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¿Colombia planteó objetivos imposibles en la COP26?

Colombia presentó su estrategia a largo plazo en la Cumbre de Glasgow. Las metas son difíciles de cumplir.

Periodista de la UPB. Amante de las historias y de las culturas. Estoy aprendiendo a escuchar y a escribir.

03 de noviembre de 2021

A 8,277 kilómetros de distancia del área metropolitana del Valle de Aburrá, en Glasgow, Escocia, el presidente Iván Duque Márquez y el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Carlos Eduardo Correa, presentaron este lunes la llamada Estrategia Climática de Largo Plazo de Colombia, E2050, que plantea las metas del país para aportar a la lucha contra el cambio climático.

Lo hicieron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2021, que es la 26° Conferencia de las Partes, o COP26. Este evento es considerado por muchos la última oportunidad para salvar el mundo de una catástrofe a causa del aumento de temperatura superior a los 2 grados centígrados. Pero, para otros, incluida Greta Thunberg, es puro blablabla de políticos y personas en el poder que fingen tomarse el futuro en serio mientras solo maquillan de verde sus acciones.

Allí, Colombia fue felicitado no solo por ser de los pocos países que sí han planteado metas a largo plazo, sino por la ambición de las mismas. Son ambiciosas, sí, casi imposibles. ¿Podrán cumplirse para los plazos de 2030 y 2050 establecidos o se quedarán en el papel y serán solo blablabla?

La propuesta

La E2050 propone que el país, para mitad de siglo, reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en 51 % y logrará ser un país carbono neutral, que disminuirá en 40 % el carbono negro y que para 2030, menos de 10 años, llegará a tasas de deforestación cero. Además, para 2022, sembrará un total de 180 millones de árboles y para finales de este año tendrá protegidas 30 % de las áreas del país y 500 empresas en el programa Carbono Neutral (ya hay 100).

Se suman el pago por servicios ambientales, el trabajo con comunidades indígenas, el desarrollo de cadenas de valor con productos de la Amazonía y la multiplicación, por más de 100 veces, de la capacidad instalada de energías renovables.

Metas ambiciosas

Colombia solo emite 0,6 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Algo así como si tuviéramos 100 manzanas y en una de ellas un pedacito pequeño, del tamaño de un mordisco, estuviera podrido. La responsabilidad de este país, entonces, parece mínima ante el cambio climático, ¿verdad?

Pero no es así. En realidad, cada país cuenta e influye, aunque sí es cierto que hay quienes tienen más emisiones y, por lo tanto, más responsabilidad. Además, Colombia también es culpable: las tasas de deforestación llegaban a 197.159 hectáreas hasta 2018.

Por esto son importantes las estrategias, que para este caso se diseñaron en nueve líneas de trabajo que permitirán alcanzar la resiliencia climática, según Francisco Charry Ruiz, director de la Oficina de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia: ampliación del conocimiento, una gestión integral de la biodiversidad, producción y consumo sostenible, transición justa de la fuerza laboral, desarrollo rural, marino y costero diferenciado, ciudades y regiones resilientes, matriz energética diversificada, movilidad e infraestructura sostenible y aumento de la capacidad de adaptación del país frente al cambio climático.

La E2050, por muy formal que suene y aunque se presente ante la COP26, es aspiracional y no vinculante, lo que implica que es un referente del cambio mínimo necesario basado en proyecciones, continúa Charry. En palabras más simples, no es una obligación para nadie, pero sí un ideal.

¿Solo blablabla?

No más explotación de la naturaleza, de las personas y el planeta y no más blablabla y promesas fingidas gritaba Thunberg en medio de un grupo de manifestantes en Festival Park en Glasgow ayer.

A Colombia la felicitaron por la ambición, pero esto puede ser riesgoso y se debe analizar. Sobre todo porque van más de 30 años de reuniones y negociaciones en la que los países dicen y hacen promesas y no pasa nada, y parece indicar que esta COP26 va por el mismo camino, dice Andrés Gómez, investigador del Área de Energía y Justicia Climática de Censat Agua Viva Colombia: treinta años desde el protocolo de Kioto donde se pidió reducir emisiones pero “son las tres décadas en las que más hemos emitido”. Este evento corre el riesgo de ser una simple reunión de negocios donde se sigue conservando el mismo sistema económico, pero pintado de verde.

