Salario mínimo en Colombia y en China
Con motivo de la promesa del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, consistente en dificultar por medio de impuestos y otras medidas a las empresas que trasladen sus plantas productivas, sus puestos de trabajo, a otros países, promesa que, al parecer, influyó mucho en su triunfo electoral, le escuché por CNN en inglés, a un importante ejecutivo de Apple afirmar que un puesto de trabajo en los Estados Unidos le costaba a dicha empresa 1.000 dólares/mes, en tanto que el mismo puesto en China tan solo ascendía a los 400 dólares/mes. El salario mínimo en 2017, en China, figura en 320 dólares/mes.
En vista de lo anterior, he revisado el monto del salario mínimo legal mensual de un trabajador colombiano para 2017, adicionado con todas, absolutamente todas las prestaciones sociales que establece nuestra legislación, y obtuve un poco menos de $1.200.000/mes, los cuales, convertidos a la tasa de cambio de $3.000/dólar, me arrojan una cifra igual al salario de Apple para un chino: 400 dólares por mes.
Al resultado anterior conviene comentarle que la revista The Economist puso a Colombia a figurar en su índice de la hambuguesa Big Mac de junio de 2016, entre los países del mundo con menor costo de vida. Para ese índice, una Big Mac costaba 2,79 dólares en China, frente a 3,04 en Colombia. O sea, con 400 dólares se adquirían en 2016 un poco más bienes y servicios en China que en Colombia. No espero que el índice 2017 que está pronto a ser publicado varíe demasiado frente a 2016.
Independientemente de quien presida la Junta Directiva del Emisor y de quienes lo acompañen en su tarea constitucional primordial, cual es la de controlar la inflación, no pueden ellos dejar de reconocer que las variaciones elevadas en la tasa de cambio afectan tanto los precios de los bienes y servicios en el mercado, como la supervivencia de los productores domésticos y de sus trabajadores.
Imposible negar que los dólares que ingresan a Colombia provenientes del narcotráfico regresan en buena parte por intermedio del contrabando, del contrabando técnico, de la subfacturación, como dólares en el mercado negro... y demás medios que abaratan importar los bienes y servicios extranjeros que compiten en forma desleal contra nuestra producción doméstica.
Entre los efectos de una revaluación que nos duró nueve años, destaco la quiebra de numerosas empresas nacionales por su imposibilidad de competir con productos importados con dólares baratos. Los gobiernos de entonces trataron de evitar las quiebras con subsidios y algo lograron. Por ejemplo, los exportadores de flores no salieron del mercado de puro milagro. Entre tanto, no menos de 12 importantes multinacionales abandonaron el país, porque les resultaba mejor negocio importar que producir por acá.
Me argumentarán algunos que los tiempos del dólar barato son historia frente a un dólar costoso, hoy a $3.000. Ciertamente, pero infortunadamente, los dineros del narcotráfico se concentran para competir y exterminar sectores como los zapatos, los textiles, las confecciones, algunos alimentos como el maíz, los fríjoles... Los tratados de libre comercio entre sectores que gozan de cuantiosos subsidios en sus países de origen son tanto o más funestos que la revaluación de la tasa de cambio.
Algunos críticos del Emisor consideran que, en forma lamentable, el control de la inflación de la canasta familiar desde 2003, se ha realizado, en especial, por medio de los alimentos baratos importados, no pocos de ellos de producción posible en el país como los mencionados en el párrafo anterior. En 2016 interfirieron algo en este control la sequía y el paro de los transportadores.