NO OLVIDEMOS A LOS ADULTOS MAYORES

La historia de Colombia la forjaron los mayores, algunos ostentaban títulos que los posicionaban como líderes de la comunidad, tenían la experiencia y aunque no todos la cultura necesaria, poseían el don para regir los destinos de los ciudadanos y crear empresas; fueron respetados y tenidos en cuenta, porque eran los encargados de trasmitir el conocimiento adquirido a base de la experiencia y las vivencias cotidianas.
Llegó el siglo XX y se consolidaron las instituciones de educación secundaria y superior, generando mayores oportunidades a los jóvenes de la época, esto permitió que adquirieran posiciones y desplazaran a los mayores y a los intelectuales, generando un cambio de tipo generacional vigente hasta nuestros días. Hoy en Colombia a los 60 o 65 años se pretende que las personas se retiren, no necesariamente porque el adulto lo quiera, sin pensar que estas personas aún tienen un gran potencial para aportar ese conocimiento, experiencia y sabiduría adquiridos a través de los años.
Según un estudio de la Universidad Externado de Colombia, el 75 % de los adultos están llegando a los 60 años sin ningún tipo de pensión y sin recursos para su subsistencia, situación que los sitúa en posición de dependencia de familiares, de los pocos ahorros adquiridos a través de su vida y muchas veces relegados al olvido en centros de retiro. Lo más grave es que el 22 % de adultos mayores tiene unos ingresos menores a la mitad del salario mínimo o no los tienen, lo que les hace imposible vivir dignamente, colocándolos en situación de pobreza extrema.
En el caso del Municipio de Medellín, existen programas para la protección del adulto mayor, mediante la asistencia, el otorgamiento de subsidios y la prestación de servicios de salud. Actualmente hay proyectos como “La Ciudad para la Vida”, promovido por la Fundación Fundarias inspirada por el Padre Ferro, de origen Italiano, quienes promovieron recientemente un centro en Barbosa (Antioquia) para atender a adultos mayores de escasos recursos. Existe también la posibilidad de establecer por parte de esta misma institución, un novedoso proceso de acompañamiento al adulto mayor, mediante la presencia de la comunidad, en especial con la presencia de niños en condición de abandono, otorgándoles la oportunidad de trasmitirles el amor y sabiduría de los mayores, sintiéndose así estas personas útiles a la comunidad.
Este programa sería interesante acogerlo en Medellín, con el objeto de que los mayores permanezcan en su entorno asistidos por personas preparadas y adicionalmente acompañando a niños que por cualquier circunstancia no tienen cerca a sus padres, con programas lúdicos y de entretenimiento. Quizás esta experiencia podría suplir algunos hogares sustitutos o guarderías, incluso apoyarlos, con la seguridad que todo lo que les enseñan aquellos mayores, está basado en el respeto y la sabiduría.
Los mayores no pueden seguir sintiéndose inútiles y con asistencialismo, como en muchas oportunidades lo hacen las instituciones públicas, pudiendo aprovechar sus capacidades aportando sus experiencias a la comunidad. Las buenas experiencias son para acogerlas y esta parece ser la solución, inclusive para el acompañamiento de niños en condición de calle que no tienen padres que los asistan y que requieren de calor humano y de alguien que los acoja y acompañe; quiénes mejores que los grupos de adultos, que quieran seguir aportando algo de su vida a la comunidad y de paso se sientan útiles y amados, superando el abandono en su condición de adultos mayores.