Columnistas

¿Salchichas o termitas?

03 de noviembre de 2015

“Las leyes son como las salchichas, más vale no ver cómo se hacen”, dijo Otto Von Bismark siglo y medio atrás. Siendo teutón, suponemos que el canciller prusiano sabía bien de qué hablaba pero, por si quedaba alguna duda, la Organización Mundial de la Salud, que responde a las tántricas siglas OMS, vino hace una semana a confirmar lo que Von Bismark y el universo entero sabíamos ya: que atiborrarse a salchichas puede llevarte al hoyo. La OMS, que acierta menos que un tuerto con una escopeta de feria, ha puesto en su punto de mira a todas las carnes procesadas, con la salchicha como su principal archienemiga, kriptonita para las arterias, a la que le siguen la panceta ahumada, el bacon y los embutidos. Hasta el abuso de carne roja de primera “puede” ser cancerígeno. Ojo al “puede” porque es sumamente importante. Los cachondos de la OMS, aburridos como estaban desde su última charada (decretar pandemia global la gripe A sin motivo alguno), creen que alarmar al mundo carnívoro con sus mensajes apocalípticos no tiene coste siempre que incluyan el dichoso “puede”. Según eso, un buen chuletón de buey regado con un Rivera o un Rioja “puede” también causar erecciones cósmicas y un arroz con leche dotar de superpoderes al más pintado. Como a estos desgraciados les importa un pito los males que pueden causar entre el gremio de carniceros, que llevan una semana sin que se les acerquen más que los suicidas, lanzan sus proclamas a lo loco. Imagino que en sus reuniones al más salao del grupo se le ocurre aquello de “¿a que no hay huevos de decretar una alerta sanitaria por las salchichas?”. Y dicho y hecho tras un rotundo “¿que no hay huevos?”.

Los señores de la OMS deberían saber que todo en esta vida puede causar la muerte. Está demostrado en un 100 % de los casos. Como un primo mío, que se pasó cuidándose más que un nadador olímpico y llegó al cementerio más bonito que un San Luis. Nadie sabe muy bien de qué murió el pobre, aunque los más burros del pueblo dicen que de puro triste. Todo lo contrario que mi tía Maru, que se fumaba hasta las colillas y se fue tan feliz al otro barrio con casi 90 años. Pero tengo un ejemplo aún mejor. El de una recia anciana castellana que es a los alimentos lo que que Keith Richards a las drogas duras, según los patrones de la OMS. Y es que la señora en cuestión llegó a las 85 castañas alimentándose básicamente de chuletas de cordero y huevos fritos (en aceite de oliva, claro). Una bomba de relojería para estos agonías, que la hubieran quemado en la hoguera tras un juicio inquisidor de haberla conocido.

Y es que, amigos, alimentarse de caviar es tan nocivo como hacerlo solo de boniatos. Comerse un bollo cubierto de chocolate a la semana ni engorda ni deja de engordar. Todo depende de si se quema o no haciendo ejercicio. Igual que no conviene abusar de la sal o el azúcar tampoco de la carne sea roja o blanca.

Los nutricionistas advierten que necesitamos comer carne. Mejor un buen solomillo que una bandeja de 2 euros con salchichas para un mes. En cualquier caso, la advertencia nos viene bien para ir sustituyendo la carne por los insectos. Porque en 2050 seremos 2.000 millones más, la mayoría asiáticos, y será harto complicado encontrar una vaca a la que hacer filetes. Más que nada porque estarán todas en manos de los chinos, cuyas corporaciones han comprado granjas ganaderas en Australia de una superficie equivalente a la de Reino Unido ante el apetito carnívoro de su pujante clase media. Así que acostúmbrense a las termitas: 100 gramos tienen el doble de proteínas que una hamburguesa. Y además los insectos no se extinguen nunca. Así que ya saben: atibórrense de cucarachas. Ya juego yo a la ruleta rusa con el jamón ibérico. Salud.