contundente, es autor de un inigualable puñado de clásicos (Doce hombres en pugna, Perros de paja, Network, Tarde de perros, Sérpico, El veredicto) y su cine siempre está poniendo en cuestión la ética y moral del sistema y del hombre contemporáneo.

Esta película, como su título lo indica, es un descenso a los infiernos, o al menos una promesa de que eso le pasará a sus protagonistas. Lo más impactante de esta historia  es que está protagonizada por hombres ordinarios, ciudadanos de bien, comunes y corrientes, con esposa, hijos, familia tradicional, corbatas y cuentas por pagar. Pero es este último aspecto el que termina por conducirlos a desmoronarse en un abismo de corrupción y culpa.

Tanto los dos hermanos que, para salir de sus apuros económicos, deciden atracar la joyería de la familia, como el mismo padre de ellos, terminan envueltos en una intrincada trama de desesperación, culpa, desconfianza y asesinatos. Es por eso que el contraste entre el ambiente de normalidad de sus vidas, su trabajo y su casa, en relación con la espiral criminal en que se ven envueltos, es el lo que lleva a este relato a revelarnos la vulnerabilidad a la que puede estar expuesto el hombre actual, sumido en su vida consumista y llena de vicios con los que se busca paliar la infelicidad.

 La película está narrada de forma fragmentada y dando saltos temporales y de puntos de vista, pero no tanto porque está de moda este tipo de relato, sino porque –y éste debería ser el criterio siempre- el énfasis que se le quiere dar a la historia tiene que ver con las decisiones morales que toman los personajes en relación con los demás, quienes, y aquí es donde se concentra la contundencia de este drama, son los integrantes de la misma familia.

Aunque no se trata tampoco de una obra maestra, estamos ante una película estimulante en su narración y que nos deja pensando en sus personajes y en esas decisiones morales que toman, así como las consecuencias de esas decisiones. Es un thriller moral protagonizado por muy buenos actores de Hollywood que, con películas como ésta, hacen la diferencia con tanta películita de robos y asesinatos que nos llega de esa factoría.  

Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda

Nunca hay que olvidar

Por: Iñigo Montoya

El director de la bienamada La lengua de las mariposas vuelve con una historia que tiene mucho en común con aquel conocido título. La infancia, la guerra civil española, el papel de la iglesia y la educación, así como un desenmascaramiento de la represión y la intolerancia de un sistema totalitario, son los elementos esenciales con los que está construida esta película. 

Pero quien crea que va a ver una película emotiva y divertida como La lengua de las mariposas o muchos de los otros títulos de este director español, mejor que se prepare para una mirada un tanto más áspera y dramática. Durante toda la historia la familia protagónica es prácticamente asediada por un sacerdote, que es el maestro del niño. 

Basada en una novela de Alberto Méndez, la película no es nada generosa con la mirada que hace de este sacerdote y la institución a la que pertenece. Se trata realmente de un “villano de película”, y justamente este esquematismo le quita un poco de solidez a una cinta que sabe construir muy bien sus otros personajes, así como una atmósfera de zozobra y opresión que es planteada como una frontal denuncia a la historia española. 

Aún así, se trata de un filme de gran fuerza en cuanto a sus planteamientos: la denuncia al sistema, el retrato de una familia librepensadora y la recreación de una oscura época que España no se cansa de hacer objeto de sus películas.

La guerra civil española terminó hace sesenta años, y siguen haciendo películas sobre ella, pues son concientes de que nunca hay que olvidar. Algo que deberían tomar en cuenta aquellos que piden a gritos que no se hable más de los problemas colombianos en el cine.

Monsters Vs. Aliens

La doble lectura del cine infantil

Me ha sorprendido encontrar que hay una cierta animadversión por esta película. Tal parece que la impresión que dejan los cortos promocionales de esta cinta infantil, contrario a su objetivo, está dando la idea de ser una película sin atractivo alguno. Pero eso sólo es una impresión de quienes juzgan las películas por los cortos, pues si bien no estamos ante una gran obra, sí tiene todos los elementos que buscan quienes gustan del cine infantil, no importa su edad.

