Columnistas

“Criacuervo” o los destinos rotos

15 de abril de 2017

¿En qué piensas cuando escuchas la palabra desierto? Tal vez en las estrellas titilantes sobre el cielo azul profundo. O quizás en el vapor que amenaza con devorar el cuerpo a bocanadas. También podría ser el aspecto de seres derribados por el mundo y que llegaron hasta allí persiguiendo ese (...) “jugo de color apestoso que mueve carros y extermina pueblos” llamado petróleo. A lo mejor son las mariamulatas volando o ese paisaje solitario que permite momentos fugaces de “intimidad perfecta”.

Criacuervo es el nombre de un desierto donde transcurre una parte de la primera novela que publica Angosta Editores y vio la luz hace unos días con este título. Su autor es Orlando Echeverri Benedetti, quien nació en Cartagena en 1980, estudió filosofía, fue redactor del diario El Universal y ha colaborado con revistas como El Malpensante y Universo Centro. Actualmente vive en Sevilla, España. Anteriormente trabajó como fotógrafo en Tailandia y estuvo un tiempo en Buenos Aires y en Alemania, donde transcurre parte del relato. Cuenta la historia de Klaus Zweig, quien vive en una casa prefabricada en la costa de este desierto colombiano. Allí, sobreviviendo a un divorcio inminente, rodeado por lagunas de flamencos y caseríos indígenas, piensa en conciliar su pasado conflictivo invitando a su hermano Adler, a quien no ve hace años y es un exnadador olímpico descalificado por dopaje en Alemania.

La presencia de una amiga de la infancia y los requiebros personales girarán nuevamente su camino. Según Héctor Abad Faciolince, fundador de Angosta Editores, “el libro fue un descubrimiento de nuestro editor, José Andrés Ardila, a quien le llegó por el conducto ordinario: la plataforma online de nuevas propuestas de esta editorial. Nadie nos lo recomendó. No conocíamos al autor ni de nombre”. El texto les encantó y además se parecía a la prosa seca y dura de Agotha Kristoff, una escritora que les gusta a ambos. Y resalta las virtudes del relato: “rapidez de la prosa, eficacia de la historia, mezcla de Europa y América, extrañamiento ante un relato que no se parece a nada. Seco, y también global. Otra forma de narrar el mundo que nos tocó en suerte”. En esta historia que se cuenta sin tonos que juzgan ni personajes que inciten a un deber ser específico, se trata el tema del destino. Su autor dice que siempre lo ha conmovido la idea de él según la tragedia griega. “Tiene las connotaciones de una maldición porque, aunque el protagonista intente huir de él como de una trampa, siempre terminará cayendo directamente en ella. Es un desenlace que, en consecuencia, él mismo ha elegido sin darse cuenta. Así, uno puede estar tomando las decisiones que lo conducirán exactamente en el sentido opuesto al que se pretendía. Creo que ese es el peor sinsabor que, en ocasiones, deja la vida”. Al leer este libro, uno se siente acompañado al ver a otros que intentan escapar de destinos impuestos, buscados sin conciencia o que están abrumados por ese momento revelador que muestra cuándo el libre albedrío fue una ilusión.