Columnistas

“Borró casete”

08 de abril de 2017

Los profesores de niños sabemos lo desafiante que es enseñar ciertos temas. Y más en tiempos de reguetón y en Medellín, una ciudad donde este ritmo lo escuchas al salir de nadar, en un acto cívico escolar o en una fiesta infantil. Todavía recuerdo aquel cumpleaños de un niño de cinco en el que apareció un hombre disfrazado de dinosaurio que se contorsionaba con una forma capaz de hacer sonrojar a más de uno. Mientras las mamás y sus hijos intentaban seguirle el paso, él cantaba con acento puertorriqueño: “Ya no me acueldo (sic) de nada”

Aquí es normal que si estás en una oficina, algunos jóvenes te saluden con un ¡Hola Bebé!, así, como en las canciones de ese género musical. Y cómo olvidar a aquel estudiante que respondía cada pregunta con un fragmento de canción:

- ¿Trajiste la tarea?

- Son las 6 de la mañana y todavía no recuerdo nada... Enséñame lo que sabeeeees.

Esta semana, la indignación se sintió después de que el gobernador de Antioquia le otorgó un reconocimiento a Maluma, el cantante de reguetón, el llamado “Pretty Boy”. Varios critican sus canciones por considerar que son una apología a la embriaguez, al sexo desenfrenado o al maltrato femenino. Quienes lo conocen de cerca admiran su amabilidad, el buen trato hacia otros, su seguridad personal, el amor por los perros o su disciplina. Esta última característica fue una de las que lo hizo merecedor del reconocimiento. Que Maluma cante o no estas letras y que la gente las escuche es un asunto personal y hasta común en Antioquia, una región donde por ciertas razones culturales y geográficas, hemos oído canciones de mujeres que amenazan con usar cuchillas de afeitar para cortar caras u hombres que reconocen que aunque hay otras más, solo una es “la reina”. La historia de la música está llena de letras políticamente incorrectas y aunque la fuerza de la repetición y la costumbre no las convierte en poesía o en ejemplo a seguir, escucharlas es una decisión que roza un poco el ámbito privado. Cuando el gobernador Luis Pérez legitima los contenidos de esas canciones con un homenaje, el asunto cambia. Son los líderes quienes inspiran o llevan un lugar hacia el éxito o la ruina. Son ellos quienes al enfocar su atención en lo importante permiten que lo irrelevante se esfume por olvido y con sus acciones y palabras, envían un mensaje de lo que es valioso en un pueblo o ciudad. Con este homenaje, Luis Pérez generó polémica, desanimó a una parte del sector cultural y perdió apoyos necesarios para lograr que la región mejore. Algunas personas decían esta semana que no se le puede pedir a alguien lo que no tiene y que esto explicaría también lo ocurrido con aquella ancestral vajilla de oro que traumatizó a más de uno durante su período como alcalde o esos discursos suyos que a veces hablan de ostentación o grandeza. Tal vez. Lo que sí queda claro es que Luis Pérez “borró casete” (que traduce no recordar para Maluma). Olvidó que aunque ciertas letras retumben en las calles, los líderes son guía para nosotros. Y de ellos siempre vamos a esperar más que de una canción de reguetón.