Columnistas

SOBRE NO ROBAR

28 de septiembre de 2019

Estación Mandamiento Completo, a la que llegan la ética aporreada, la moral vuelta añicos, los usureros pidiendo perdón, los intereses compuestos, los arrepentidos, los que solo tienen dinero y no pueden comerlo, los filtrados para saber hasta dónde hubo delito, los devoradores del ambiente pidiendo perdón, los que ya se van a morir y quieren que les calculen la cuota de infierno, los que nunca han robado pero quieren comprobar que no haya pasado y estén limpios, etc. Y entre esta multitud en la que muchos creen en brujos y en vendedores de ilusiones, que niega las previsiones científicas y cualquier tradición noble, el mandamiento de no robar aparece como un aviso imposible de no ser visto, pues así es de grande y su violación es noticia diaria. Y es claro: No Robar contiene los otros mandamientos, como bien se dijo en la película (y en la novela) Las tortugas también vuelan.

Si mato, le robo la vida a otro; si miento, robo la confianza; si codicio, robo la inteligencia para mañana; si no descanso, robo la tranquilidad necesaria al cuerpo y la mente; si no respeto los orígenes, robo la identidad; si destruyo el ambiente, robo la cadena de la vida; si contamino, robo el aire que respiramos y el agua que nos hace posibles. Y en esto de robar, el asunto no es solo de dinero y objetos sino de que el planeta, al que le roban a diario sus componentes básicos (las materias de que está compuesto), va perdiendo sus condiciones de hábitat y, cuando ya el daño esté hecho (ya en buena parte está hecho sin saber hasta qué punto), será imposible de habitar por más burbujas y túneles que contenga. Y si bien esto que se dice es sujeto de burla, con la burla robo el futuro que no se quiere ver, que es bastante confuso porque contiene más deseos desbordados que previsión inteligente.

Antes los salvajes eran los que vivían en condiciones de naturaleza, sacralizando lo que les permitía vivir: los alimentos logrados con la agricultura doméstica y los animales necesarios, el agua de los ríos y arroyos, las montañas y los árboles, el paso de los vientos y el uso debido de las estaciones. Pero esos salvajes, que hoy serían los maestros de vida, han sido reemplazados por otros peores, arrasadores, demoledores, gente de índices de utilidades (no de gestión). Y estos nuevos bárbaros (peores que los vándalos de Alarico), que pregonan el progreso a partir de la codicia, están haciendo morir la tierra, que es lo único que tenemos y nadie sabe hacer.

Acotación: Lewis Mumford dijo que, en asuntos de progreso, lo único que progresa es la máquina. Y la máquina no siente, carece de conciencia y a lo último, si queda ella sola, ni se da cuenta de que la misma tierra se la traga.