LA HIPOCRESÍA DEL PRESIDENTE OBAMA EN CUANTO A SIRIA
Por Peter Wehner
En el 2008, Barack Obama ganó la presidencia prometiendo que aliviaría nuestras divisiones políticas. En lugar de hacerlo, Obama se ha vuelto tan polarizador como cualquier otro presidente en la historia de las encuestas modernas. El debate sobre la crisis de refugiados de Siria ilustra el porqué.
La guerra civil en Siria ha generado una de las peores crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, y el presidente ha dado órdenes para recibir a 10.000 refugiados en el año fiscal de 2016. En el tiempo que siguió a la masacre del 13 de noviembre en París, los republicanos en el Congreso pidieron una pausa en la admisión de refugiados sirios adicionales, en parte por su temor porque terroristas podrían posar como refugiados. El presidente, en lugar de calmadamente tratar de persuadir a sus críticos, eligió burlarse de ellos.
“Al parecer tienen miedo de que viudas y huérfanos entren en los Estados Unidos de América como parte de nuestra tradición de compasión”, dijo Obama. “A mí eso no me parece tan duro”. Según el presidente, la herramienta de reclutamiento más poderosa para el Estado Islámico, o ISIS, es la retórica republicana, la cual le pareció “vergonzosa” y dijo que alimenta nuestros “impulsos oscuros”.
Lo que hizo particularmente atroz el asalto del presidente Obama contra los republicanos es su hipocresía, y con esto me refiero a la falta de acción significativa de cualquier tipo para evitar el desastre humanitario que ahora envuelve a Siria. No es como si no tuviera opciones disponibles.
En el 2012 Obama rechazó planes de armar a los rebeldes sirios a pesar de que sus exsecretarios de Defensa y Estado, su director de la CIA y el jefe del Estado Mayor Conjunto los apoyaban. Repetidamente insistió que no enviaría soldados americanos a Siria ni buscaría una campaña aérea prolongada. Se negó a declarar puertos seguros o zonas de no-vuelo. Y en el 2013 el presidente le advirtió al presidente sirio Bashar Assad que el uso de armas químicas sobre su propia gente sería cruzar una “línea roja”. Sin embargo el presidente Obama no hizo nada cuando Assad hizo precisamente eso.
El presidente, temeroso de ofender al régimen iraní pro-Assad con el que estaba intentando negociar un tratado de armas nucleares, eligió quedarse quieto mientras se desenvolvió una catástrofe humanitaria. Como escribió Walter Russell Mead en The American Interest, “Esta crisis en gran parte es la consecuencia directa de la decisión del presidente Obama de hacerse a un lado y observar mientras Siria se quema”.
La Cámara, bajo el liderazgo de su nuevo presidente, Paul Ryan, aprobó una propuesta con una amplia mayoría bipartidista, 47 demócratas rompieron con el presidente y se alinearon con republicanos. Pero Obama prometió que la vetará si la propuesta es aprobada por el Senado. En su concepción maniqueísta de la política, dicho equilibrio no parece tener lugar.
El hombre que prometió fortalecer nuestra cultura política la ha inhabilitado aún más. El presidente no tiene toda la culpa por el estado fracturado de nuestra política. Las causas son complejas. Datan de antes de la presidencia de Obama, y los republicanos definitivamente han jugado un papel. Sin embargo fue Barack Obama quien en el 2008 centró su súplica en ayudarnos a “redescubrir los lazos que nos unen unos a otros” y ponerle fin a “constantes riñas mezquinas que han llegado a caracterizar nuestra política.” Fracasó completamente - el 79 por ciento de los americanos ven al país más dividido políticamente que en el pasado.
Hoy nuestro discurso político escasamente nos permite pensar con claridad, y ni hablar de enfrentar los enormes retos en casa y en el exterior. Los americanos son profundamente cínicos en cuanto a toda la empresa política; están perdiendo la fe en el proceso normal de la política.
Esto crea las condiciones para el ascenso de demagogos, de personas que se destacan cuando se trata de exacerbar tensiones. Entra Donald Trump, quien se deleita con derrumbar los barandales que quedan en nuestra cultura política.
Obama escasamente es responsable por Trump, y cae sobre los hombros de mis votantes compatriotas republicanos el recibir o repudiar su maliciosa marca de política. Pero al amplificar algunas de las peores tendencias de nuestra política, Obama ayudó a crear las condiciones que hicieron posible el ascenso de Trump