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(...) “Negro ni”...

27 de mayo de 2017

Racismos subsistentes: Eran los 80: la década de la infancia, las tardes de juego en la calle con los vecinos que se interrumpían cuando la mamá llamaba al orden porque “mañana hay que madrugar” o “ya está servida la comida”.

En una de esas tardes llegó el abuelito de uno de los niños del barrio: un señor de piel blanquísima y ojos claros; muy “buen mozo” como lo definían algunas señoras y el mismo que una tarde decidió regalarnos unas galletas. Y ahí, en medio de su acto de generosidad apareció un mecánico que vino a reparar un carro.

El recién llegado extendió su mano a aquel abuelo que la dejó extendida sin corresponder y solo dijo: “negro ni mi caballo”. Esa fue nuestra puerta al mundo del racismo. Ahí supimos varios que tener la piel oscura en ciertos lugares de Medellín era nacer debiendo. Y aunque esos prejuicios se han suavizado, todavía hay gente que separa los platos a la empleada que vino del Chocó para que no coma en los mismos de los “señores”.

Aún se oyen historias en las que a la “niña” le rechazaron el novio porque es “morenito” o la gente se sorprende porque vieron a una persona de piel más oscura montando en un carro nuevo o yendo a la universidad; como si tener la piel de un color diferente a la mayoría fuera una sentencia de pobreza. De acuerdo con la Secretaría de Planeación local, en la ciudad hay alrededor de 218.068 personas afrocolombianas. Muchas de ellas fueron educadas con la mentalidad de la esclavitud: para seguir órdenes y no pensar; soportar maltratos y no buscar soluciones o trabajar solo para los sueños del más poderoso.

“Micromachismos”: Quienes creemos en la fuerza de las mujeres o crecimos en casas donde la supremacía de género no fue apología, observamos esos comportamientos sutiles y cotidianos donde se confirma un prejuicio o se refuerzan ideas que apuntan a que el valor de alguien radica en un lugar definido de su anatomía. Esta semana una mujer iba manejando por una calle angosta y se detuvo ante el temor de estrellarse. De forma sorprendente, los hombres (desconocidos entre ellos antes de esto) de la vía se hicieron amigos para burlarse de ella y le gritaron: “no pasa”, “no puede”. Ella como pudo logró abrirse camino y los dejó sin habla cuando les mostró un cartel impreso que decía: “machistas”. En otro lugar, exactamente en un pasillo, había dos mujeres diciéndole a una niña: “no seas tan extrovertida con todos los hombres porque te puedes quedar sola”. Este mensaje me llevó a varias décadas atrás cuando el único destino de una niña era tener marido o ser silenciosa equivalía a decencia.

Individualismo: Ya empezó en Venecia, Italia, la bienal de arte más grande y antigua el mundo; fundada en 1895. En medio de las críticas o expectativas quebradas que ya ha generado entre algunos esta versión que va hasta el 26 de noviembre, llama la atención un mensaje: varios de los artistas exhiben obras que invitan a dejar el que consideran un mal creciente: el individualismo. Juntarnos, interesarse por otros, protestar contra quienes creen que los seres solo somos blancos o negros es el llamado.