Sin empresas no hay país
La reciente bonanza generada por los altos precios del petróleo no fue aprovechada, porque el gobierno se dedicó a otorgar subsidios y casas gratis y a gastar los dineros públicos en los auxilios o mermeladas, cuyo interés era tener a algunos sectores adeptos a las políticas del gobierno.
Cuando se debió ahorrar e impulsar las inversiones con el fin de apoyar el aparato productivo, como las vías que, según el presidente, nos generarían prosperidad, las aplazó como en el caso de las originalmente llamadas Autopistas de la Montaña. Con el afán de sostener el aparato burocrático con todos los privilegios, antes de establecer una verdadera política de austeridad promulgó, con el aval del Congreso, una nueva reforma tributaria en un momento inoportuno, porque gravó los patrimonios con el mal llamado impuesto de la riqueza, afectando en forma grave la liquidez del aparato productivo, que ya se encontraba deprimido por los malos resultados del agro y la actividad industrial, cuyo resultado fue la pérdida de la inversión productiva de carácter nacional y extranjero.
Así mismo la sensación de inseguridad y del escalamiento del conflicto evidenciado por los ataques a la población y a la infraestructura, ha generado incertidumbre entre la comunidad; conocemos de casos de importantes inversiones de expansión industrial que han sido aplazadas en espera de la real situación del país a mediano plazo.
Tenía razón el líder Álvaro Gómez Hurtado con su propuesta de “desarrollismo”, en la cual recomendaba que se le diera apoyo al aparato productivo, para generar desarrollo, porque este traería mayor crecimiento de la economía, cuyos resultados generarían más impuestos, y así se continuaría el ciclo generador de mayores recursos para el Estado. La proyectada reforma estructural al sistema de impuestos se hace urgente, para corregir los errores de la realizada en la pasada vigencia, porque la única forma de reforzar las arcas del Estado es otorgándole verdaderos estímulos al aparato productivo, conservando bajos los intereses, con créditos de fomento, estímulos a las inversiones de bienes de capital, garantizando seguridad jurídica e impositiva a la inversión y confianza ciudadana.
Los programas de apoyo al emprendimiento empresarial son necesarios y hacia allí deben enfocarse todos los esfuerzos, pero ahora es de carácter urgente darle apoyo a la actividad manufacturera y a la industria del agro ya establecidas, clarificando los acuerdos de libre comercio -TLC- cuyo resultado no ha sido bueno, distinto a las expectativas que el gobierno generó en su oportunidad.
La actividad constructora no debe mirarse como tabla de salvación, porque si bien es cierto es un sector intensivo en mano de obra, la política de subsidios es insostenible en estos momentos, en los que las arcas del gobierno están menguadas. Se deben tomar correctivos al engorroso proceso de licenciamiento y a la normativa frente a la adecuación de tierras urbanizables; los nuevos códigos con textos traídos de otros países están incrementando el costo de la vivienda nueva en un 17 %, afectando en forma grave la capacidad de compra de las edificaciones en general, así la actividad muestre cifras positivas.
El sector comercio no es ajeno a esta situación, expresado por Fenalco, las cifras a la baja cercanas al 10 % en importaciones y un 20 % en exportaciones, han propiciado la disminución del intercambio de los bienes y servicios; el panorama no es claro y por eso el gobierno debe concentrarse en tomar acciones urgentes para sortear la realidad interna, frente a su obsesión de firmar la paz; no podemos permitir el cierre de más industrias, porque sin empresas no hay país..
*Empresario, Grupo de Apoyo a Federico Gutiérrez, candidato a la Alcaldía
de Medellín.