El canciller de Maduro
¿A son de qué todo esto? ¿Qué de especial, atractivo o poderoso tiene la Venezuela de Maduro para Petro? Ese régimen ya no es chavista ni madurista, es marxista leninista.
Nada ha ocupado más la atención, la agenda y las preocupaciones del presidente Gustavo Petro en las relaciones internacionales, que ejercer el cargo extraoficial de canciller de la República Bolivariana de Venezuela, al servicio obsecuente del dictador Nicolás Maduro Moros. Que sus resultados aún no sean tan productivos no implica que la tarea no se esté haciendo; el esfuerzo sí se nota.
Pese a que en 2018 Petro consideraba a Maduro como un dictador que mataba (se lo dijo a Newsweek), desde su posesión el 7 de agosto de 2022 se ha reunido en cinco ocasiones con él: dos veces en el Palacio de Miraflores en Caracas, una en la frontera de los dos países y una a puerta cerrada en la COP27 en Egipto. Todas reuniones con pocas declaraciones, anuncios generales sin mayor profundidad y enormes abrazos y apretones de mano, con regalos mutuos y con pocos o ningún testigo.
Hasta el momento, los mejores oficios de canciller los ha ejecutado Petro con su embajador en Venezuela Armando Benedetti, quien a su vez ha obrado más eficazmente como embajador del régimen venezolano que de Colombia, y el embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, para la publicitada reunión con Biden. En esta, el epicentro no fue Colombia; fue interceder para que Estados Unidos estudie levantar las sanciones económicas, liberar al mega corrupto y gran testaferro suyo, el colombiano Alex Saab, pagarles 3.500 millones de dólares y, de paso, sacar a Maduro y a sus esbirros de los feos anuncios de recompensas como criminales internacionales. Nada más ni menos. Y en otros frentes, Petro ha promovido el regreso de Venezuela a la CAN, a la OEA y al Sistema Interamericano de DDHH; sutilmente expulsó, sin decir que fue expulsión, al opositor Juan Guaidó y organizó una reunión para Venezuela – que alcanzó a llamar “cumbre mundial” en Bogotá – a la que llegaron 18 países que, perezosamente, aceptaron la invitación, pero se negaron a firmar alguna declaración. El estruendoso fracaso solo pudo ser asordinado con la abrupta crisis de gabinete ministerial.
¿A son de qué todo esto? ¿Qué de especial, atractivo o poderoso tiene la Venezuela de Maduro para Petro? Ese régimen ya no es chavista ni madurista, es marxista leninista; es hoy un aliado incondicional de los sátrapas de Rusia, Irán y Siria, y de China con su creciente poderío. Maduro sin sanciones, con Saab libre, con las manos puestas en el oro que tienen en Inglaterra, los mega negocios de gasolina en Estados Unidos y el campo abierto para prender de nuevo las máquinas de PDVSA en el país con las reservas de petróleo más grandes del planeta, sería sin duda un aliado poderosísimo para alguien que quiera imponer un nuevo modelo político y económico en Colombia, pero que acá tiene – por lo menos en teoría – contrapesos legislativos y judiciales que se lo impiden. Un socio rico para repartir montañas de subsidios y gabelas, con una base de milicias campesinas, urbanas e indígenas; coca sin límites y unos grandes criminales aliados coyunturales al son de la “paz total”, son el caldo perfecto para crear el sueño de Gustavo Francisco, la revolución. Que al amanecer la pesadilla no nos coja dormidos.