Columnistas

Las Bienaventuranzas ( Mateo 5,1-12)

01 de noviembre de 2015

El Evangelio dominical trae el texto de las bienaventuranzas. Vale la pena convertirlo en palabra para nosotros hoy.

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Estas son las personas que aman y sirven desinteresadamente a los demás, que no buscan el reconocimiento, ni la recompensa, ni el prestigio, que no les interesa el poder ni el dinero, y que por esta desposesión son semejantes a Jesús pobre que pasó ofreciendo el Reino gratuito del amor. “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”. Estas son las personas que no buscan peleas ni se dejan provocar por la agresión, que vencen el odio con la magnanimidad y son capaces de responder con actos buenos a quienes les hacen mal. “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. Estas son las personas que han derramado lágrimas por la pérdida de los seres que más amaron, por la destrucción de los sueños, por el dolor de las propias equivocaciones, y encuentran en la sinceridad de su dolor sin fondo la consolación de Dios. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Estas son las personas apasionadas por la dignidad de todas las mujeres y los hombres, que actúan con decisión cuando se arrebata la tierra a los campesinos, cuando muere un hambriento en la calle, cuando ven los miles de millones de unos y la miseria de los otros, cuando alguien es secuestrado o desaparecido. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Estas son las personas que se conmueven en compasión ante el ser humano destrozado por la barbarie y ante la desgracia de los victimarios; las que llevan en sus entrañas la solidaridad radical con el vulnerado y son capaces de perdonar al criminal arrepentido, y que tienen también misericordia con sus fragilidades personales. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Estos son los que están jugados por la paz sin condiciones, la paz de los corazones y las familias, de las comunidades y los pueblos, la paz que está más allá de todos los presidentes, de todos los grupos armados y de todas las ambiciones. “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Esto son los que saben que unirse a la causa de Dios en la pasión de Jesucristo por el ser humano lleva a la contradicción y a la persecución. Por eso las mujeres y los hombres que tienen la gracia de vivir así, saben por qué Jesús concluye este sermón diciéndoles: “Bienaventurados serán ustedes cuando les injurien, y persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa; alégrense y regocíjense, porque la recompensa de ustedes será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes».