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¿Desaparecieron los emos, floggers, hippies y rockeros?

Las tribus urbanas ya son parte del paisaje urbano. Aún se ven entre adolescentes, sobre todo en los colegios. Recuérdelos.

Periodista convencida de la función social de su profesión, de la importancia del apoyo mutuo, la educación y el arte.

09 de junio de 2022

El concepto de “tribu urbana” circuló en las conversaciones de jóvenes, adultos y académicos hace por lo menos 15 años. Emos, floggers, hippies, rockeros, punkeros eran definibles e identificables: ropa de colores vibrantes o muy oscuros, botas robustas o zapatos Converse, desánimo ante la vida o presunción de rebeldía.

Durante la adolescencia los seres humanos ganan autonomía y libertad, observan el mundo y a sí mismos de forma consciente, dice Carlos Darío Patiño, docente de Psicología de la Universidad San Buenaventura. “Se van reinventando a sí mismos permanentemente, modifican con lo que se identifican y lo que los singulariza”.

Fenómenos juveniles como los referenciados tienen un carácter transitorio, continúa él, porque llega la adultez, un período de la vida más largo y en el que ya suele haber una identidad establecida. “Las Ciencias Sociales y Humanas dependen de la vida cotidiana, hay fenómenos llamativos que con el paso del tiempo van siendo sustituidos por otros que llaman la atención”, agrega el docente, de ahí que a día de hoy, aunque sigan existiendo grupos de este tipo (reinventados y con transformaciones), el concepto de tribu urbana haya caído en desuso: la sociedad ha mutado.

Algunas precisiones

Las tribus urbanas se entienden como grupos de personas, en su mayoría adolescentes, que adoptan determinada forma de vestir y hábitos conforme a una ideología, “su uso sigue siendo correcto a pesar del paso del tiempo”, puntualiza el psicólogo de la Universidad El Bosque, Gustavo Campos Orbegozo, “siempre y cuando se respete su concepto y definición convencional”.

La acotación de “urbano” tiene que ver con que tienden a ser más comunes y visibles en las ciudades, en ocasiones con una influencia tal que logran vincular a individuos ubicados o que migran de otros contextos como los rurales e indígenas.

Así, vestirse de forma similar, elegir colores oscuros, ropa ajustada, peinados característicos, asumir costumbres, prácticas y pensamientos es suficiente para encajar en la idea de tribu urbana. “No todas tienen el mismo grado de complejidad o una identidad marcada”, precisa Samuel Taborda Ríos, psicólogo clínico, infantil y juvenil, “en ocasiones estos grupos son simplemente los que conforman los fanáticos de un artista o de una tendencia”. Podrían referenciarse también como tribus urbanas los denominados “club de fans” y los gamers. Lo más importante es que entre los miembros persista un vínculo estrecho que a su vez los independice de una cultura “mayor” o general, de manera que lucen autónomos con respecto a ella.

¿Cómo han cambiado?

Entre los grupos más comunes presentes en Colombia, sobre todo en los colegios, señala Taborda, están los punks, los geeks o frikis (fans de series, películas, etc), los gravity bike (montadores de pequeñas bicicletas a gran velocidad), otakus (seguidores de cómics japoneses relacionados con el anime y el manga), emos y gamers. Todos ellos se han ido modificando con el tiempo, dice el especialista, sobre todo por el desarrollo de internet. “Ahora es común encontrar, por ejemplo, grupos de jóvenes virtuales, más que todo aquellos relacionados con juegos en línea”.

La idea de sociedad ha sido reemplazada por la de mercado y el mercado virtual es el que tiene más fuerza entre los adolescentes, añade, “los videojuegos son ahora un campo de acción amplio que se relaciona con el placer. Los adolescentes han comenzado a construir un mundo separado al de sus progenitores, tienen sus propios valores y normas”.

Para profesionales como Patiño, el avance de los años ha llevado a normalizar aquellas actitudes y modos de vida que se amparaban bajo el concepto de tribus urbanas. “Fueron mutando y entraron a ser parte del paisaje urbano, son ya tan normales que dejaron de llamar la atención de propios y extraños”, además quienes iniciaron estas tendencias son, a día de hoy, adultos.

Los adolescentes de ahora fueron ingresando a dinámicas similares, pero sin guardar ciertos códigos. Hubo mutaciones, “ya no se trata tanto de la visibilización a través de su estética corporal o sus atuendos, sino de un sentimiento profundo de fidelidad”.

Los grupos se han mantenido, pero su interés ha dejado de ser mostrarse, además fueron emergiendo otros fenómenos como el barrismo social y la cultura del reguetón hacia los cuales comenzaron a virar las ciencias sociales.

¿Y si mi hijo está en alguna?

En caso de que tenga bajo su responsabilidad a un adolescente que está inmerso en dinámicas asociadas a alguna tribu urbana, deberá tener en cuenta que es normal, pues por su edad se encuentra en la construcción de una identidad y llegan a las tribus motivados a encontrar una red de apoyo.

De acuerdo con el psicólogo Campos, los padres y cuidadores deben servir como anclaje en ese proceso de autoconocimiento y afianzamiento de la identidad, “partiendo siempre de infundir valores y principios, para evitar que caigan en el consumo de drogas o adopten comportamientos que puedan atentar contra su propia integridad”.

Generar espacios de diálogo con ellos es clave. “Ahora muchos se sienten solos porque sus padres trabajan largas horas y hay poco tiempo para compartir en familia”, dice Taborda y agrega que, en caso de que su hijo llegue un día a casa con el cabello pintado, los ojos delineados o una gran cresta, trate de mantener la calma, “puede parecer obvio, pero respire profundo y piense bien antes de hablar. Empiece por entender que los adolescentes están en una búsqueda, no hay que satanizar esas expresiones”. Escuche y acompañe.

Las alarmas deben encenderse solo si los adolescentes muestran conductas autodestructivas, se tornan agresivos, abusan del alcohol o las drogas. Así mismo, si descuidan ámbitos de su vida como el trabajo, el estudio o el cuidado. En cualquiera de esos casos busque ayuda de un profesional en salud física y mental.