Columnistas

SOBRE RAMBERT Y TORNADO

19 de septiembre de 2015

Estación Sospecha, en la que habita la más variada fauna de personajes, desde señoras gordas con dinero y hombres que bajan a los infiernos sin soltar el sombrero hasta principiantes de poetas y ladrones de cuadros que se enredan con el botín, pues en este mundo de los detectives privados (gente que llega al oficio por azar) todo es posible, desde la magia y los efectos nocivos de un aria cantada con alguna nota discordante hasta el delirio de una investigación en la que a cada momento se embolatan las pistas, los referentes y las cuentas. Y es que en Rambert y Tornado todo se vuelca de derecha a izquierda, como en un trancón con autos y motos, y del arriba se pasa al abajo entre inventarios de pecados mortales y veniales, burlas varias y sustos. Y como siempre pasa con estos personajes de novela, los lectores los siguen, especulan, piensan en una dirección y el autor les sale en otra, porque el asunto es un juego de inteligencia siguiendo huellas, palabras y apariciones.

¿Y quiénes son Rambert y Tornado? Un par de detectives de novela creados en Medellín para que la ciudad lectora se divierta con literatura de comisarios, inspectores, policías, bandidos raros, escenarios delirantes y relaciones en el caos propio del cómic, el thriller, los filósofos aburridos y los ilusionistas. Detectives con nombre, como Shelock Holmes y Maigret, Sam Spade y Marlowe, que en el mundo de este tipo de novela son más importantes que sus autores porque dan vida a lo más simple y no presumen de sabios ni de víctimas sino que van por ahí a lo que resulte, leyendo libros que no entienden bien y enamorando a las que no son, pagando facturas como cualquiera y dándole un sentido a la vida a partir de la aventura urbana, pues en la ciudad todo es sospechoso como bien se sabe.

¿Y por qué hablo de Rambert y Tornado? Porque si no lo hago, nadie se entera. En Medellín tenemos el mal vicio de no hablar de los escritores propios vivos y menos de los que plantean alguna novedad o se salen del redil ese donde la cultura pareciera tener dueño (así como el espacio público).

Envidia, miopía, coloniaje cultural, ojeras, sacralización de la erudición momificada, no lo sé. El caso es que cada vez que salen propuestas nuevas en cualquier rama del arte se extiende un enorme silencio sobre ellas (algo así como un sicariato moral) y bueno, ¿Cómo ven a la ciudad desde afuera? Con lo que ella deja ver. O, en palabras de Nuccio Ordini, autor de la Utilidad de lo inútil, mostrando sueños de productividad y negando lo que nos hace humanos. Y claro, luciendo este tercer mundo.

Acotación: a Rambert y Tornado los publicó la editorial de la UPB, dando inicio así a una serie de novela de detectives con nombre, territorio y casos propios. Y no está mal que esto se haga, pues la tendencia en el mundo de la literatura moderna es regresar a las novelas donde uno se divierta y lea como viendo una película de acción.