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La conversación que sus hijos sí están listos para tener y los puede ayudar

Enseñar sobre sexualidad a los niños puede prevenir que sean abusados. Eso sí, hable según la edad.

Quiero pasarme la vida aprendiendo cosas nuevas y me hice periodista para asegurarme. Escribo sobre tecnología y gastronomía en la sección de Tendencias.

25 de febrero de 2021

Decir que a los bebés los trae la cigüeña o que una relación sexual humana se asemeja a una abeja visitando una flor son historias no tan útiles para empezar a hablar con un niño sobre la sexualidad. Y esta es una conversación necesaria, porque puede ayudar a proteger a los hijos de un abuso sexual.

El psicoterapeuta infantil Santiago Gualteros explica por qué: “La sexualidad hace parte de todos los seres humanos y no hablarles de forma clara a los niños puede despertar en ellos confusión y curiosidad. No sabrán cómo reaccionar frente a una situación de peligro ni sentirán confianza para contarlo en casa”.

Proteger a los niños en un país en el que el 86 % de los delitos sexuales sucede a menores de edad, según Medicina Legal, es imperativo. Además, un informe de 2019 del Departamento Nacional de Planeación dice que “la mayoría de abusos ocurren en casa, después de la jornada escolar y en familias con relaciones fragmentadas”.

Antes que hablarles a sus hijos de abuso sexual, conozca lo que ha estudiado la psicología sobre las edades correctas para abordar un tema, cómo hacerlo, con qué frecuencia y de qué manera.

En primer lugar, recuerde que hablar de sexo no es lo mismo que de sexualidad. Hay una diferencia que explica la psicóloga clínica María Fernanda Andrade, autora del libro de educación infantil Un pacto en la zafra (2018), premiado por la Alianza Francesa de Ecuador. Por una parte, el sexo es lo que tiene que ver con las características biológicas y anatómicas de un ser humano. Enseñar sobre esto implica explicar con qué órganos se nace y cuáles son sus funciones, cómo cuidarlos, por qué son importantes, qué es una relación sexual.

La sexualidad, indica la psicóloga, involucra la parte afectiva y emocional de los seres humanos. “Las caricias, los estímulos de placer y hasta las miradas hacen parte de este tema”, agrega Gualteros.

En 2018, la Unesco se preguntó cómo estaba la educación sexual de los niños alrededor del mundo y encontró, por ejemplo, que 2 de cada 3 niñas “no tenía ni idea de lo que le estaba pasando cuando tuvo su primera menstruación”.

También, que solo el 34 % de los adolescentes tenía conocimiento preciso sobre la prevención y transmisión del VIH. Ese año, la entidad propuso un modelo para que las instituciones educativas ayudaran a enfrentar el problema: Educación Sexual Integral (ESI).

Según explica el documento de orientación, se trata de hablar con los niños de los aspectos físicos, psicológicos y sociales de la sexualidad. Ver el tema como un todo y darles conocimientos para que sus decisiones de vida les traiga salud y bienestar. También herramientas para basar sus relaciones en el respeto y entender cómo su sexualidad puede afectar a los demás.

¿Cómo poner límites?

Judy Benavides, gestora de incidencia de Red Papaz, explica que la mayoría de abusos sexuales que suceden en casa vienen de “un adulto aprobado por los papás”. Puede ser un familiar, un tutor o un acompañante cercano. “El adulto tiene una experiencia mayor y lo que hace desde ese lugar de poder es sexualizar esa relación. Para los niños es difícil identificar en qué momento la interacción empieza a ser inapropiada y puede que comience a ceder sin entender qué está pasando. Por eso es importante hablarles de sexualidad desde pequeños. La profundidad, el lenguaje, qué tan explícito hablar, depende de las etapas de desarrollo, pero esto debe empezar en casa, porque son los papás los que mejor conocen a los hijos”.

A partir del modelo de Educación Sexual Integral (ESI), propuesto a las entidades educativas, la Unesco ha encontrado que “la educación en sexualidad tiene efectos positivos tanto en la escuela como fuera de ella, no aumenta la actividad sexual, el comportamiento sexual de riesgo o los índices de ITS y VIH. Se ha demostrado que los programas que promueven únicamente la abstinencia no tienen ningún efecto en el retraso de la iniciación sexual ni en la reducción de la frecuencia de las relaciones sexuales o el número de parejas sexuales, mientras que los programas que combinan el retraso de la actividad sexual con el uso de preservativos u otros métodos”.