Analicemos los principales objetivos: primero, lograr un país carbono neutro. Esto implica que las emisiones que se producen sean iguales a las oportunidades de captura de gases que hacen sumideros como los bosques. En otras palabras, que el problema y la solución se den en igual medida para lograr un balance, un cero.

Dice Gómez que esto es una imposibilidad teniendo en cuenta las condiciones del país. Ahorrar 169 millones de toneladas de carbono equivalente (la meta) no podrá lograrse porque solamente con 25 % de las reservas ya existentes de yacimientos no convencionales se generarían 6.500 millones de toneladas; así que tendría que dejar de hacerse fracking y la minería y el país ha demostrado que no está dispuesto. “No se puede ser ambicioso cuando se pretende seguir intensificando el mismo sistema extractivo”.

Según Óscar Mesa Sánchez, profesor titular de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia, el problema radica en los datos con los que se trabaja: las cifras de los estudios de las emisiones y de la deforestación con los que trabaja Colombia deben revisarse porque podría estar exagerando. “En el protocolo de Kioto, por ejemplo, tenían datos que podrían estar aumentados, exagerados, para que cumplirlos fuera fácil”. Es decir, inflar la cifra, hacerla parecer más difícil. Para disminuir las emisiones, añade, se tendrá que trabajar sobre todo en el sector de transporte, incursionar en carros eléctricos, nitrógeno, pero eso no se está haciendo lo suficiente y aún falta mucho.

La segunda y tercera meta son sembrar árboles y lograr deforestación cero para 2030. No será posible, o al menos será difícil, entre varias razones porque el Gobierno no tiene presencia en muchas zonas del país y no basta con plantear leyes ni declarar áreas protegidas. Debe haber presencia suficiente del Estado y trabajo con las comunidades para combatir la deforestación y sus causales, como el narcotráfico, añade Mesa.

Reducir las emisiones en 51 % es otro objetivo. Para superar los 1,5 grados centígrados límites determinados en el Acuerdo de París son necesarias emisiones de 360 gigatoneladas de carbono equivalentes, y hasta ahora se queman cerca de 41 gigatoneladas. Eso implica que en tan solo nueve años se superará el límite. Y a Colombia aún le falta mucho camino para poder reemplazar la gasolina y el diesel.

Una alternativa más viable y real para cumplir objetivos sería hacer un cambio de todo el sistema económico y cultural, educar a las personas, modificar el modelo productivo y dejar los fósiles donde pertenecen: enterrados en el subsuelo, haciendo cero fracking y cero minería. La ganadería, con el silvopastoreo, por ejemplo, sí pueden ayudar a disminuir las emisiones, pero dice Mesa que no alcanzarán a ser neutras ni en su campo ni en el objetivo general de 51 % porque su impacto es mínimo dentro de la gran emisión. La clave está en reducir las emisiones del transporte.

La ambición del Gobierno suena esperanzadora y sería ideal, pero de nada vale dejar esas metas en palabras. Colombia, entonces, deberá demostrar una ruta de trabajo clara y delimitada año tras año, al igual que sus resultados, con lo que Mesa explica como interés compuesto que es plantear un porcentaje anual pequeño que, en 10 o 20 años, tendrá impacto considerable. Algo así como proponer una disminución anual de 5 % en las emisiones, que en 10 años tendrá impacto mayor. Así que, más que ambición, se requieren objetivos al alcance.

Además, si bien esta estrategia es un proceso abierto y participativo, no deja de ocurrir lejos. Lejos de las comunidades, de los más vulnerables, de los problemas reales, de las enseñanzas de los indígenas. Y son los políticos, los gobernantes, quienes muchas veces desconocen la realidad de sus poblaciones, aunque hablen en representación de todos.

Desconocen que la Tierra está viva. Que tiene venas por las que le fluye sangre y tiene pulmones con los que respira y que se enferma y muere. Que dañar un lugar es como perder una extremidad y cambiar el ciclo del agua es como bloquear el flujo de la sangre. La Tierra está viva, dicen los Kogi, una civilización indígena escondida, impenetrable, entre el verde de la montaña a cinco millas de altura en la Sierra Nevada de Santa Marca en la costa caribe colombiana. Está viva y la estamos matando. Está muriendo a causa del humano y los Kogi insisten en que saben cómo ayudar. Está hablando y no sabemos escucharla, y este debería ser otro de los objetivos del país: escucharlos e incluir a todos.

