Columnistas

El olvido y la memoria

06 de noviembre de 2018

Desde el inicio de las negociaciones del gobierno anterior con las Farc se ha dado un tenaz antagonismo contra este proceso. Los opositores afirmaron con vehemencia que si los guerrilleros no son juzgados en términos del derecho penal vigente habrá impunidad. Sobre la Comisión de la Verdad-CV han aseverado que su objetivo no es reconstruir la verdad de lo ocurrido con ocasión del conflicto armado, sino hacer una cacería de brujas.

En los últimos meses y tras la posesión del presidente Iván Duque, han aumentado los ataques contra estas instituciones que surgieron del Acuerdo Final. En términos legislativos, lo más problemático ha sido el proyecto de creación de una sala especial para militares y el proyecto para agregar un artículo transitorio a la Constitución Política, para evitar el acceso a información reservada por parte de la CV y la JEP.

Esta última propuesta fue retirada, y la otra está siendo negociada, pero con independencia de lo que suceda con estos proyectos de ley, debemos discutir por qué el CD, liderado por Álvaro Uribe, arremete con estas propuestas contra la política de la memoria, planteada en el Acuerdo Final.

Los dos proyectos de ley encarnan una visión del proceso de transición que puede interpretarse en términos del paradigma del olvido, representado, entre otros autores, por David Rieff. Su postura deriva del realismo. Considera un grave error político anteponer la justicia a la paz. Según Rieff, los acuerdos de paz de Dayton que pusieron fin a la guerra de Bosnia son un ejemplo de ello. “Desde el punto de vista de los derechos humanos, Dayton fue una paz injusta, pues de hecho permitió al principal arquitecto de la muerte de Yugoslavia, Slabodan Milosevic, quedar impune” (Rieff). Pero la exigencia de la paz era simplemente más apremiante que la exigencia de justicia. La paz, dice, no importa cuán injusta sea, es preferible a la continuación de la masacre. Otro ejemplo que destaca es el de Pinochet, que permitió el inicio de la vida democrática sacrificando la justicia.

Según Rieff, si la memoria es llevada al extremo, conduce a las sociedades a la polarización, al enfrentamiento y la violencia. La memoria colectiva, que es producida por instituciones como la CV o el Centro de Memoria Histórica, se basa, dicen los apologistas del olvido, en el despertar del dolor de las heridas históricas, que conduce al aumento del odio, la violencia y la guerra. Por esto es preferible no cumplir con el deber de recordar, sino con el deber de olvidar.

La política del olvido, representada en los proyectos mencionados, propone la negación de los acontecimientos traumáticos y violentos del pasado. Sustraer a los militares de la JEP y evitar el acceso a información reservada a la CV y la JEP, significan decir no a la memoria. En la negociación que se está dando en el Congreso habría que encontrar un compromiso entre la memoria y el olvido, sin venganza ni mutua destrucción, pero estableciendo las responsabilidades en la guerra.