La Ignominia
Amable Lector. Los aborígenes que ocupaban el territorio de Antioquia eran los Catíos, los Nutabes y los Tamíes. Sus viviendas eran sobre las copas de los árboles o en chozas miserables. De temperamento feroz, la mayoría andaba desnuda y en la escala de la civilización, antes de la conquista, estaban en cero.
Algunos eran antropófagos (comedores de carne humana); a los prisioneros los engordaban antes de devorarlos. Eran polígamos, cultivaban la yuca, las arracachas, el maíz y con este preparaban la chicha, pues eran adictos a esta bebida.
Las mujeres eran una especie de bestias de carga. En general, los hombres poco o nada inclinados al trabajo. Para evitar los tormentos del dolor de muelas y conservar sus dientes, los teñían con jugo de bejucos o cortezas de árbol. Nadie debería censurarlos, pues era la forma milenaria como vivian. Desde luego, no ha sido fácil que asimilen lo bueno de costumbres más avanzadas.
Esta breve descripción es tomada del precioso texto de Manuel Uribe Ángel: “Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia”. En buena hora reeditado por el entonces gobernador Aníbal Gaviria Correa.
Cristóbal Colón. Se han escrito cientos de libros sobre este hombre excepcional, unos ponderando sus virtudes y otros agravando sus defectos. De niño se destacó por su facilidad en las ciencias exactas, estudió en la Universidad de Pavía. Se familiarizó con el mar hasta alcanzar un gran dominio sobre éste. En Portugal pidió recursos para descubrir un nuevo mundo; fracasó en este intento y se fue a España con el mismo empeño.
Allí encontró a personas cercanas a los reyes que procuraron abrirle las puertas. Su proyecto fue rechazado en dos ocasiones por los eruditos de la Universidad de Salamanca.
El “taimado” rey Fernando nunca lo miró con buenos ojos. Después de 18 años de insistir con su idea consiguió la ayuda de la reina Isabel. Se hizo a la mar. En la primera expedición, más de una vez, estuvo a punto de ser asesinado por marineros inconformes de su tripulación.
Cuatro veces llegó a América y regresó de nuevo a España. La envidia de sus enemigos, que siempre han acompañado a la humanidad, con sus calumnias lograron hacerle daño. Fue maltratado, sometido a vejámenes. Al final, enfermo de gota, la visión y, sobre todo, por la ingratitud, murió en 1506; sus restos, aún no hay certeza de dónde reposan.
Después de más de 500 años, no son pocos los que denigran no solo de Cristóbal Colón, sino de la madre patria. Algunos ya consiguieron que se retiren sus estatuas. Juzgar al descubridor de América como un ser ambicioso, oportunista y cruel contrasta con la grandeza de un hombre que cambió la faz de la Tierra. Sin la menor duda, fue un ser superior