Columnistas

nairo en el país de los héroes y los villanos

05 de julio de 2015

Si Nairo Quintana ganara la Vuelta a Francia como pronostican algunos expertos, se oirían muchas voces – las voces de la gente desmedida y tropicalista de siempre– gritando que Colombia es la más grande potencia ciclística que ha habido sobre la faz de la tierra por los siglos de los siglos, amén.

Si Nairo ganara, digo, habría ruido, fanfarrias, discursos, himnos, caravanas de la victoria, triunfalismo al por mayor, rumba corrida. Un locutor altanero exclamaría que esta noche no lo esperen en su casa, otro pondría a sonar aquello de “Colombia, tierra querida, himno de fe y armonía”. También habría todas esas cosas horribles que suelen presentarse en Colombia cuando se trata de festejar: jactancia, gente borracha, accidentes, riñas, heridos, detenidos.

Los noticieros pasarían días enteros repitiendo las imágenes triunfales.

Si Nairo perdiera, en cambio, saldría a flote nuestro derrotismo ancestral. Oiríamos decir que competimos como nunca y perdimos como siempre, que desde tiempos inmemoriales nos viven faltando dos centavos para el peso, y bla bla bla.

Muchos dirían que somos lo peor, un país de fracasados, y pasarían del encomio al menosprecio. El noticiero ya no se desbordaría en la cobertura periodística de la actuación de Nairo, sino que le daría más espacio a la farándula. El taxista señalaría que ese tal Nairo es “pecho frío”, el gomelo le llamaría “looser”.

Algunos aprovecharían la ocasión para volver a despotricar contra Pacho Maturana, o contra Pekerman, o contra Falcao, o contra cualquiera de los tantos deportistas a los que, en nuestros vaivenes emocionales, hemos convertido en héroes y luego en villanos.

En ese caso también habría las cosas horribles mencionadas antes, porque, como ya he dicho, aquí siempre han convivido el país que se derrumba y el que se va de rumba. En vez de jactarnos actuaríamos como resentidos, pero igual habría gente borracha por las calles, accidentes, riñas, heridos, detenidos.

Nairo Quintana podría ganar, ya que es un muchacho tan talentoso como seguro de sí mismo, o perder, pues la Vuelta a Francia es una competencia dominada históricamente por ciclistas europeos que, aparte de su calidad, gozan de ciertas ventajas científicas y logísticas en la preparación.

Si ganara no sería porque él fuera un Dios y nosotros, el mejor vividero del mundo. Si perdiera no sería porque él fuera un torpe y nosotros un desastre.

Ojalá el reciente revés de la selección Colombia en la Copa América nos haya bajado los humos y, en consecuencia, asumamos con madurez el resultado de Nairo, sea cual sea. Las reacciones de la gente ante nuestros ciclistas no han sido turbulentas como ante nuestra selección de fútbol.

Pero ya hemos visto lo que sucede en esta Colombia extremista cuando se generan tantas expectativas en torno de los deportistas. Si nos va bien nos enloquecemos, y si no, también. Soberbios en la euforia y encolerizados en las derrotas, damos rienda suelta a la peor versión de nosotros mismos.

Como sociedad desencantada y frenética vivimos buscando héroes. Los buscamos, sobre todo, en los escenarios deportivos, porque más allá de esos ámbitos solo percibimos ruindad. Y así nos va. Algo anda mal cuando un país espera más de sus atletas que de sus gobernantes..