 

Lo que uno le pide a una película infantil es que sea inteligente y, en lo posible, original. Nada peor que las cintas que subvaloran a su público y creen que con sólo una trama de personajes tiernos, amenazados por malvados pero tontos villanos, es suficiente para entretener a su público. O las que son demasiado pretenciosas, como Coraline, por ejemplo, o las que se pierden en cargadas tramas o chistes de mal gusto y un sinfín de referencias, para tratar cubrir un público mayor, como ocurre con Shrek El Tercero.

 

A despecho de su título, lo atractivo de Monsters Vs. Aliens no es tanto la confrontación entre los monstruos de la tierra y lo alienígeneas. El verdadero conflicto de la historia está en el hecho de que estos “monstruos” son diferentes a todas las demás personas y por eso son excluidos o mirados con temor. De ahí que el verdadero triunfo de los protagonistas no tiene que ver tanto con vencer a los invasores, sino con asumir su identidad como monstruos y  como seres distintos.

 

Por lo demás, es una película que tiene como su principal atractivo, además del nuevo sistema de 3D, su humor ingenioso y hasta elaborado. Solo basta con mencionar el tratamiento que le dan al presidente de los Estado Unidos, de quien se burlan y parodian de todas las formas posibles. Los niños verán en él a un personaje cursi y divertido, pero los adultos harán una lectura de fina sátira política. Ése es el ideal de una película infantil, que consiga ese doble registro, sin que uno u otro público se recienta. 

I.M.

Chef a la carta, de Nacho Velilla

Un plato con todos los ingredientes

El título de este texto puede ser tomado de dos formas opuestas: se puede referir a una película que lo tiene todo, por lo cual es muy buena, o también a una cinta que, por quererlo tener todo, es irregular en sus resultados. Y la respuesta correcta es… la segunda.  

 

Ciertamente es una película divertida y entretenida, pero demasiado cargada de todos esos elementos que, supone cualquier director de comedias, es infalible con el público: sexo, enamoramientos, picaresca, personajes coloridos, ráfagas de diálogos, niños, salidas del closet, fútbol, una pizca de drama y coronado con una tierna moraleja a modo de cereza. Para cumplir con todos los requisitos obvios de las comedias sólo faltó un perrito.

 

Aún así es una comedia con muy buenos momentos, realmente hilarantes y cargados de diálogos ingeniosos y eficaces. Una comedia muy española y para el gusto general, lo cual siempre se agradece al final de una jornada pesada, aunque no tanto como punto de referencia del cine español y las comedias que preferiríamos en nuestras salas.

I.M.

Fragmentos del destino, de Jieho Lee

 

Sin la alquimia del cine

Si una película se pudiera juzgar sólo por el guión y el reparto contratado para darle vida, pues esta cinta sería una muy respetable pieza. Sin embargo, como se sabe, la alquimia del cine está en el talento que el director y su equipo tengan para saber plasmar en la pantalla lo que en principio solo son buenas intenciones sobre el papel.

 

La película propone una estructura que parece original. Se trata de varios personajes que, con una situación general que los une, se van relevando en el protagonismo de la narración. Aunque se mira bien, se trata sólo de una variable de esa tendencia que tan de moda ha estado últimamente, ésa que fragmenta historias, personajes y narración, muchas veces sólo por el puro gusto, como 21 gramos o Babel.

 

La cinta es un thriller donde los personajes que más permanencia tienen son los gángsters. Trata de decir algo sobre el destino de cada uno y cómo unas vidas determinan otras, pero en últimas, si bien por momentos trata de ser entretenida y hasta interesante (sobre todo el personaje de Brendar Fraser, el que puede ver el futuro), finalmente todo se queda en puro artificio argumental y visual, y lo más grave es que tiene el peor problema que pueda tener un thriller: ser previsible.

I.M.