Columnistas

El Papa y el Elefante

15 de marzo de 2017

Mucho antes de subirse el Papa Francisco al avión que en seis meses lo conducirá a Colombia, el presidente Santos madrugó a capitalizar a su favor la visita. La considera como el espaldarazo definitivo, ungido con óleo santo, a sus excesivas concesiones habaneras.

Tuvo que salirle al quite el Nuncio, monseñor Ettore Balestrero, para aclarar esta interpretación marrullera. Francisco “viene a encontrarse con todos los colombianos. No viene con un mensaje político, sino religioso y espiritual”. El Papa, dice el Nuncio, “quiere unir y no dividir”. Oportuna aclaración para contrarrestar las mañosas lecturas que quizá buscan desviar la atención de los ciudadanos de aquellas encuestas que cada día deterioran más la imagen presidencial.

Mas a pesar de la aclaración del Nuncio, la habilidosidad del régimen y sus validos, persistirá en darle a la visita papal, una connotación política que favorezca sus intereses electorales. Querrá mostrar su presencia como un éxito diplomático que avala su gestión nacional e internacional. Exhibir a Francisco –escribía el erudito comentarista Juan José García– “como un aliado del poder para respaldar sus políticas en vísperas de la campaña electoral”. Y así desviar la atención de los colombianos sobre los graves y grandes problemas nacionales que hoy golpean a un país dividido, “gracias” a las estrategias taimadas de un gobernante, arrogante y maquiavélico.

Con los preparativos para la visita de Francisco querrán minimizarse muchos de los acontecimientos nacionales más controvertidos. ¿Sirve su venida como anestesia, en medio de tantos escándalos, de tanta corrupción, de tantas mentiras, de tanta delincuencia que asfixian al país?

Con la noticia de la venida del Papa, ¿se taparán las ollas podridas que han ido descubriendo el trío del fiscal, procurador y contralor, para dedicarnos todos a preparar las manos para aplaudir al importante visitante? Víctimas y victimarios de la violencia sacarán pañuelos para agitarlos al paso de la ilustre caravana pontificia. Luego volverán a secarse con ellos para enjugar sus lágrimas de frustración y dolor. Hasta las graves violaciones de los derechos humanos entrarán en receso mientras llega y se va Francisco de Colombia.

Dudamos de que el Papa, con su carisma y bondad, pueda unir un país político tan polarizado como lo está Colombia. Difícil tarea que se agrava por la perforación a chorros de dineros ilícitos, en las dos campañas presidenciales que las deslegitima. Y que cada momento aumentan su cuantía como la que ahora enreda más la santista que a la zuluaguista. Ya suman, las dos campañas de Santos, 2.400.000 dólares aportados por solo Odebrecht. Desvergüenza que crece con los 150.000 dólares entregados por Interbolsa -cuyos directivos están procesados por estafa- lo que enreda más el manejo de la ética pública en la campaña santista. Cada día que pasa se van acercando esos aportes a los 6 millones de dólares que penetraron en la trompa del elefante samperista. El Papa seguramente se santiguará para apartar tamaños paquidermos.

Con el anuncio de la venida del Papa, caerá el telón para ocultarse por algún tiempo el drama nacional. ¿Habrá un paréntesis en la polémica y contradicciones del país politiquero, tan mitómano, miope y simulador?.