DE IDEAS CORTAS Y RENCORES LARGOS
Al pesimista filósofo Arturo Schopenhauer se le atribuye la absurda definición de la mujer como un objeto de cabellos largos e ideas cortas. Aunque uno se resista a generalizar con la comparación, algunos políticos de renombre cifran el éxito en demostrar que son individuos de ideas cortas y rencores largos. Así ocurre cuando a la política se le despoja de estructura ética, para practicarla de espaldas a los propósitos del Estado y la sociedad y sin conexión con el llamado bien común.
Es una tendencia contrapuesta a la democracia en el buen sentido. Tal parece que muchas veces hacer política sólo atribuyera derechos, prerrogativas y privilegios y no comportara la exigencia de asumir una responsabilidad social, basada en que se piensa y se actúa conforme con un marco filosófico y normativo de moral pública, sustentado en la condición básica de contribuir a la educación y la formación de ciudadanía, enseñar con el ejemplo a controvertir sin agresiones y aceptar la diferencia como elemento ineludible de cualquier debate civilizado.
Partidos y movimientos instituyen comisiones de ética, por lo regular inoperantes o complacientes a la hora de procesar a los infractores y emitir dictámenes sobre diversas transgresiones. Son entidades decorativas, proclives al favorecimiento de los amigos y a rehabilitarlos con rapidez, porque, lo decía un pensador, en este país nadie se desacredita lo suficiente y todo el que cae rebota y sigue ascendiendo hasta que lo exaltan a la jerarquía de prócer, aunque haya sido un maleante disfrazado de hombre honorable.
Esa decadencia moral es, por supuesto, factor de corrupción. Servir a los intereses particulares, privatizar lo público, es ponerse en contra de los intereses vitales del país, como lo es también no darse cuenta de que las circunstancias imponen cordura, sensatez, respeto a las instituciones, prudencia y ecuanimidad en la crítica legítima, acatamiento de la autoridad así no se le quiera ni se haya contribuido a elegirla, porque no es decente jugar con candela con una irresponsabilidad que debería constituir falta gravísima contra la moral pública y contra la ética mínima que debe regir en la política.
Por ejemplo, en el proyecto de reforma política se insinúan apenas la responsabilidad social de los partidos y movimientos y su compromiso de contribuir a la estabilidad del país que todos habitamos. La palabra ética ni se menciona. El deber de defender los valores nacionales, los fines capitales del Estado, la integridad de la sociedad, no caben en esa propuesta de ordenamiento, enfocada en cuestiones operativas y formales como las listas preferentes. A la gente está acostumbrándosele a que la política se maneja con trinos de twiter repletos de insultos e insidias. Nada de discusiones de fondo. Ideas cortas y rencores largos.