Linieros, una vida de alta tensión
En La Ceja se forma a 500 jóvenes del país, que dejan la tierra para ganarse la vida colgando de un cable.
Escribo sobre economía y negocios. Periodista y estudiante de Ciencia Política.
Entre las montañas de Sonsón, en el Oriente antioqueño, un arriero busca la vía principal. Ha quedado con un grupo de personas, como desde hace dos meses, para llevar a lomo de mula unos metales amarrados con cadenas que debe adentrarse a donde ya no llega el camino.
Wílmar Henao, durante 60 días hizo ese mismo recorrido y lo alternaba con sus cultivos de caña y café en la finca de sus padres. “Me quedaba con ellos mirando cómo armaban las torres y después de días de llevarles las bases, me dijeron que yo podía ser liniero, que si me interesaba”, recuerda.
Al cabo de unos meses, Wílmar colgaba de arneses y cuerdas a más de 50 metros de altura. Lo hacía enfundado en un traje azul y un casco verde (el de los aprendices) y con sus manos sostenía dos cables que conducirían hasta 500 mil voltios, suficiente para electrocutar 2 mil personas.
Como si pasar de las agrestes montañas de Sonsón a pender la vida de una cuerda no fuera suficiente cambio, él no contempló que su nueva profesión le llevara hasta Chile. “Me contrataron para montar líneas y me voy esta semana para allá. No conozco nada más que esta región y claro que me da susto”, confiesa mientras manotea nerviosamente.
La historia de Wílmar se puede repetir para 500 jóvenes que estarán, hasta 2017, en la Escuela de Formación de Linieros, en La Ceja (Oriente antioqueño). Se trata de un proyecto del Clúster de Energía de Medellín, la Universidad Católica de Oriente y grandes jugadores del sector eléctrico como ISA y Empresas Públicas de Medellín (EPM).
Faltan linieros
Pero la formación de linieros no resulta de una campaña social. El país tiene la urgencia de construir a 2020 unos 2.500 kilómetros de redes eléctricas, por lo que este oficio apremia.
“Los muchachos llegan sin saber nada de esto, muchos solo tienen la primaria y ni sabían poner un tornillo. No solo les enseñamos a ser linieros, también les mostramos que hay una oportunidad de crecer, de estudiar y de aportarle a sus familias”, indica Jorge Humberto González, instructor de la Escuela, jubilado desde 1999, pero con unas manos de liniero que durante 38 años llevaron energía a lugares recónditos en la antigua Empresa Antioqueña de Energía (Eade, hoy de EPM) e ISA.
Formar a estos jóvenes, que no solo son de Antioquia, sino Sucre, Córdoba, Chocó, entre otros departamentos, implica una inversión anual de 8.500 millones de pesos que “resultan del compromiso de todas las empresas para construir país”, asegura Luis Alejandro Camargo, gerente de Intercolombia, filial de ISA.
En Colombia hay, aproximadamente 10 mil kilómetros de redes de energía interconectando el territorio, pero faltan linieros.
“Nos hemos ido jubilando y ya casi no hay en el país. Incluso es un oficio con mucha demanda internacional, porque casi nadie se quiere trepar hasta 100 metros, y colgar de un cable de alta tensión”, confiesa González.
Héctor Mario Correa apunta hacia los barras metálicas que sostienen los pesados cables de transmisión y tres compañeros más “tiran línea” para armar la estructura.
Con respiración agitada, este aprendiz de liniero procedente Segovia (Nordeste de Antioquia) comenta: “mientras aprende, uno se demora, hasta cuatro días armando una de estas torres. Pero con el tiempo, esto se arma hasta en un día, y uno metido en el monte, lo hace rápido”.
Héctor tiene 22 años y cuando habla sobre lo más difícil de ser liniero, no se decide entre estar lejos de su familia o “!uy!, es que acá toca hacer mucha fuerza, es que eso que usted ve ahí pesa mucho”, dice mientras lanza una carcajada.
Agrega que en su pueblo, justo ahora, no hay oportunidades para los jóvenes y la violencia fue un motivo más para alejarse de allí. Héctor sigue su camino, y de un brinco se cuelga al metal. Tres gritos siguen al salto. Pide una cuerda. Los demás se unen al trabajo: ajustan, amarran, la torre empieza a tener forma y altura.
Aporte clave al país
“Son profesionales realmente que van a aportarle al país y a la región. Esta es una oportunidad para ganar terreno en el posconflicto, para darle oportunidades a muchas personas que se integrarán al país”, acotó el gerente de Intercolombia.
Al directivo le pasa corriendo por detrás un aprendiz de liniero, al que no se le ve más piel que la de sus mejillas, de resto, forrado en el traje que le queda grande, con unas gafas enormes que le cubren casi toda la cara y unas botas que, a sus 20 años, lo hacen ver como un niño.
Así pasa John Jáiner Gutiérrez, quien luego de recoger algunos cables tirados y enganchar dos poleas, dice que llegó a la Escuela por unos amigos que le dijeron que se fuera de Tarazá (Bajo Cauca) en busca de más oportunidades.
“Si no estuviera acá, seguro que estaría ayudando a mi abuelo a vender frutas en el pueblo, allá no hay más qué hacer. Ahora me dicen hasta que me puedo ir del país”, agrega con sorpresa. De hecho, un liniero en el exterior puede recibir un salario promedio de 1.500 dólares (unos 4,5 millones de pesos de hoy).
Para él lo más difícil es treparse hasta tres horas en una torre, a pleno sol y en la mitad de la nada: “cuando uno le coge el tiro, se le hace fácil”,
Mientras aprendices trepan, esquivan poleas y ensayan en tres torres de práctica, Wilmar los ve desde el piso. Espera su diploma de graduación y piensa en voz alta: “de arriar una mula, terminé colgado de una torre para ganarme la vida”. Y eso es mejor