Columnistas

Como pepa de mamón

06 de diciembre de 2015

Las discusiones hasta ahora comienzan en París y los ambiciosos compromisos para reducir los gases efecto invernadero - GEI- se hacen cada vez mas lejanos. Esta semana comienzan las verdaderas negociaciones. Y ante ellas no se debe tragar entero.

Mientras tanto, en Colombia el desconocimiento sobre el tema sigue siendo estratégico y total. Nadie entiende la relación de los bosques con el clima, y mucho menos el impacto del aumento de la tasa de deforestación con la economía nacional. Se bajó la guardia, y nadie quiso entender que El Niño llega en esta Navidad. Las próximas pérdidas económicas causadas por la inflación y por el desabastecimiento de acueductos, sistemas de riego y embalses no importarán.

El cambio climático debe ser entendido como el efecto causado por el hombre al hacer uso excesivo de los recursos naturales para su propio beneficio y el de unos pocos.

Para este propósito, es importante recordar, a pesar que en Colombia el control de las emisiones de los gases efecto invernadero -GEI- no es de carácter obligatorio (en muchos países sí lo es), el impacto ambiental y social causado por estas mismas fuentes de emisión es monitoreado y vigilado a través del otorgamiento de un plan de manejo ambiental o de una licencia ambiental cuando así lo amerite.

La relación es directa: Cambio Climático-Impacto Ambiental-Licenciamiento Ambiental. Inclusive hace dos años se intentó incluir dentro de los requisitos para el otorgamiento de una licencia ambiental el control y monitoreo de los gases efecto invernadero -GEI- generados en estas mismas actividades productivas que impactan el medio ambiente. Cosa que no prosperó, como era obvio.

Es obvio que no existe un territorio sostenible cuando la función de su actividad minera es triturar toda una montaña, o que un municipio no sea viable porque no tiene agua, cuando su tasa de deforestación aumentó más del 100 %. La naturaleza es lógica, y cualquier niño lo sabe.

Por eso ante la crisis del clima, es importante vigilar el proceso de otorgamiento y monitoreo de licencias ambientales entregadas a actividades que causan un impacto sobre las condiciones climáticas o de los recursos naturales o sociales en cualquier territorio. No son temas separados. Los efectos se dan en el mismo suelo. Y su relación es directa. No podemos tener un doble discurso. No podemos decir que vamos a reforestar mientras que por el otro estamos otorgando todas las viabilidades de degradación forestal.

La licencia ambiental no es un instrumento que orienta el desarrollo de una actividad económica e industrial, si no que es una autorización que otorga o niega el Estado para la ejecución de obras que puedan ocasionar un deterioro grave al ambiente o a los recursos naturales o introducir una alteración significativa al territorio, y debe ser obtenida o negada antes de la ejecución o realización de dichas obras o proyectos.

Es un instrumento que cumple el mandato constitucional de proteger los recursos naturales y el medio ambiente, conservar áreas de especial importancia ecológica, prevenir y controlar el deterioro ambiental y realizar la función ecológica de la propiedad. Además, permite la participación ciudadana, con la aplicación del derecho a la consulta previa si en la zona de influencia de la obra existen asentamientos indígenas o afrocolombianos.

Es por esto que la visión sobre París debe ser integral. ¿Qué estamos haciendo aquí con nuestro territorio? ¿A quién le estamos otorgando licencias ambientales para el aprovechamiento de los recursos naturales? ¿Qué tanto estas actividades están afectando el agua y el clima? ¿Cuál es el límite del caudal otorgado? ¿Qué tanto se deforesta y se aprovecha? ¿Qué están haciendo y qué harán las actividades industriales y productivas en Colombia para reducir sus emisiones de GEI? ¿Qué tanto hay de verdad en todo lo que me dice y qué no?

El tema ambiental se debe analizar y entender de la misma manera como se raspa una pepa de mamón en la boca. Sin tragar entero.