personaje del año

Desde el primer momento de su papado, Jorge Mario Bergoglio dejó en claro que su misión era lograr cambios importantes. El más importante hasta ahora no tiene que ver con la religión que dirige.
Gracias a su rol, y al de su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, triunfó la negociación para reanudar relaciones entre Estados Unidos y Cuba acabando con un rezago de la Guerra Fría en el mundo. Sin duda, eso lo hace el personaje del año.
El Papa Francisco envió una carta a los dos gobiernos, que ayudó a persuadir al cubano Raúl Castro a aceptar el canje de prisioneros y la liberación del cooperante estadounidense Alan Gross. Además, actuó como garante para que ambas partes mantuvieran el avance de las negociaciones en secreto.
Según el presidente Barack Obama, Francisco fue relevante a la hora de impulsar los diálogos y reforzar la confianza. En los 18 meses de conversaciones secretas entre ambos gobiernos se realizaron nueve encuentros, la mayoría de ellos en Canadá, pero fue en el Vaticano, en octubre, donde quedó sellado el acuerdo final.
En pocas palabras el Papa entiende para qué es su papado. Y es para lograr modificaciones en temas que, parece, que nunca fueran a cambiar, como la relación de La Habana y Washington.
Fuera de eso, el pontífice no ha parado de sorprender al mundo con sus gestos de humildad y cercanía, lo que ha puesto a la curia al borde de un ataque de nervios. Lejos del protocolo y la suntuosidad que rodearon a otros pontífices, Francisco ha sabido ganarse y recuperar a los fieles de su Iglesia.
No son solo los gestos simbólicos, como el de los zapatos gastados, el carro papal sin blindaje, o besarle los pies a sus fieles, sino cambios de fondo que pedía la Iglesia de manera urgente por los abusos de una burocracia inoperante, una corte casi monárquica de funcionarios y una serie de escándalos que van desde el lavado de dinero por parte del banco del Vaticano hasta los casos de pederastia y pedofilia que siguen golpeando a la Iglesia.
Esa es su gran deuda.
En ese tema las palabras del Papa no remedian ni curan el dolor causado por el peor escándalo que sigue vigente en los cimientos del Vaticano y de la Iglesia Católica: los abusos sexuales del clero.
En eso, la cultura del silencio frente a los sacerdotes pedófilos sigue obrando como una complicidad tácita. Y una solución a ese problema será el punto central y el tema más importante y definitivo de su papado. Sobretodo porque los dos papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, fracasaron miserablemente.
Aunque el Papa Francisco ha nombrado comisiones para revisar, entre otras, este asunto y recomendar cambios, no hay que olvidar que los miembros de esas comisiones son los cardenales que pertenecen a la misma estructura que ocultó los abusos en el pasado, los cuales desencadenaron los escándalos.
¿Por qué no remover a los cardenales que han encubierto a los pederastas? Se conoce la retórica de la Iglesia en esta respuesta, pero se sigue esperando la acción.