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Ojo con las horas de las comidas

Al retrasar la alimentación se alteran los relojes internos del organismo y los procesos metabólicos del cuerpo.

05 de junio de 2017

Un atraso en el horario de la alimentación a lo largo del día reinicia uno o varios de los relojes sincronizados con el ritmo circadiano de 24 horas de las personas.

Bien sabido es desde hace tiempo que el cuerpo humano se comporta en un ciclo de 24 horas controlado por un reloj central en el cerebro y varios periféricos en otras partes del cuerpo que actúan de manera sincronizada.

Si se atrasa alguno de los horarios de las comidas, al menos uno de esos se puede resetear dijeron los investigadores en un artículo que apareció en Current Biology.

Este hallazgo, que por primera vez relaciona el horario de las comidas con el ritmo circadiano, sugiere que horarios regulares de alimentación pueden ayudar a las personas a mantener sus relojes en perfecta sincronía.

A la vez, sugiere que el manejo de la alimentación podría ser útil en los casos de jet lag cuando se viaja a través de los meridianos. Una alternativa que no debe ser descartada.

También puede ayudar en situaciones de modificación del horario laboral.

El azúcar

Jonathan Johnston, investigador de la Universidad de Surrey, explicó que “un retraso de 5 horas en el tiempo de la comida provoca un retraso similar en los ritmos internos del azúcar en la sangre. Pensamos que se debe a cambios en los relojes en nuestros tejidos metabólicos, pero no en el reloj central del cerebro”.

Los investigadores ya conocían que el sistema de relojes del cuerpo y el control metabólico estaban estrechamente ligados. También se ha mostrado que los ritmos circadianos responden a las comidas. Pero, explicaron, solo recientemente comenzó a ser posible estudiar marcadores relevantes en varios de los relojes del cuerpo, dentro y fuera del cerebro.

En este estudio, Johnston, Sophie Wehrens y colegas, enrolaron 10 jóvenes saludables en un experimento de 13 días en laboratorio. Los 10 consumían las tres comidas con 5 horas de intervalo. Todas contenían la misma cantidad de calorías y de macronutrientes.

Cada uno de los participantes comenzó con un tiempo de alimentación 30 minutos después de despertar y luego, al acostumbrarse a comer temprano, cambiaron a una comida servida cinco horas más tarde durante seis días.

Tras completar cada horario de comida, todos estuvieron en 37 horas de rutina especializada de laboratorio que permitió medir sus ritmos circadianos internos. Esa rutina incluía luz tenue, pequeños pasabocas, actividad física limitada y nada de sueño.

Hallazgos

El cambio en el horario de alimentación no pareció influir en el hambre o en el sueño de los participantes. No modificó los marcadores en el reloj central del cerebro, incluyendo los ritmos de la melatonina y el cortisol, ni tampoco el reloj de la expresión de genes en la sangre. Pero los investigadores descubrieron que el retraso en el horario de alimentación afectaba de manera significativa los niveles de azúcar en la sangre. Luego de las comidas tarde, los ritmos del azúcar se retrasaban más de cinco horas en promedio.

“Preveíamos ver algunos retrasos en el ritmo luego de las comidas tarde, pero el tamaño del cambio en el azúcar en la sangre fue sorprendente. Al igual que otros ritmos metabólicos, incluyendo la insulina en la sangre y los triglicéridos”, comentó Johnston.

Se detectó además que la expresión rítmica de un gen que codifica un componente básico del reloj se retrasó una hora en el tejido adiposo. Los hallazgos muestran que los relojes moleculares en las personas pueden estar regulados por el horario de las comidas y que esos cambios pueden activar modificaciones en los niveles de azúcar en la sangre.

Así que si se sufre de jet lag o problemas por el cambio laboral, variar el tiempo de alimentación podría resincronizar los relojes internos.

Pero si esto trae otras consecuencias en la salud es un tema que queda pendiente.

El trabajo comienza.