TU HERMANO ESTABA PERDIDO Y LO HEMOS ENCONTRADO
La parábola “del hijo pródigo” -derrochador-, tiene realmente tres protagonistas: el padre compasivo, el hijo menor arrepentido y el hijo mayor insensible (Lucas 15, 1-3.11-32. El contexto lo marca la murmuración de quienes presumían de justos contra Jesús porque acogía a los pecadores, entre ellos a publicanos o recaudadores de impuestos al servicio del imperio romano, que se aprovechaban de la gente y sobre todo de los pobres, cobrándoles más de lo establecido para sacar tajada.
En efecto, Jesús acoge a todo tipo de pecadores y pecadoras que piden perdón, ofreciéndoles la posibilidad de rehacer sus vidas.
El hijo menor llega a una situación que lo lleva a recapacitar. Su examen y su contrición, junto con la confesión que se propone realizar, son los tres primeros pasos de un proceso auténtico de conversión. Dios nos ofrece siempre la oportunidad de recapacitar y volver a Él, es decir, de convertirnos reorientando nuestra vida, poniéndonos en camino hacia su casa, que simboliza la comunidad de la cual nos apartamos Al dejarnos llevar por nuestros apetitos desordenados.
Dios es un Padre infinitamente misericordioso. Este es el mensaje central de toda la predicación de Jesús, quien nos muestra en persona cómo se comporta el Creador con sus hijos. Desde el momento en que el hijo arrepentido se propone volver a la casa del padre, es perdonado. Cuando reconocemos nuestro pecado, nos arrepentimos y decidimos volver a Dios, Él nos perdona, pero es necesario que expresemos esta disposición en el ámbito de la familia que formamos todos como hijos de Dios. Este es el sentido del Sacramento de la Reconciliación. Por eso decimos: “Yo confieso, ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado...” Y éste es a su vez el sentido de la confesión sacramental ante el sacerdote, que representa a Dios y a la comunidad.
El hijo mayor simboliza la actitud insensible de quienes critican a Jesús por su acercamiento a los pecadores. La lección corresponde a lo que Él quiso enfatizar cuando les enseñó a orar a sus primeros discípulos: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos...”, y a otra frase de Jesús que encontramos en el mismo Evangelio según san Lucas: “Sean compasivos como su Padre es compasivo” (6, 36).