El Secreto de la Innovación
El pasado jueves el grupo Mattelsa, un extraordinario ejemplo de innovación empresarial, me invitó a participar deuna tertulia. Esta es una práctica fundamental compartida por todos los que trabajan en esta empresa de ropa; una vez al mes los miembros de los equipos que conforman la empresa se reúnen para reflexionar sobre una lectura compartida. De hecho, cultivar el conocimiento es uno de los pilares fundamentales de su cultura organizacional.
El equipo dirigente fue quien me invitó a la tertulia. Durante un mes nos dedicamos a la lectura atenta de Los Innovadores, el último libro de Walter Isaacson, el biógrafo de Steve Jobs. El jueves por la tarde nos reunimos en una sala; éramos un grupo de ocho personas sentadas alrededor de una mesa, cada una con su copia del libro subrayado y con notas. Después de unos minutos de mindfulness para permitir que nuestras conciencias se abrieran, y un divertido ejercicio que nos ayudó a conectarnos, empezamos una conversación respetuosa y perspicaz. “¿Qué podemos aprender de estos grandes maestros de la innovación?”, nos preguntamos.
Los Innovadores es una historia enciclopédica del computador y de las decenas de personas que desde unas intuiciones iniciales en el siglo diecinueve contribuyeron a desarrollar la tecnología que utilizamos hoy a diario y que cambió radicalmente nuestros modelos mentales y la manera de vivir. Algo que a todos nos interesó mientras leíamos sobre los pormenores de esta historia fue el tomar conciencia del papel fundamental que ha jugado la colaboración entre los miembros de los equipos que estuvieron al frente de la innovación. En otras palabras, la revolución tecnológica no es solo el fruto de la genialidad atípica de individuos como Bill Gates o Steve Jobs, sino de la estrecha colaboración entre ellos y de sus equipos, entre la creatividad de los individuos y el trabajo en equipo. O sea, no hay innovación sin colaboración.
Pero para que la colaboración sea de alto rendimiento se necesita la conexión entre una amplia diversidad de ideas y competencias. No es por casualidad que al comienzo del siglo XX una importante incubadora de innovación fue Bell Labs en Nueva York; un laboratorio donde cohabitaban una mezcla de talentos que permitieron, por ejemplo, la invención del transistor. Fue trabajando hombro a hombro alrededor de un propósito, y desarrollando también relaciones de camaradería, que los innovadores crearon el entorno propicio para la innovación.
Nuestra conversación se extendió durante tres horas, y salí de Mattelsa enriquecido y consciente de que la tertulia me había traído nuevos conocimientos y conexiones. Hay lugares de los cuales uno siempre sale sintiéndose mejor de cuando entró. Desde la tertulia, me fui con unos amigos a la periferia de la ciudad, a Aranjuez, a disfrutar de la escuela hip-hop de los Crew Peligrosos, otro gran ejemplo de innovación social que hay en esta ciudad llena de talentos. Regresé a la casa al anochecer convencido de que si Medellín descubre el poder de la colaboración entre las diversidades que comparten un propósito, se puede convertir también en un laboratorio de innovación para encontrar respuestas eficaces a sus desafíos, los que por supuesto nadie puede resolver por sí solo.