La forma sí importa

Además de enseñar en las palabras correctas y sin eufemismos, los psicólogos recomiendan crear climas de confianza y tranquilidad para hablar de este tema.

“Muchas veces los padres se avergüenzan y les cambian el nombre a las cosas, evitan que los niños toquen el tema o los invitan a que no cuenten nada, que no hagan preguntas. Al contrario, a los hijos hay que invitarlos a que pregunten todo. Y hay que entender que están aprendiendo. Puede que al inicio digan bobadas, pero lo más importante es que sientan que sí pueden hablar de sexualidad con sus papás”, enfatiza Gualteros.

¿Hay que sentarse con ellos en una conversación muy seria? La psicóloga María Fernanda recomienda que este tipo de charlas no sean acartonadas y tratar de naturalizarlas en la cotidianidad. “La conversación es la mejor herramienta que tenemos para enseñarles. Podemos un día tomar como ejemplo algo que vemos en una película para preguntarles qué piensan o saben de algún aspecto sexual. Y corregirlos si su visión no es real. También pedirles que nos ayuden a cocinar y mientras se hacen los alimentos irles explicando temas puntuales”.

Datos que ha recopilado Te Protejo, una plataforma de reportes de situaciones que ponen en peligro a los menores de 18 años, muestran que la cantidad de sitios web en Internet con información sexual inapropiada está a la orden del día. En lo que va de 2021 se han bloqueado 113 páginas con material de abuso y explotación sexual infantil.

Por eso Benavidez, miembro de esta red de investigación, recuerda a los padres: “En la web abunda la cantidad de información falsa y malintencionada que un niño puede encontrar para satisfacer su curiosidad. Si ustedes no ponen el tema, los hijos por otro lado van a buscar”.

Finalmente, agrega Andrade, “toda edad es buena para hablar de sexualidad. El toque mágico y la clave es tener una familia en la que se pueda hacer con libertad, calidez, respeto. No satanizar el placer, entender que es una estimulación que nos lleva al éxtasis, puede darle control a la niña y niño y se evitarían situaciones de abuso sexual. Si los padres no los han empoderado, siempre van a estar expuestos a descubrir con otras personas. Mientras más se hable, con tranquilidad y confianza, estará mejor”.

Mire las recomendaciones de los profesionales sobre qué temas debe abordar, de acuerdo con la edad. Estas etapas del desarrollo son de la clasificación del psicoanálisis y también del Ministerio de Salud en Colombia.

Primera infancia: De los 0 a los 6 años

En esta etapa de desarrollo los niños aprenden a ponerle nombre a las cosas y entienden cómo funciona el mundo, a partir de los movimientos, explica la piscóloga María Fernanda Andrade. Aprenden cuáles son los objetos que se pueden tomar y cuáles implican un tratamiento más suave o no se deben manipular. Un ejemplo es la relación con el fuego, las velas, entre otros. Las nociones de libertad en el movimiento y de situaciones de peligro se forman en este tiempo (los niños aprenden a no acercarse a la calle o los autos).

La recomendación de los psicólogos en estos años es enseñar las funciones de sus genitales, llamarlos por su nombre, no usar palabras fantasiosas o formas comunes de llamar a la vagina o el pene. “Una pregunta muy común en estos años es cómo se hacen los bebés. Si los padres detectan esa inquietud no la deben evadir, sino que se debe explicar en palabras que el niño entienda”, añade Andrade. Por ejemplo: explicar que es un proceso que se da cuando hay una unión sexual entre los genitales del hombre y la mujer y otras condiciones para lograrlo.

“A ellos no les interesan los detalles de las relaciones sexuales y puede que no entiendan el lenguaje explícito”, agrega el psicólogo clínico Santiago Gualteros. Aquí es importante que ellos entiendan los conceptos de intimidad, que aprendan a vestirse solos, ir al baño sin depender de nadie. Hay que darles autonomía y empoderarlos: no deben aceptar ayuda de nadie para terminar tareas íntimas y deben sentirse libres para comunicar si se sienten incómodos en una situación con alguna persona.

