16 lugares en las alturas con vistas increíbles de Medellín
Además de los sitios dispuestos como miradores, los caminantes mencionan otros. ¿Cuántos conoce usted?
Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Los caminantes no buscan los miradores. Son los miradores los que buscan a los caminantes.
Bernardo Uribe, de Caminantes Sin Fronteras, cuenta que es muy frecuente que ellos, en sus caminadas de fin de semana, al pasar por enésima vez por un sitio alto, no hayan observado antes que se trata de un mirador natural de la ciudad.
Y no porque sean poco observadores, puesto que una de las cualidades que va desarrollando un caminante es precisamente observar con los cinco sentidos a la Naturaleza que les rodea, porque en las travesías anteriores tal vez “el firmamento estuvo nublado y el vapor del agua no dejó ver el paisaje distante, o estaba lloviendo, o la contaminación de la ciudad no permitió tener una vista amplia”, explica.
Y dar con un mirador de la ciudad se convierte, para estos seres que tienen en el andar una vocación, en una especie de descubrimiento.
“Cómo cree que hicieron los conquistadores y fundadores de estos territorios: del mismo modo que nosotros lo hacemos hoy”, dice Bernardo.
Y compara ese hallazgo, al parecer simple, de los caminantes modernos, con los de esos exploradores españoles que, al mando de Jerónimo Luis Tejelo, vieron el Valle de Aburrá, el 24 de agosto de 1541.
“Ese grupo de ibéricos vio el Valle desde el Alto de Canoas, que hace parte del Manzanillo, en el occidente de la ciudad”.
Y su comparación continúa: explica que hay caminantes que, en determinado punto del sendero se preguntan: ¿qué se verá más allá? Al asomarse por entre la vegetación, descubren que se ve la ciudad. Y van abriendo espacio y consolidando esos sitios como miradores y parada obligada de los paseantes.
Al preguntarle por miradores, a Bernardo Uribe se le vienen primero a la mente los naturales. Esos que no hacen parte del equipamiento urbano, como los muy visitados en la carretera de Las Palmas o en los cerros de la ciudad.
Esos balcones naturales los hay por dondequiera que uno camine, dice. Y su opinión coincide con la de Beatriz Arango Ruiz, la Patiancha Feliz, es decir, integrante de un grupo semejante al de Bernardo, llamado Los Patianchos.
Y esto se debe, dice Beatriz, a que Medellín es bajito, está a 1.480 metros sobre el nivel del mar, a comparación de su periferia, de modo que puede decirse que para donde uno camine debe ascender y, por eso, encontrar miradores es moneda corriente.
Los buenos balcones de la ciudad son las partidas de aguas, que la gente conoce comúnmente como las cuchillas de las cordilleras o los filos.
A todos los miradores no llega cualquier persona. Son de difícil acceso, porque no hay un sendero. Por eso son importantes los que las Administraciones Municipales van organizando en las vías, como los de la Carretera de Las Palmas, que son los más conocidos.
Beatriz Arango Ruiz dice que muchos de estos sitios son hermosos y permiten una visual amplia de la urbe. Sin embargo, advierte que a todos ellos es mejor ir acompañado, pues no todos estos lugares son seguros.
“Mi recomendación es que cuando salgás a caminar lo hagás siempre en grupos de tres personas en adelante. Y no solamente por este aspecto, el de la seguridad, sino porque en caso de emergencia, por ejemplo, que alguno de los caminantes se lesione o enferme, uno de los otros se debe quedar con él, acompañándolo, y el tercero debe ir hasta un poblado a pedir auxilio”.
Los principales miradores
1). Si está en el Suroriente, desde las cordilleras de Envigado y El Retiro puede verse un valle estirado hacia el noroccidente, desde el Alto de la Sierra, que más que un solo sitio, comprende un conjunto de “balconcitos, como el de la parcelación Flor del Monte”, dice Bernardo.
