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La “universidad gratis” no existe, alguien debe pagarla

18 de julio de 2016

Dicen que lo único gratis que tenemos los terrícolas es una vuelta alrededor del sol cada año. Otros dirán que ver las estrellas y el océano, aunque no parecen haber visto el precio de los apartamentos con vista al mar. Pero lo gratis es muy sexy y por eso hay tontos que creen que existen muchas cosas gratis y votan por politiqueros que se aprovechan de tantos irresponsables que asumen que todo lo que no tienen es culpa y responsabilidad del Estado.

Pero esto no es solo de países subdesarrollados. La señora Clinton para no perder los votos del socialistoide Bernie Sanders, que encantó a jóvenes estadounidenses que no saben qué es sudar por algo porque sus papás pagan el aire acondicionado, acogió su idea de universidad gratis y hasta de aumentar el salario mínimo el 50 %.

Nadie duda que la educación es la mejor alternativa sostenible de movilidad social, no para eliminar la desigualdad porque eso es una tontería, sino para elevar el límite mínimo de la sociedad, por eso todo lo que pueda hacerse para ofrecer condiciones integrales a los niños de cero a cinco años, bienvenido. Como tampoco hay duda que la educación superior es la mejor opción para acceder a actividades económicas más lucrativas y por ello las ayudas en educación a quienes lo que les faltó en dinero les sobró en esfuerzo, disciplina y dedicación, también son bienvenidas. Pero educación superior gratuita indiscriminada y sin condiciones, no solo no es viable porque la educación buena cuesta, alguien debe pagarla y el dinero no es hermafrodita y se reproduce solo, sino que incluso puede ser contraproducente como lo dice el estudio de Shanta Devajaran, economista en jefe para el Medio Oriente y el norte de África del Banco Mundial.

Señala Devajaran que la universidad gratis, fundada en la idea que es la solución mágica para salir de la pobreza puede provocar efectos contrarios porque cuando se proporciona algo gratis, aumenta su demanda. Las universidades para racionar esa demanda exigen pruebas de ingreso y son los estudiantes pudientes que tuvieron buena educación secundaria los que pasan dichos exámenes y ocupan los cupos universitarios, pero sin pagar.

Adicionalmente la educación gratuita no produce lo que requiere el aparato productivo moderno, pues no ofrece incentivos a las universidades para mejorar la calidad y sus planes de estudios, ya que “más estudiantes no significa más ingresos” y algo grave, los estudiantes no exigen mayor calidad como lo harían si estuvieran pagando y necesitaran recuperar la inversión. Dice Devajaran: “La experiencia de la universidad Tribhuvan de Nepal es instructiva. Cuando empezaron a cobrar las tasas de matrículas en su instituto de ingeniería, la calidad mejoró tanto que comenzaron a atraer estudiantes de todo el sur de Asia.”

No significa que solo cobrando se resolverán los problemas de la educación superior. Hay que perfeccionar los sistemas de selección, seguir ofreciendo becas a los estudiantes de bajos ingresos pero estudiosos y aplicados, y asegurar los incentivos a las universidades para mejorar la calidad y a los estudiantes para que la exijan, pero todo esto sin competencia es imposible.