Segunda infancia: De los 7 a los 10 años

En estas edades los procesos cognitivos se concentran en el aprendizaje, la memoria, la asociación y la deducción, explica Andrade. Los niños aprenden de su entorno elementos como los roles de género, las diferencias físicas entre los hombres y las mujeres y desarrollan algunos componentes cercanos al concepto de intimidad como el pudor y la excitación.

Es muy importante, enfatiza la psicóloga María Fernanda Andrade, seguir trabajando el concepto de autonomía sobre el cuerpo, explicarles que no sirve solo para comer o jugar, sino que tiene otras funciones y debe sentirse con la libertad de contar cuando no comprenda lo que sucede en su cuerpo. La psicóloga enfatiza en que en estas edades puede haber estímulos que hagan que el niño se erotice y muchos padres se asustan pensando que es algo malo. Para eso es importante observarlos y resolver sus inquietudes si es necesario. “Hay que mantener conversaciones con ellos sobre los roles. Cómo decir que no a un adulto de forma respetuosa, cuándo decir que sí a una invitación de un amigo o un cercano”, indica Andrade.

Por ejemplo, si en su casa al niño siempre se le dice que a los adultos no se les puede contradecir nunca, el menor no tendrá la confianza para reaccionar o contar sobre una situación de peligro y mucho menos expresarlo. Otra recomendación es que si el niño se encuentra con un escena sexual, sea en la pantalla o vida real, no se evada sino que se cuente.

Pubertad: De los 11 a los 13 años

En la mayoría de casos, estas son las edades en las que los niños comienzan a madurar su sistema reproductivo, por medio de un desarrollo hormonal que se ve en varios cambios físicos. Lo importante es que antes de que comiencen estos cambios, sus hijos conozcan qué es lo que va a suceder con sus genitales, órganos y el resto del cuerpo.

El psicólogo clínico Santiago Gualteros recomienda conversar de una forma un poco menos casual porque implica una explicación más profunda, pero recuerda que si desde los primeros años no se tejió una relación de confianza con el hijo para hablar de sexualidad, será difícil entablar una conversación de este tipo de forma natural.

En esta etapa, dependiendo de la personalidad, es probable que ellos ya no cuenten con tanta apertura las cosas nuevas que vean en su cuerpo, como cuando eran niños. Y también, en los espacios de socialización como el colegio, el barrio o las actividades extracurriculares, el hijo empezará a escuchar más sobre sexualidad y cambios corporales, de acuerdo con lo que dicen los amigos. Los temas a tratar en estas edades, según Andrade, son “los estímulos sexuales, las relaciones sexuales, la erecciones, la masturbación, la menstruación, los sueños húmedos”. Se puede hablar en un lenguaje más explícito y se debe dar a entender que son etapas normales, por las que todos los seres humanos pasan. También escuchar los gustos.

Adolescencia: De los 14 a los 18 años

Los psicólogos enfatizan: si se ha hecho un proceso de eduación sexual durante las diferentes etapas, muchos de los frutos se verán en estos años. Es decir, los hijos sentirán que tienen la libertad de decidir, pero es importante conversar con ellos sobre la responsabilidad.

“A los jóvenes hay que explicarles los diferentes métodos anticonceptivos y no solamente los que existen para su género, sino todas las formas para cuidarse de un embarazo no deseado o adquirir una enfermedad de transmisión sexual”, agrega Andrade. También se pueden abordar temas relacionados a lo que implican las relaciones sexuales desde el punto de vista afectivo y desde el respeto al otro. Que tengan muy clara la posibilidad de decir que no, de no ceder a la presión social y de siempre decidir por lo que los haga sentir más cómodos.

“En estas etapas suele existir un tabú entre los jóvenes en torno a las relaciones sexuales, una especie de carrera por quién hace primero cada cosa y eso puede, en algunos casos, afectarlos emocionalmente”, explica Gualteros. La indicación es que ellos sientan la confianza, autonomía y libertad para contar cuando se sientan incómodos y decir que no. Mire el consejo de la Organización Mundial de la Salud: “Aunque la adolescencia es sinónimo de crecimiento excepcional y gran potencial, constituye también una etapa de riesgos considerables, durante la cual el contexto social puede tener una influencia determinante”.