Columnistas

Sobre mentiras de guerra

En una guerra la objetividad se pierde y la información moldeada es parte del combate moral, pues lo que interesa es generar opinión a toda costa justificando unos actos y condenando otros.

05 de marzo de 2022

Estación Hiram Johnson, senador norteamericano a quien se le atribuye haber dicho: la primera víctima de una guerra es la verdad. Así que a esta estación llegan los propagandistas creando estereotipos, los intereses ocultos de los proveedores de armas, las retaliaciones culturales, los pasados en veremos (esos que cargan rencores), las escenas montadas (explosiones, refugiados, gente llorando, aviones rompiendo el cielo, trozos de videojuegos), los especialistas en fines del mundo (como los previos a los jinetes del Apocalipsis), los creadores de enemigos que no existen, los limpiadores de imágenes según el bando al que representen, los reintérpretes de los mismos remolidos (noticias refritas dadas por nuevas), los pseudohistoriadores que se saltan tiempos y así la historia es a medias o a trocitos, los que creen que una guerra debe durar lo menos posible para tener la información ya (resuelta) y sentarse a ver un partido de fútbol, los estrategas que siguen creyendo en guerras napoleónicas, los prospectivistas económicos que anuncian tragedias financieras, los analistas políticos que sueltan todo tipo de prejuicios, etc. Y, entonces, la estación es y no es.

Es claro que en una guerra la objetividad se pierde (esa le quedará al historiador serio) y la información moldeada es parte del combate moral, pues lo que interesa es generar opinión a toda costa justificando unos actos y condenando otros, sean estos inventados o conocidos a medias. Y en esa información que llega a receptor, el contenido emocional es el más valioso, dado que la magnificación de emociones debilita la capacidad de razonar y lleva a la credulidad y a las ansias de que pase algo horrible, como sucede en las películas, que, en el siglo XX, han sido abundantes en horrores y en súper héroes que lo resuelven todo destruyendo.

En la guerra de que ahora nos informan han abundado más las mentiras que las acciones militares, las presiones a que lo terrible pase y la deformación sobre los intereses reales sobre un nuevo orden mundial. Hoy en día sabemos que para ser potencias se requiere de una economía fortalecida (con capacidad de endeudar y de endeudamiento), grandes avances tecnológicos y ejércitos que dominen el aire. Hasta hace poco, la mayor potencia eran los Estados Unidos, pero ahora le compiten China y Rusia, con la India e Irán entre bambalinas. Y en este juego de la repartición de la tierra, como una bruma que toca a todos (o una radiación, si se quiere), las grandes multinacionales ya no defienden intereses políticos, sino capacidad de obtener recursos para sus productos y utilidades. Y, bueno, ahí estamos, manipulados por la información de cada lado. Y algunos rezan.

Acotación: calentamiento global (la tierra agotándose), pandemia (la posibilidad de morir asfixiados), guerra (buscando culpables donde sea y perdiendo dinero), este es el cóctel que estamos recibiendo, con una buena dosis de mentiras gordas. Y para los nervios, nada