LA MEDELLÍN-BOGOTÁ, NO AGUANTÓ MÁS
La autopista Medellín-Bogotá, la cual comunica a los antioqueños con el centro del país, no aguantó más. Suena bastante trágica esta afirmación, pero no hay otra manera de escribirla. Ahora, esta carretera parece decirnos: “ya no doy más”.
Desde el trágico derrumbe a la altura del peaje, del pasado 26 de octubre, que cobró vidas humanas, se volvió prácticamente intransitable. Son muchos los esfuerzos que ha hecho el concesionario Devimed y el gobierno departamental para mantenerla habilitada, pero contra los poderes de una montaña agrietada, y en cuidados intensivos, serán muchos los esfuerzos y las inversiones que tendrán que efectuarse antes de levantar la alerta roja por los continuos movimientos del talud. Y de esta manera habilitar de forma segura el paso de vehículos y peatones por el principal corredor que tienen los antioqueños.
La situación se ha vuelto aún más crítica, con el nuevo derrumbe a pocos kilómetros del anterior, porque no se ha estabilizado la montaña, a pesar del retiro programado de material que ya supera los 60.000 metros cúbicos, y que mantuvo la vía cerrada desde diciembre.
La montaña no quiere estabilizarse, y amenaza con devorar la vía, por tanto no es recomendable, de acuerdo con lo expresado por los expertos, seguir removiendo rocas que están sobre la banca del corredor vial. Debe llenarse la calzada de material rocoso para que los vehículos pasen por encima. Suena raro, es verdad, pero se requiere que el terraplén haga contrapeso para compensar el movimiento de tierra que baja de la parte alta de la ladera.
Con seguridad, los organismos del Estado no solo han visualizado el tramo que hoy tanto preocupa. También, deben revisar todos estos terrenos escarpados con una geología dinámica que presenta movimientos permanentes a través del tiempo; donde son muchos los puntos críticos e inestables de alto riesgo sobre la autopista que aún no han sido detectados, y requieren un tratamiento integral por parte del concesionario para evitar la deforestación de los taludes, la indebida explotación de material pétreo en la montaña, los cultivos inadecuados y el mal uso de aguas servidas y de acueductos rurales.
Hasta hoy son cuantiosos los perjuicios y las pérdidas económicas que el cierre de esta troncal le está ocasionando al sistema vial del país. El solo hecho de desviar el tráfico pesado provoca un caos vehicular en las rutas alternas para ir al Oriente antioqueño y a Bogotá, deteriorando además el pavimento con carga pesada en la infraestructura de otras vías de menores especificaciones, como Las Palmas, Santa Helena y la ruta Barbosa-Cisneros-Puerto Berrío.
El problema de la autopista Medellín-Bogotá hay que resolverlo pronto con respuestas efectivas y eficaces.