Columnistas

MORBO VIRALIZADO

12 de junio de 2017

En tiempos de fotos, de memes, de videos, de vidas soportadas en el número de likes, me pregunto quién es el rey de la indolencia: ¿El que hace un video de una situación trágica? ¿El que lo comparte? ¿El que le da “me gusta”? ¿El que lo pone a darle la vuelta al mundo en 80 segundos para crear una tendencia?

El que graba, sin duda, es un morboso. Morbo, según una de las acepciones del diccionario, es el “atractivo que despierta una situación desagradable, cruel, prohibida o que va contra la moral establecida”. Y en esa definición caben todos los copartícipes de la acción.

Hace unos meses circuló el video de una señora que, en medio de una crisis de la enfermedad psiquiátrica que padece, causó un grave accidente de tránsito en nuestra ciudad. En la más absoluta indolencia fue filmada desnuda mientras pasaba por la que quizá haya sido una de las peores situaciones de su vida. Y como si no fuera suficiente humillación, el que hizo el video, que a todas luces no pretendía ayudarles a las autoridades correspondientes a esclarecer los hechos, lo viralizó. Nunca se puso en la piel de la señora, ni en la de sus hijos. No se le ocurrió pensar qué sentiría él, o ella (no sé y no me interesa asignarle sexo a la indolencia) de haber sido su mamá, su hermana o su esposa. No le pasó por la cabeza que un mal momento puede tenerlo cualquiera el día menos pensado y que a nadie, en sus cabales, le gustaría sufrir semejante ataque tan cruel y carroñero.

Aquella vez le pedí mesura y sentido común al remitente, y lo he hecho algunas veces más, en un intento desesperado por romper esa cadena de envíos morbosos. Pero no siempre lo logro. Esta semana fue viral la oportunísima grabación de un camarógrafo de celular que captó a un hombre al momento de tirarse de una torre. Abandoné aquella película de horror antes de que el suicida se estrellara contra el piso, pero me contaron que el video sigue como si nada estuviera pasando. Nada de gritos, ayes, lamentos, pedidos de ayuda, nada de nada, solo el regocijo de aquel desalmado que incluso hace acercamientos para que no se quede nada sin registro, como si se tratara de mostrar una taza destrozada.

Más que regarse como un virus, la miseria humana es una peste que se propaga y contagia a otros con solo tocar una pantalla.

El morbo, a la luz de la sicología, es una tendencia que se repite en todos los seres humanos. “Consiste en la necesidad de ver, oír, sentir, hacer y oler ciertas cosas que están catalogadas de mal gusto, truculentas, sucias o impúdicas”. Todos somos morbosos, pero nos diferencia el nivel. Lo que a algunos les causa sufrimiento o malestar, para otros es un placer casi sexual.

Está muy claro: Imposible vivir desconectados en estos tiempos, pero no renuncio al pataleo. Abogo por conservar lo poquito que nos queda de compasión y de respeto por la tragedia y la dignidad de los demás.

Por lo menos yo exijo que me excluyan de todos los envíos que se burlen de los defectos físicos, que conviertan un impasse de alguien en un número de circo o que pisoteen la dignidad o la intimidad de un semejante. Ya basta de ser tan culiprontos, desalmados y dedisueltos.