Columnistas

Adiós

03 de junio de 2017

No es un lugar común decir que casi ninguna despedida es simple. Sobretodo porque acostumbramos a recordar lo pasado como una ráfaga de imágenes en retrospectiva: ¿Con quién hablé? ¿A quién conocí? ¿Qué sentí?

Era el 15 de octubre de 2013. Aquel sábado publiqué aquí mi primera columna. En ese entonces la titulé “Volver” porque tenía que ver con el momento de la vida en el que estaba: había regresado a Medellín después de casi 10 años por fuera. Y aunque venía con frecuencia a visitar familia y amigos, no tenía que lidiar con temas diarios olvidados: “tenemos cita con el doctor sólo dentro de 3 meses”, “cerrá el bolso para que no te roben” o “calladitas se ven más bonitas”.

Volví con la tranquilidad de las decisiones tomadas sin presión y que incluyen todos los colores del espectro. Y la columna se convirtió en la metáfora de un camino nuevo que estaba andando en una ciudad que quiero a pesar de tantos problemas que se convierten en un ejercicio por trascender la indignación y el escepticismo.

En aquel momento decidí escribir sin rabia sobre temas que me mueven: la cultura en todas sus formas y sin estrato, las formas de vivir, la naturaleza o el hecho de construir comunidad. Este último se volvió recurrente porque todavía me cuesta entender que la gente vea la vida en términos de yo y no de nosotros o que desconozcan el término justicia social. Si cada uno pensara más en los demás y fuera más allá de la queja en redes sociales o por Whatsapp, aquí no habría contaminación, tanto niño abusado o abandonado ni tampoco tendríamos basura en las calles. En estos más de tres años por aquí, apoyé causas perdidas o incluí la voz de personas que no habían tenido quien la oyera porque no eran famosas, polémicas o apenas estaban ganando experiencia.

Cada semana recibí correos de gente felicitando o contradiciendo. También hubo algunos que ante la molestia que les produjo leer otro punto de vista o no cumplir cierta expectativa, atacaron queriendo encontrar el lado débil. Gracias a los lectores que opinaron, compartieron libros, invitaciones o simplemente leyeron. Gracias a Paul Chamah y a Lina Puerta quienes revisaron esta columna cada semana para que saliera mejor. Gracias también a Memo Anjel y al diseñador Felipe Gonzalez por ayudar siempre. Igualmente va mi gratitud para Sergio Restrepo, Esteban Duperly, Salomón Kertzman, Yamit Palacio y Leila Guerriero que varias veces respondieron preguntas, compartieron ideas, contactos, libros o ayudaron a buscar un mejor título. Agradezco a El Colombiano su confianza y especialmente a Julián Vélez por su calma y paciencia. Me voy de estas páginas para dedicarle energía a otros proyectos y trabajarle también con humildad y más juicio al único sueño al que no le ha salido ni una grieta desde ese día de primaria en el que me preguntaron qué vas a ser cuando seas grande y respondí: escritora. Y es que no hay día que deje de emocionarme con las historias.

Compartiré con los lectores ideas o artículos en otros espacios futuros. Porque como dice esa frase: en el camino nos volvemos a encontrar.