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Una visita al Parque de las Chimeneas

EL COLOMBIANO descubrió que las luces y el agua se mezclan en este parque de Itagüí.

Investigo sus denuncias. Periodista por convicción, hago parte de la unidad de Interacción y Comunidades.

18 de septiembre de 2015

Mientras el sol busca el occidente para esconderse y la temperatura en el Valle de Aburrá desciende, el Parque de Las Chimeneas en Itagüí cobra vida. El tres de septiembre fue su reapertura.

Ubicado en el norte del municipio, en el límite con Medellín, este lugar fue desde 1997 un parque de atracciones mecánicas. En 2007, luego de ver cómo el carrusel, la rueda Chicago y los carros chocones empezaron a presentar fallas por falta de mantenimiento, la administración municipal cerró el parque.

“De pequeña mi familia solía llevarme allí ha menudo, era tan bueno... Momentos inolvidables en esa rueda de Chicago” cuenta Sandra Marcela Vanegas, a través de su cuenta de Twitter @samava1988.

Después de años de abandono, el espacio de 8.450 metros cuadrados ahora luce renovado y aunque ya no están los juegos mecánicos, hay una plazoleta que tiene chorros de agua e iluminación de distintos colores que observan quienes pasan en bus por la avenida Guayabal.

Holman Arias, de 21 años, sentado en una banca que rodea una de las jardineras del lugar recuerda: “Mi mamá me traía a montar en unas cabinas que se impulsaban con pedales en un riel aéreo que rodeaba todo el parque. Este espacio me trae muchos recuerdos”.

Su amiga Julieth Rojas, a su lado, dice: “Lo único que quedó de antes fue el emblema: las tres chimeneas, por eso, la zona se llama así”. Estas torres son vestigio de las ladrilleras que estuvieron en el sitio y que en los setenta y ochenta tuvieron su auge en el municipio.

Holman, mientras señala un arco en la base de la chimenea más alta, tapado por un reflector, recuerda: “Cuando estaba pequeño me metía por ese hueco y me le escondía a mi mamá”.

Mientras sigue señalando otros espacios y rememora con su amiga en qué lugar estaba ubicado cada juego, Clara Inés Pérez, quien vive hace veinte años en la urbanización que colinda con el parque, dice mientras carga a su nieto: “Me gustaba más cuando el parque era de atracciones mecánicas porque había más entretenimiento para los niños, ahora es una plazoleta en la que no hay sino chorritos y bancas”.

Por su parte, Viviana Morales, mientras camina por el parque con su mascota, dice estar a gusto con el cambio: “Me tocó disfrutar los juegos con mis tres hijos pero ahora que están grandes vengo con mi perrita. Hay niños jugando, personas de la tercera edad, novios... Este espacio se presta para todos”.

Además de la plazoleta de concreto, el renovado espacio cuenta con chorros de agua que salen desde el piso y forman arcos en el aire. Esta semana los están adecuando, según explica Jhon Jairo Tangarife, controlador de espacio público.

Mientras mira cómo su nieta corre por las rejillas metálicas que rodean el área por la que saldrían los chorros, Teresa Álvarez, quien vive hace 28 años en una urbanización contigua, afirma que “cuando el parque estuvo cerrado había inseguridad porque esto era muy solo. Ahora quedó bien pero me preocupan los niños porque está rodeado de vías muy transitadas”.

Su nieta María José Estrada, de 10 años, quien ha visitado el parque los dos domingos que han pasado desde la inauguración, dice: “Me han gustado mucho los chorritos y venir a mojarme los fines de semana”.

Encima de ellas hay una estructura métalica negra de 17 metros de altura. Víctor Cardona, quien vive en el barrio El Porvenir, cercano al parque, pasa por allí con su tío Luis Murillo, que vino desde Marinilla a pasar unos días en su casa.

“Cuando estaban construyendo esto me preguntaba por qué estaban haciendo vigas tan altas, ahora me sorprendo con esta estructura”, expresa Víctor mientras le explica a su tío que del techo sale una especie de cortina de agua que por lo reflectores cambia de color.

Así es la puerta de entrada al municipio de Itagüí, el más densamente poblado de Colombia, que además tiene pocos parques. El mejor momento para visitar el lugar es de noche, cuando las siluetas humanas se tornan del color de las luces.