2). Desde el Alto de El Capiro, en el Sur de Envigado, se ve con claridad ese tejido urbano que va tapizando al frente las montañas de Itagüí y Belén, el Alto de Manzanillo; los techos grandes de las industrias y, por supuesto, esa raya larga y más bien recta situada en la mitad del Valle: el río Medellín, acompañado en un largo trecho por el viaducto del metro. Esa franja larga a la izquierda es el aeropuerto Olaya Herrera. Se ven los cerros Nutibara y El Volador; el centro de la ciudad colmado de edificios. Ah, y al Norte, cómo no, se ve esa batea tachonada de cubos de cemento, miríadas de casas como superpuestas unas a otras y, al final, las paredes verdes del Quitasol.
3). En el Romeral, en el extremo sur del Valle de Aburrá, están los altos de Los Micos, El Silencio y Banderas. Esta es la mayor cima de esa reserva natural, con 2.800 metros de altura sobre el nivel del mar.
4). Una vista excepcional también se obtiene en el Alto de San Sebastián de la Castellana, que pertenece a El Retiro, pero es más accesible por Envigado. Cerca a este sitio fue donde murió accidentado el Padre Calixto, un caminante consumado.
“Este sitio, San Sebastián de la Castellana, se conoce como el Mirador de los Nevados, porque se ven el Ruiz y otros de la región Andina”.
5). Otros sitios para ver a Medellín y el Valle de Aburrá entero son los altos que conforman Boquerón, esa boca grande que se ve desde cualquier parte del Valle de Aburrá, al Noroccidente. El más encumbrado es el de Las Baldías y el más bajo, el del Padre Amaya, donde están sembradas las antenas repetidoras.
6). Desde el Oriente están los altos de La Paloma, en la vereda El Plan, y La Curva de las Vacas, en Santa Elena.
7). En el centro del Valle, el alto de Pan de Azúcar, y más al Norte, Piedras Blancas, donde está la Laguna de Guarne, en el camino de Arví.
8). “Sin mencionar que en toda la ladera oriental de Medellín, en los barrios El Salvador, La Sierra, Manrique, Santo Domingo Savio y, ya en jurisdicción de Bello, El Pinal, hay unos magníficos miradores del Valle de Aburrá”, comenta Bernardo.
9). “Desde el Quitasol se alcanzan a ver, cuando el cielo está despejado, el Cerro Bravo, de Fredonia, el Nevado del Ruiz, y otras grandes alturas”.
10). “Hay un sitio excepcional para mirar la región -señala Bernardo-. Es el Alto de La Cejita, en el municipio de Santo Domingo. Se ve el Valle de Aburrá completo”.
11).Si subís por San Pedro, encontrás unos miradores oficiales en La Alcantarilla, superturísticos”, menciona Beatriz Arango Ruiz.
12). La Patiancha Feliz celebra la belleza del Camino de la Vida, el nuevo parque lineal construido cerca de Villatina. Y por ese mismo lado, la Trocha de campeones, al que se llega a pie o en bicicleta.
13). “La trocha de campeones tiene cientos de escalas, pero no juntas. Y lo más bonito es que limita con el antiguo camino de Islitas, por el que iban los habitantes de la Colonia desde Medellín hasta el Magdalena Medio. Está lleno de miradores desde donde te parás y divisás el panorama”.
14). Otro de los balcones que le gustan a Beatriz es el de El Picacho. “Tiene un sendero lindísimo del Doce de Octubre hacia arriba. O de la vía a San Pedro hacia abajo. Los han organizado como miradores”.
15). Esta caminante recomienda que al subir en el metrocable de Occidente, debemos estar atentos al paso de la Estación La Aurora, con paisajes de guayacanes y de yarumos.
16). El camino de los parapentistas es uno de los más conocidos miradores de la urbe, antes de llegar a San Félix. Hay estaderos como El Voladero, ese que está adornado con una avioneta. “Ahí es delicioso sentarse a ver la ciudad y a los parapentistas volando hasta Barbosa”, dice la Patiancha Feliz.