Gobierno de las cabras
Ganarse el calificativo de “loco como una cabra” es bastante azaroso y esta vez el apelativo de cabra loca se lo ganó Nicolás Maduro. Fue un amigo quien se lo dio: el expresidente uruguayo Pepe Mujica y lo que podría haber parecido un comentario fraterno de un viejo bonachón, terminó siendo una definición clara del personaje en mención.
Desde que inició en 1999 el despropósito del proyecto bolivariano, han sido muchos los momentos críticos por los que ha pasado la diezmada democracia de ese país. Al principio, al mando Hugo Chávez, esos momentos eran solventados y bien o mal, el tipo no se hundía. Incluso salía fortalecido y con más poder. Con Nicolás Maduro la cosa es distinta, porque su talante de cabra loca, como dijo Mujica, lo está llevando al atolladero.
La semana pasada quizá fue una de las más críticas de los últimos años en materia política para Venezuela. Pocos lo han advertido pero el propio Maduro apretó más la soga que tiene colgada al cuello desde que se montó al poder, una soga que está ahí por haber construido un populismo que se quedó sin pueblo por razones tan sencillas como morir de hambre, vivir en medio de la inseguridad rampante y sentir la corrupción a flor de piel.
¿Qué fue, pues, lo que pasó? Maduro, bajo excusas y sofismas de distracción, avanza en su campaña para silenciar a la oposición. Intimidado por los avances que han dado sus opositores en la búsqueda de un referendo revocatorio y paranoico por un supuesto golpe de Estado, se aferró a facultades extraordinarias bajo la figura de Estado de Excepción Indefinido, un artificio que significa que puede decretar lo que quiera para sus propósitos.
En otras palabras: Tratando de librar una crisis supuesta de carácter económico, acomodó todo para potencialmente violar cualquier garantía democrática. Legalmente Maduro. amparado por la norma, se convierte en un “dictadorzuelo” (así lo llamó el secretario General de la OEA, Luis Almagro, al advertir lo que estaba pasando).
Entonces, Maduro hará que las fuerzas armadas y de seguridad intervengan a su antojo. ¿Represión? Toda la que quieran. Controlará la entrega de alimentos para un pueblo que se muere de hambre. ¿Opositores? Pues que se mueran de inanición. Sacará plata sin permiso del tesoro nacional. ¿Mermelados? Listos para recibir dinero. Esas son algunas de las cosas que hará para aferrarse al poder. Dichas facultades son suficientes para alborotar la cabra que, según Mujica, Maduro lleva dentro y de esa forma se crea todo un ambiente para un potencial autogolpe de Estado enfocado en atropellar a sus opositores y evitar a toda costa que los recursos legales que tiene la oposición, como el referendo revocatorio, funcionen.
De esa forma, el régimen seguirá demostrando su irracionalidad. Sin embargo, las consecuencias de esto pueden llevar a que el rumbo de Venezuela cambie en favor de los que quieren la liberación del yugo chavista porque la incapacidad de Maduro para gobernar acrecienta el sentimiento de un pueblo que quiere verlo lejos del poder.
No me atrevo a decir que los días para Maduro como presidente de Venezuela están contados, porque pasan los años y el tipo sigue aferrado al poder que le da la chequera petrolera con la que corrompe a militares y con la que compra la conciencia del lado facineroso del pueblo que lo apoya, un pueblo que no se da cuenta de la pauperización del venezolano promedio. Lo cierto es que esta situación permite avizorar límites. Venezuela está pagando más que nunca las consecuencias de las ideas megalómanas de Hugo Chávez y del socialismo rancio que promulgó. ¿Se acerca el momento de que amarren a las cabras? La pregunta queda abierta, lo cierto es que hay muchos, empezando por sus compatriotas, que no ven la hora de que así sea.