SOBRE GOLES Y SOBRESALTOS
Estación Portería, hacia la que muchos corren tratando de descolocar al portero (llamado can Cerbero por aquello del perro griego que tenía tres cabezas), meter un gol o ver la pelota por encima o pegando contra el palo o creando un fuera de lugar (el offside de antes), lo que lleva a que algunos protesten y obtengan tarjeta amarilla y a que haya un saque de portería corto o largo (Lev Yashin fue el primero en sacar con la mano) y vuelva el juego, las carreras, los cabezazos, la entrada en el área y, si hay una mala jugada, el penalti, lo que altera las graderías, pone en aprieto las apuestas, hace comer las uñas y bueno, como en la estación portería se define el juego, el sufrimiento es mucho para unos y la alegría para otros, igual que el suspenso y la emoción cuando el portero atrapa un tiro que ya casi entraba por el ángulo izquierdo y lo que era un gol seguro ya no lo es, lo que obliga a quedarse con la boca abierta y en posición de ni sentado ni parado. En fin, esa portería siempre es un sobresalto.
Un partido se gana por goles y no por buenas jugadas. Y un gol puede ser un tiro maestro (los de Messi, por ejemplo) o un cabezazo inesperado o simplemente un chute que no esperaba nadie o una balón que salta, rebota y entra (como la pelotita del cuento del solterón, de Kafka) y que, en esa locura, es el que lleva (el gol que no esperaba nadie) a que se hable de manera desaforada (los locutores deportivos se contradicen más que los políticos), se diga lo peor del técnico y los jugadores, y hasta mencionen asuntos brujería y maldiciones, que en esto de las explicaciones todo vale. Y a todas estas, el hincha segregando adrenalina, ad portas del infarto, con cara de desencanto o de locura, en emociones que suben y bajan.
Y bueno, vibramos o nos desinflamos a punta de goles mientras los economistas hacen cuentas de cuánto pierde un país en esas dos horas de juego, los sociólogos hablan de alienación masiva y los psicólogos de catarsis, sin que falte el poeta que haga versos sobre entrar en la gloría o irse a los infiernos. Y todo este asunto de locura colectiva, de estrés creciente y sequedad en la boca por un gol, por una portería y un portero, por una mano de dios que apoya a unos y frena a otros (a los más pecadores, se supone)
Acotación: en su poema La piedra de Toque, Albert Ostermaier dice que Albert Camus (que fue portero) era feliz y que en la portería en lugar de jugar pensaba, pues la bola podría venir del lugar más inesperado. Esta nota se la debo al poeta William Rouge, que a veces aparece como un gol.