Columnistas

Los resignados

05 de marzo de 2019

Somos un pueblo resignado, sumiso, dócil, rendido, manso, obligado a vivir dentro de una habitación llena de humo tóxico. Dos o tres gritos en las redes sociales, algún informe sobre las estaciones en naranja (aire dañino para la salud) y no más. La alcaldía se conforma decretando pico y placa ambiental. Los demás con su mismo egoísmo (no les interesa el daño que produce su carro) y la misma estulticia (producen la contaminación que los enferma): en carro para ir a la tienda de la esquina, carros con una sola persona, carros con revisión técnico-mecánica alterada, chimeneas rodantes.

Qué especie tan rara. Aunque somos conscientes del daño que nos produce en la salud el aire tóxico y cómo podríamos solucionarlo, la respuesta es ridícula, contradictoria, desatinada: la alcaldía no es capaz de detener totalmente el tráfico (ya lo demostró en 2017) porque los mandamases de la ciudad reunidos en entidades gremiales prefieren producir a respirar (ya lo demostraron en 2017).

No importa que 22.922 personas hayan muerto entre 2011 y 2016 por Enfermedad Respiratoria Aguda (ERA), según el estudio “Cuantificación física y económica del impacto de la contaminación atmosférica en la salud de la población de Medellín”, del Instituto Ambiental de la Universidad Nacional sede Medellín y la Contraloría de Medellín. Lo más raro es que el director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, corra a decir que puede haber diferentes orígenes en las enfermedades que señala este estudio, no solo la calidad del aire (El Tiempo 15.02.19), ¿no entendió el nombre del estudio?

Están en juego dos necesidades básicas: respirar (vida, salud) y trabajar (movilidad). La dirigencia (pública y privada) ha escogido la segunda, pues hay que trabajar: no se puede paralizar la producción económica. Inclusive, esos trabajadores estarán produciendo el dinero necesario para que las EPS los atienda (y los deje morir) cuando consulten por ERA.

¿Y mientras tanto? Todos respirando enfermedad y muerte. Como el ganado al matadero, resignado, sumiso, dócil y manso. Eso sí, asegurándole al mundo que somos los más verracos, pujantes, innovadores; hasta nos atrevimos a hacer una competencia ciclística internacional en medio de la contingencia ambiental, por eso este año no se hizo tanto escándalo mediático: para no empañarla. Aquí vivimos de la imagen y del trabajo, no del aire.