Columnistas

“Tu papá”

27 de junio de 2018

“Tu papá”, la expresión reiterada en estos días futboleros –acompañada del gesto de poder del dedo índice que apunta al suelo como quien clava una espada sobre la piedra–, evoca al Pater familias, el jefe no sometido a ninguna autoridad, aquel que cree que en casa todos están sujetos a su potestad. Cree...

El grito tribal “Tu papá”, vociferado o cantado, con o sin carga etílica, no solo aflora en gestas deportivas, también asoma en otras competencias, como las políticas. Y si bien podría ser mirado como una muestra de poder victorioso, es en el fracaso (deportivo, electoral... ¡rutinario!) cuando cobra sentido. En este momento histórico, nos concentramos en la presión social que recibimos las mujeres; no obstante, el gran triunfo del machismo es hacer pensar a la sociedad que solo nos subyuga a nosotras.

El precio de ser macho –“Tu papá”–, ha perdido peso en la bolsa de valores. Cada vez más hombres desprecian esa moneda de cambio. El “pregúntele a la mamá” dejó de ser una manera de deshacerse de los niños en medio del cobro de un penalti para convertirse en un pacto de igualdad, de crianza compartida: “Preguntémosle a la mamá”.

¿Hasta dónde tocará “ceder”? ¿Será que “Tu papá” está dispuesto a entregar las convicciones deportivas, políticas, de vida, de su tribu? ¿“Tu papá” de camiseta azul compartirá el sofá con su hijo (a) de camiseta verde?

La semana anterior, diversos grupos de activistas hicieron una manifestación con sus hijos en Capitol Hill, Washington. Los niños se arroparon con mantas térmicas similares a las que se entregaron en los centros de detención fronteriza, y usaron jaulas como protesta contra la política de “cero tolerancia” de Trump (que ya echó reversa, en parte).

Estas familias (padres, madres...) permitieron que sus hijos hicieran parte de un acto eminentemente político. Una forma simbólica de decirles a sus niños: este es el mundo que están construyendo desde ya.

Guardadas las proporciones, es como quien lleva a su hijo al estadio: esta es la camiseta de “Tu papá”.

Pero no siempre el mundo de afuera coincide con la visión de la realidad adentro del hogar. La verdad nunca es una.

La buena educación se reconoce en el rebelde. El resto es adoctrinamiento.

En algunas ocasiones se me han acercado alumnos para preguntar por “semilleros de argumentación”. Hace un par de semanas, cinco estudiantes me buscaron con la misma inquietud. Una de ellas, no inscrita en Periodismo, me susurró antes de irse: “Profe, mi papá dice que a usted la deberían sacar de esta universidad”.

Reímos. Nos dijimos adiós con la mano.

El semillero de argumentación por excelencia es la mesa del comedor de la casa. Pero es frente a un tablero y en la calle donde se bate el chocolate. Sin asepsia.

A esa desconocida, le digo: yo puedo enseñar en otra universidad, dejar de escribir; los políticos son comodines de la vida pública, pero vos solo tenés un papá. Eso sí: defendé con inteligencia el mundo que querés construir, el mismo que descubriste gracias a personas como él. (Lo más duro de querer bonito es que ¡toca pensar!).

“Tu papá” lo es en la derrota y en la victoria. Ya quisiera yo al mío a mi lado. Aunque fuera para pelear.