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Colombia hidro – lógica 2018

01 de enero de 2018

La educación de los colombianos para vivir en armonía con sus recursos naturales será lo más urgente para el 2018. Debemos empezar por reconocer la diversidad que identifica a cada una de las regiones del país, respetar y sentirse orgullosos de sus únicas y específicas características humanas, físicas y bióticas. Su manera de relacionarse y de participar en la toma de las decisiones será uno de los retos por alcanzar y de los vacíos jurídicos todavía por llenar, especialmente, cuando se trata de avanzar en el camino de la sostenibilidad cuando se aprovechan los recursos naturales renovables y no renovables con el licenciamiento social e involucramiento de todos sus grupos sociales interesados y no interesados que se encuentran en el territorio.

Para ello el país está lleno de lecciones aprendidas provenientes de iniciativas de participación exitosas y otras no tanto. El futuro gobierno deberá recompilarlas, analizarlas y aprovecharlas para el diseño de nuevos mecanismos de relacionamiento territorial, que construya acuerdos entre las partes y ponga fin a los crecientes conflictos en el uso de estos recursos, debido a la reinante desconfianza entre actores, por el uso de estrategias de comunicación, de lenguajes y de prácticas de participación mutuas nada recomendables.

Como inspiración para una nueva política de relacionamiento con los recursos naturales, especialmente, en el aprovechamiento, ahorro y uso del recurso hídrico, vale la pena recordar que actualmente existen iniciativas locales de múltiples actores que están dispuestos a poner tiempo y recursos para la conservación y uso eficiente del agua, así como para recibir la compensación e incentivos por ello. Un gran vacío o desafío es la falta de información local y de microcuenca sobre su rendimiento hídrico, tanto superficial como subterráneo, para que la toma de decisiones a nivel local en la cuenca sean certeras.

A nivel científico, en lo que tiene que ver con el acceso de la información sobre el estado de los recursos naturales, el gran problema es que no se conocen, ni se hablan, los generadores del conocimiento con los usuarios o tomadores de decisiones. Planificamos sin involucrar la dinámica actual de la naturaleza. Para ello debemos democratizar la información creando una estrategia alternativa que facilite el acceso de datos reales periódicos.

Así mismo, necesitamos incrementar la capacidad de reconocernos en el territorio. Actualmente los colombianos no sabemos de dónde viene el agua. Para esto, el Ministerio de Educación deberá involucrarse transformando de manera considerable los cursos de geografía y ciencias naturales desde primaria, bachillerato y universidades. También necesitamos darle una visión de ruralidad a la gestión ambiental, incrementando el monitoreo a la calidad del agua y de los demás recursos en el campo.

Ante los conflictos debemos transformar los problemas en oportunidades a través de la reconstrucción de la confianza perdida a través de acuerdos basados en la verdad conjunta. Estos pactos por el agua serán más que necesarios. Y el gran desafío de largo plazo será comenzar a ordenar el territorio teniendo al agua como su eje articulador, con la biodiversidad como el gran valor intangible adicional de la cuenca.

Pero todo lo anterior sólo se podrá construir en espacios fortalecidos de participación, involucramiento y de diálogo, reconociendo la diversidad de lenguajes e intereses expresados sobre el territorio.

Para ello, todos los actores deben comenzar por reconocer su cuenca, sus potencialidades y vulnerabilidades, donde su relacionamiento debe estar basado en una realidad que es cambiante, y por lo tanto deberán definir y revisar periódicamente sus metas comunes. Todos, las fincas, empresas y acueductos deberán seguir midiendo y reportando su huella hídrica.

En definitiva, en el 2018, necesitamos líderes que construyan sociedades inteligentes y solidarias, basadas en la búsqueda de soluciones a sus problemas, y no en incrementarlos, con información local veraz y una actitud de verse juntos en su territorio, con un nuevo código de ética hacia los recursos naturales, que cambie nuestra acostumbrada escala de valores, disfrutando los atributos de tener a un pueblo conviviendo definitivamente en paz. Feliz Año.