LUSITANIA: un DESCRESTE maestro
“Asombro” podría ser la primera palabra para definir la primera impresión. Por momentos me sentía a miles de kilómetros de Medellín, en alguna ciudad futurista y ultramoderna. Después seguirían “majestuoso”, “sorprendente”, “maravilloso” y varios suspiros de admiración en cada espacio recorrido.
Hablo del colegio Lusitania Paz de Colombia, recién inaugurado por el alcalde Aníbal Gaviria y el presidente Santos, en el sector de Nuevo Occidente, un lugar que debería ser incluido en nuestros folletos turísticos para que propios y extraños veamos cómo se convierte un sector deprimido en orgullo de ciudad.
Reparé el colegio una y mil veces mientras jugaba con la paz de Santos en los dedos, léase con la palomita de cartón endeble pegada de un gancho que luce el presidente en la solapa de su saco y que enseguida me quité de mi camisa, porque la paz que quiero va más allá de lo simbólico.
Pero volvamos al colegio, protagonista de esta historia que lo deja a uno boquiabierto, literalmente. Lusitania es un colegio Maestro donde profesores capacitados atenderán las necesidades educativas de 2.100 alumnos en siete pisos de cemento y vidrio, luz natural, tecnología de punta y derroche de buen gusto en sus espacios generosos que invitan a estudiar hasta a maquetas como yo, que gané física, química y trigonometría por una serie inexplicable de milagros. Cuenta con un preescolar, 11 salones de clase, bibliotecas, laboratorios, zonas para la lúdica y la recreación, un restaurante escolar de lujo, unidades sanitarias ídem, salas de computadores y el mundo a un clic. Fue construido con todos los requerimientos de las normas actuales en 7.256 m2 y su costo fue de “apenas” 23 mil millones de pesos. Un jurgononón de plata que también obliga a un clamor mirando al cielo: Que la comunidad lo valore y lo cuide.
Pero...
Al día siguiente de su inauguración, un informe publicado en este diario sobre el desempeño de Medellín y Antioquia en las pruebas Saber, rompió de un soplo las pompas de euforia que todavía flotaban en el ambiente.
Entonces busqué a Mónica, la maestra oficial más comprometida que conozco, nombrada hace rato mi asesora de cabecera en asuntos de educación, para saber su opinión.
Me habló de Mova, un escenario creado para la formación integral de los maestros, pero lamenta que no todos ellos aprovechen las oportunidades, en especial los más jóvenes, porque las capacitaciones allí recibidas no suben el escalafón. ¡Y porque les da pereza asistir en la jornada contraria a la de su trabajo!
Si no hay un cambio en actitud, dice, la educación seguirá cuesta abajo. Y si a eso le sumamos unos currículos descontextualizados, unos jóvenes desmotivados y unos papás poco comprometidos, ningún esfuerzo se verá reflejado, por más edificios hermosos que construyan.
Se pregunta si los alumnos se están formando para la vida o para que ganen una evaluación. Las pruebas Saber, las Olimpiadas del conocimiento, las pruebas PTA y las internas por período que hace cada institución, son desarticuladas entre sí, evalúan criterios diferentes y no miden estudiantes sino colegios.
“Bienvenidos los recursos, que ayudan mucho, pero jamás garantizarán la calidad. Necesitamos volver a las artes y oficios, tener talleres de habilidades y destrezas donde a los muchachos se les desarrollen sus capacidades y sus intereses y motivar a los alumnos a algo más que revisar el Face en las salas de computadores. ¡Urgente!”. Ahí les dejo.