La oración de petición
El orante piensa espontáneamente que por la oración de petición adquiere el poder de dar órdenes a Dios, órdenes que debe cumplir como garantía de reciprocidad. Te doy, me das. Es verdad que Jesús dice: “Pidan y les darán, busquen y encontrarán, llamen y les abrirán” (Mateo 7,7).
La oración de petición, más que dar un poder sobre Dios, es el modo de disponerme como orante para recibir lo que el Creador quiere darme. Como dice S. Agustín en una maravillosa carta a Proba: “Lejos de nosotros el pensar que las palabras de nuestra oración sirvan para mostrar a Dios lo que necesitamos o para forzarlo a concedérnoslo”.
Teresa de Jesús, maestra consumada del arte de orar, cuenta en su autobiografía que cada año le pedía a San José en su día una gracia, y siempre se la concedía, y cuando su petición iba torcida, él se encargaba de enderezarla. Admirable finura espiritual la de Teresa.
Para el menesteroso, y todo ser humano lo es, pedir es una acción del todo natural, cotidiana, entendida como rogar o demandar a alguien que dé o haga algo en bien del que pide.
En la oración de petición aparecen dos polos desiguales. El que pide, que es el hombre, y aquel a quien este pide, que es Dios. Y también dos cosas, la necesidad del que pide y el hacer caer en cuenta a aquel a quien pide que él puede y debe satisfacer esa necesidad.
Dios no necesita que le pidamos, pues conoce muy bien nuestras necesidades y cómo satisfacerlas, pues si a Dios le hiciera falta nuestra oración de petición, sería uno más de nosotros. El orante sí la necesita como modo de disponerse para recibir lo que Dios tiene para enriquecerlo.
San Agustín afirma que “al decir ‘santificado sea tu nombre’, nos amonestamos a nosotros mismos para que deseemos que el nombre del Señor, que siempre es santo, sea también tenido como santo por los hombres [...] lo cual redunda en bien de los mismos hombres y no en bien de Dios”, pues el bien, el bien absoluto es el mismo Dios.
San Agustín dice también: “Y cuando añadimos ‘venga tu reino’, pedimos que crezca nuestro deseo de que este reino llegue a nosotros y de que nosotros podamos reinar en él, pues el reino de Dios viene ciertamente, lo queramos o no”.
Magnífica la oración de petición. Nos dispone a recibir del Creador sus regalos divinos, que siempre quiere darnos, maravillosa participación de su condición divina.