El miedo por mi país
“Estoy aquí para comunicarles mi miedo por su país”. La frase la pronunció, ante el Congreso colombiano, Todd Howland, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El estadounidense, quien fue diagnosticado con leucemia desde 2010, contó que uno de sus aprendizajes tras conocer su enfermedad es la importancia de decir lo que uno piensa.
Precisamente con ello empezó su discurso ante el Congreso. Seguí su intervención por televisión y esperé que alguien hablara sobre ello, pero no hubo nadie. Ningún congresista, nadie de las distintas corrientes políticas expresó algo. ¡Vaya mi tristeza! Después la revista Semana fue el único medio que publicó su corto pero potente discurso.
“Tengo un miedo muy grande —dijo— de que la esperanza del Acuerdo de Paz con las Farc no va a producir la No Repetición de las violaciones de derechos humanos, para la gente que vive y ha vivido por décadas afectada por el conflicto, porque la realidad de la gente que vive en las áreas de influencias de las Farc, ya está cambiando, y no es para mejor”.
Señaló que durante meses, antes de la firma del primer Acuerdo, los de las Farc estaban saliendo de las zonas de su influencia. “Estos vacíos dejados por las Farc -dijo Todd-, supuestamente el Estado los va a llenar, trabajando por transformar las economías ilícitas en lícitas. Esto no está ocurriendo ahora. En cambio, otros grupos ilegales están entrando en estas áreas”. Citó como ejemplo al municipio de El Bagre, en el Bajo Cauca antioqueño, donde hay explotación intensiva de minería ilegal. Este año van 37 homicidios. Algunos corresponden a líderes sociales. Ahora el espacio está copado por el Eln y grupos de bacrim.
El miedo de Todd se centra en que a esos ocho millones de víctimas del conflicto que ya existen, se le sumen dos millones más. En Colombia hay regiones con una clara ausencia del Estado, donde faltan servicios básicos como salud y educación. Allí, entonces, solo quedan las oscuras opciones que les ofrecen los ilegales. Según Todd, esas regiones están olvidadas por los políticos “porque sus votos no ganan elecciones”.
Tal vez por ello, mientras hablaba miró impotente a los senadores, increpándolos sobre su responsabilidad de que esos dos millones de colombianos, dispersos en todos los departamentos, tengan los mismos derechos. “Los acuerdos son imperfectos y Colombia no es la excepción -advirtió-. Un acuerdo bien implementado tiene la posibilidad de ser sostenible. La perfección es enemiga de lo sostenible”. La actual discusión sobre el acuerdo nos ha enfrascado en el miedo de si es legal o no su implementación, si entra o no en el bloque de constitucionalidad, si el Congreso prevarica o no. Pero comparto con Todd ese otro gran miedo frente al que debemos actuar ahora, ese miedo por el futuro de dos millones de colombianos a los que no les llega el Estado, que no entienden ni un carajo de las normas, pero que son los que están siendo presa de la violencia. El miedo de que el espacio de las Farc lo ocupen otros violentos, tan poderosos como crueles.