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Por la educación terciaria, el momento es ya

20 de febrero de 2017

Estudios recientes sobre oferta y demanda laboral indican que el 50 % de los empleadores encuestados manifiestan dificultades para encontrar el talento humano requerido en sus entidades. Aunque Colombia es el país de la región con mayor inversión en formación de la fuerza laboral, sigue siendo amplia la brecha entre oferta y la demanda de personas en niveles técnico y tecnológico.

Baja cobertura educativa en estos niveles, baja valoración social de este tipo de formación y una demanda concentrada en la formación universitaria, aparecen como las principales causas. ¿En qué fallamos? ¿Por qué nuestros programas de formación no garantizan la empleabilidad de los egresados?

Si buscamos ejemplos fuera de Colombia encontramos muchos países que evalúan de manera constante la pertinencia de la formación de acuerdo a los datos de empleabilidad, y si un programa de cualificaciones no está siendo demandado o no genera nuevas iniciativas empresariales u organizacionales, inmediatamente es revisado.

Pero el nuestro es un caso muy distinto, las carreras tecnológicas son versiones cortas de las universitarias, existe mucho desconocimiento en los perfiles de salida y el resultado es obvio: no tenemos excelentes tecnólogos, tenemos versiones abreviadas de los profesionales.

Precisamente, tratando de encontrar una solución, el actual Plan Nacional de Desarrollo le apostó al Sistema Nacional de Educación Terciaria –SNET– que comprende la construcción de mecanismos para cerrar esas brechas y garantizar el avance en la inclusión, la competitividad y la equidad. Entre sus planteamientos se destacan la creación del Marco Nacional de Cualificaciones, el Catálogo de Cualificaciones (por sector), el Sistema Nacional de Calidad de la Educación Terciaria (SISNACET), y el Sistema Nacional de Acumulación y Transferencia de Créditos.

Todos esos nombres, que parecen complejos, están inspirados en sistemas que existen en el mundo y con positivos resultados gracias a una planeación acertada, a una construcción social de visión que desde el inicio dejó claro el por qué y el para qué educar. Si como sociedad queremos impactos similares y seguir el camino de quienes ya lo han hecho bien, debemos tener esta trascendental conversación de manera amplia, sin beligerancias, sin apasionamientos ni excesivos sesgos doctrinistas. Necesitamos un diálogo práctico, incluyente y, sobre todo, basado en argumentos y evidencias.

La necesidad es clara: tenemos una educación terciaria estructuralmente débil. Pocas de nuestras instituciones aparecen referenciadas entre las mejores del mundo. Si somos sensatos, no basta con aparecer en listados, es elemental hacerlo con los mejores resultados. Es urgente tomar decisiones conducentes para tener una educación que responda de manera eficaz a los retos sociales, económicos y culturales de un mundo que está en permanente evolución.

No podemos seguir perpetuando las brechas de inequidad. No puede haber una educación buena y otra no tan buena; nuestro gran reto es fortalecer ese pilar de la formación técnica y tecnológica y construir una mejor ruta universitaria. Hagamos un gran acuerdo social para definir lo que en términos prácticos esperamos del sistema de educación y luego, construir juntos el que mejor se ajuste a nuestras necesidades y visiones prospectivas.

* Presidente Proantioquia