Música debajo del brazo
Para la prolífica familia Ramírez Arboleda, de Aranjuez, la vida ha sido una larga tertulia con el fondo musical de tangos, boleros, música colombiana y española. Que no falte la poesía.
La historia arrancó en los años cincuenta, cuando la matrona, doña Amanda Arboleda, primera voz del coro de la iglesia de san Nicolás de Tolentino, cumplía a rajatabla el mandato bíblico de “creced y multiplicaos”.
De la noche a la mañana tenía cinco hijos. Entonces se animó a preguntarle a su confesor si podía tomar anticonceptivos. El fraile respondió con un no rotundo que se oyó hasta en Moscú.
Como al barrio no había llegado el anticonceptivo de pared llamado televisor, y el impetuoso don Ovidio, un discreto san José, no daba tregua, doña Amanda parió doce petacones.
Los Ramírez Arboleda desayunaban los lunes con los milagrosos bizcochos de san Nicolás. Por eso no es raro que cada hijo viniera con el pan debajo del brazo y voces privilegiadas.
Mamá Amanda no solo les regaló el pescado sino que les enseñó a “pescar” en la acepción doméstica de cantar.
A pesar de que le respira en la nuca a los noventa, no es insólito oírla cantar el himno de la familia, “Casas viejas”, en sexteto con Carolina, la Dama del tango, Patricia, Marta, Ovidio y Nicolás.
Los oí cantar en su residencia de Prado-Centro en la fiesta de “resurrección” de su amigo-hijo-hermano de siempre, el abogado y catedrático Guillermo Montoya P., quien hacía las veces de Pilato en las procesiones de Semana Santa. Carolina era Claudia, la mujer de Pilato.
Si las “ángelas” cantan deben hacerlo como doña Amanda y sus bellas pipiolas que hacían suspirar a los piernipeludos de la carrera 47 entre calles 94 y 95.
La gran ventaja de quienes ejercemos el oficio de “muebles viejos” sobre los que nos están dando el necesario codazo generacional, es que nosotros tuvimos vida de barrio. Podríamos recitar de memoria los nombres de los vecinos.
Las mamás daban vino con galletas en las visitas, teníamos médico todero, policía de la esquina y derecho al fiado en la tienda. Que no falte la comadrona. Los recién llegados a la cuadra recibían la visita de las vecinas que les daban una mano, incluido fresco de bienvenida.
La de los Ramírez era la casa de todos y de todo: sede de tertulias literarias, algos bailables, novenas navideñas; allí se craneaban los paseos de olla con pipo del 6 de enero y las idas a Santa Elena y Piedras Blancas por musgo.
Para despedir junio, el mes escriturado a Gardel, Ovidio, uno de los doce, cantará hoy jueves en el Patio del Tango en un homenaje a Mariano Mores, compositor de “Cuartito azul”. Pídanle “Casas viejas” en honor de mamá y papá que les mostraron el camino de la música.