DUQUE-BIDEN: CON CHOQUE DE PUÑO, PERO SIN REUNIÓN BILATERAL

El presidente de Colombia, Iván Duque, y el mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, sostuvieron una breve reunión en el marco de la Cumbre Climática COP 26 que se llevó a cabo en Glasgow, Escocia.

Duque y Biden se encontraron para el evento Build Back Better World gestionado por la Casa Blanca, en el que también se discutieron las estrategias Global Gateway y Clean Green, iniciativas que buscan articular la respuesta internacional a la emergencia climática a través de la construcción de proyectos de infraestructura sostenible.

No obstante, aunque la foto de Presidencia muestra el encontrón de puños de los dos mandatarios, el Gobierno Nacional sigue sin lograr concretar un encuentro bilateral oficial con el demócrata.

Biden lleva diez meses en la Casa Blanca, tiempo en el que su agenda internacional se ha centrado en cuestiones más globales: la lucha contra el cambio climático, la respuesta a la emergencia sanitaria del Covid-19 y la cuestión de Afganistán.

Duque, en contraste, está a ocho meses de dejar la Casa de Nariño y en lo que va de este 2021 no ha sostenido ningún encuentro bilateral oficial con su homólogo estadounidense. Incluso, el presidente colombiano estuvo en Washington, pero no pisó la Casa Blanca, a pesar de la expectativa que se generó por un posible encuentro con el demócrata.

Duque y Biden se reunieron este martes convocados por una agenda que busca movilizar recursos para crear infraestructura en los países que responda a los desafíos ambientales de la emergencia climática.

El encuentro, además, fue promovido por el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y en este también participó el ejecutivo ecuatoriano, Guillermo Lasso.

En otros términos: la relación bilaterla de Colombia y Estados Unidos no fue el centro de la agenda, como si lo fue la respuesta global para salvar el planeta.

“Quiero destacar algo, y lo quiero decir además con mucha gratitud: una expresión de mucho cariño hacia Colombia; una expresión donde muestra, no solamente que quiere a nuestro país, sino que también para él Colombia es un país que está en su corazón”, expresó Iván Duque al término de la reunión, en el breve comunicado que compartió la oficina de prensa de Presidencia.

Dos agendas, caminos separados

En septiembre, Duque visitó Estados Unidos para la Asamblea General de Naciones Unidas. La antesala de ese evento multilateral, que se llevó a cabo en Nueva York, fue un paso por Washington para múltiples reuniones, de las que ninguna fue en la Casa Blanca.

Con ese antecedente, el suceso más importante en la relación bilateral entre Colombia y Estados Unidos se dio en octubre con la visita a Bogotá del secretario de Estado, Anthony Blinken, para un diálogo de alto nivel con cancilleres de la región, la conferencia sobre migración y una reunión con el mandatario que incluyó asuntos de paz, sostenibilidad y otras cuestiones que son interés de la administración norteamericana.

“Estados Unidos cuenta con Colombia para sus ideales de ‘democracia y libertad’. Para eso, el país sigue estando interesado en que se concrete una reforma a la Policía, se dé más espacio a los jóvenes y se consolide la paz. Hay una necesidad conjunta de trabajar más para consolidar la democracia”, apuntó desde Washington el analista político Emilio Viano.

La cooperación internacional que aporta Estados Unidos a Colombia es fundamental para la gestión de la movilidad humana que arriba al territorio nacional, la respuesta a la pandemia y los proyectos de paz.

Ese país ha donado seis millones de dosis de vacunas contra el covid-19, ha aportado alrededor de 1.000 millones de dólares para la implementación de la paz y tiene compromisos por 700 millones de dólares en apoyo financiero para la respuesta a la migración desde Venezuela.

Incluso, la agenda internacional de Estados Unidos fue fundamental para concretar el “cerco diplomático” al régimen de Nicolás Maduro que comenzó en 2019, cuando el republicano Donald Trump estaba en el Despacho Oval.

En junio de 2022 se conmemoran los 200 años de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos, un asunto que probablemente reactive la agenda política bilateral de ambos países. Tal vez, para ese momento, el entonces saliente mandatario Iván Duque logre concretar una reunión bilateral oficial con Biden